El último pastor de Egüés
javier monreal, de 60 años, pastorea con sus más de 350 ovejas por badostáin, mendillorri o sarriguren
Javier nació en 1953 en Cordovilla, pero a los pocos años se trasladó a Mutilva, donde reside actualmente. Es el séptimo de ocho hermanos, y el único que ha continuado con la herencia familiar. "Con doce años dejé el colegio porque tenía ese gusanillo dentro. Mis tíos eran pastores y yo estuve trabajando con ellos hasta que se jubilaron hace doce años. Llegamos a tener 1.200 ovejas repartidas en cinco rebaños, en Badostáin, Esquíroz, Mutilva, Beortegui e Itoiz", relata.
Para Javier, sus ovejas forman "una orquesta" que él dirige junto a su perra pastor, de año y medio, Fina. Cuatro silbidos o gritos son suficientes para que Fina -o Finica, como él la llama- entienda y acate sus órdenes, y le ayude a guiar el rebaño. El pastor recuerda que cuando nació "era la más charra de todos, pero resulta que es la joya". "Ella tiene afición y tú la vas reconduciendo y enseñando más", explica.
Junto a su perra, a su lado también se acerca de cuando en cuando la más vieja de sus ovejas, de 2002, que fue criada con biberón y que "por eso ahora suele acercarse mucho a las personas". Aunque humildemente el pastor señala que no es un buen fisonomista, en realidad cuenta que conoce "a la mayoría de las ovejas".
añoranza del ayer Javier lleva 48 años como pastor. "No he conocido otro oficio", afirma. Ahora, en verano, todos los días que el tiempo lo permite, Javier saca a pasear su rebaño por Badostáin, Sarriguren, Mendillorri o Aranguren. Y aunque se le puede ver en las nuevas urbanizaciones junto a su rebaño, él prefiere el pastoreo de antaño. "Antes no había un palmo de pueblo por el que no pasaran las ovejas. Ahora no puedes pasar con los adoquines de las calles, y si lo haces tienes que estar pendiente de no molestar a nadie", apunta.
Otra de las diferencias que expone no le afecta tan directamente, aunque le cueste reconocerlo. "Antes llegabas al pueblo y todo el mundo sabía quién era el pastor. Ahora las naves del ganado están fuera y nadie conoce al ganadero", narra. Pero no es su caso. No hay más que acercarse a Badostáin, donde tiene el corral, para que rápidamente algún vecino te indique dónde puede estar pastoreando con su rebaño y su perra.
LOS PROBLEMAS ACTUALES Tal y como explica, la situación económica ha cambiado desde los años en los que Javier se dedicaba a la ganadería. "Esta actividad ha pasado de ser algo fundamental a estar en desuso. Quedamos pocos, y tenemos poca vida aquí", señala. Y aunque afirma que "vive muy tranquilo, como un rey", admite estar un poco "desilusionado", sobre todo por la incertidumbre que dice sentir con respecto al futuro de su trabajo. "De aquí a 15 días estará todo labrado, y eso te agobia porque las ovejas no tendrán qué comer en los campos".
Los beneficios económicos que consigue con su trabajo también salen a relucir. "Económicamente no es rentable. Los ganaderos subsistimos con subvenciones, y yo más que por lo que tengo, recibo por lo que he tenido. A veces no sabes si ganas o pierdes", confiesa. Tampoco sabe qué le deparará el futuro, pero dice que no le gustaría seguir con su rebaño de aquí a unos años. "Ya llevo dos o tres años de retraso que tenía pensado quitarlo, y de aquí a un par de años sí que creo que no seguiré con él", comenta.
En cualquier caso, pese a que no se veía como pastor a su edad, no se arrepiente de la forma de vida que ha llevado durante 48 años, por muchas horas de trabajo que le haya supuesto. "Las horas que metes ni las cuentas porque es donde mejor estás y más entretenido", afirma. "Yo fui a la mili pensando en que cuando volviera no iba a ser pastor, pero con mi temperamento y tal y como es la sociedad, me di cuenta de que aquí era más feliz", indica. Más que su trabajo, para él el pastoreo es una afición que se ha convertido en su forma de vida, y que ha conseguido que sea una persona "feliz".
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