tRABAJO (perdón, trabajaba) desde hace once años en la empresa Sigma Brakes, situada en Tudela, Navarra, y dedicada a la fabricación de pastillas para frenos. Desde hace más de cuatro años soy la presidenta del comité de empresa perteneciente al sindicato ELA, mayoritario en el comité. Durante este tiempo no hemos cejado en nuestro empeño por intentar mejorar las condiciones laborales de los trabajadores de la empresa y eso nos ha llevado a algunos enfrentamientos con la dirección de la empresa. Algunas de nosotras fuimos degradadas en nuestro puesto de coordinadoras a operarias. No imaginaba que estos roces y diferencias de criterio me iban a traer tan desagradables consecuencias.
Durante el 2013, hice entrega de los días que iba a disfrutar de vacaciones en dicho año, de lo cual no recibí respuesta alguna de la empresa, lo que me llevó a pensar que estaba aprobado. A la vuelta de esas vacaciones me encuentro con la sorpresa de que me comunican que he disfrutado de más vacaciones de las que me pertenecían, que había faltado unos días sin justificar y que eso, con la nueva Reforma Laboral (esa que tanto empleo está creando y que nos está sacando de la crisis) era motivo más que justificado de despido. Yo les comunico que no puede ser, que tiene que ser un error. Les hago saber que nadie me comunicó que eran más días de los acordados ni nadie me avisó durante esos días para que me personara en mi puesto. Les ofrezco incluso recuperar los días o que se me descuenten, pero la decisión ya está tomada...
En once años, nadie puede tener una queja sobre mi actitud, ni como coordinadora de sección ni como operaria porque siempre he superado la carga productiva que se me pedía. Pero hoy, 27 de septiembre, víctima de una triquiñuela legal, llena de rabia e impotencia, no he ido a trabajar. Cualquiera puede imaginarse el efecto disuasorio que ha tenido esta represalia: los trabajadores casi no se atreven ni a ir al baño.