En 1937 la Guerra Civil seguía en todo su repugnante apogeo. Franco, Mola y sus secuaces vislumbraban probablemente que la balanza iba a inclinarse de su lado y ultimaban, frotándose las manos, el bombardeo de la localidad vizcaína de Gernika, que se llevaría a cabo en abril de aquel año. El trabajo sucio lo ejecutarían los aviones de la Alemania de Hitler, pero la iniciativa correspondía a quienes se autoproclamaban ya salvadores de España.
Como es sabido, en Navarra nunca hubo un auténtico frente de guerra, y por ello la ultracatólica Pamplona disfrutaba de una relativa tranquilidad, y era posible obtener imágenes como esta que hoy publicamos. Podemos apreciar la zona de la actual calle de Labrit, vista desde la barandilla que hoy en día limita el aparcamiento de la Plaza de Toros, muy cerca de la entrada al patio de caballos. Puede verse que la zona estaba totalmente dominada por el llamado baluarte de Labrit, aunque la muralla de Tejería había sido ya derribada, y tan solo restaba el trozo de lienzo más cercano al propio baluarte. Ello permite distinguir los opresivos muros del llamado convento de la Merced, al fondo. Vemos también que el rincón del baluarte estaba acondicionado como frontón, el célebre Jito Alai, mientras que la zona donde hoy en día está la calle era una especie de paseo con arbolitos muy jóvenes.
HOY EN DÍA la misma zona va ocupada por el moderno frontón Labrit, levantado en 1952 en el mismo solar de la foto antigua. Han desaparecido los arbolitos y el propio paseo, y cayó también el viejo convento de la Merced, dejando como único recuerdo de su existencia el nombre de la castiza calle. Tampoco podemos apreciar el baluarte de Labrit, oculto por la mole del nuevo frontón, pero sí que vemos, en primer plano además, la barandilla que ya existía en 1937, y que certifica la correspondencia exacta de ambas imágenes.
La providencia quiso que, tan solo dos meses después del bombardeo de Gernika a manos de la aviación nazi, el propio Mola muriera en un accidente de avión y, en cualquier caso, nadie en absoluto se ha responsabilizado nunca ni ha pagado con la cárcel el asesinato de todas aquellas personas. Ni por ese ni por ninguno de los crímenes perpetrados a resultas del golpe de estado o durante los consiguientes 40 años de franquismo, ni en aquella Transición de chichinabo que nos vendieron. De hecho, todavía hay en Pamplona quien venera a Emilio Mola en su intocable cripta, y celebran misas en su honor, con la bendición de las autoridades civiles y religiosas que se lo permiten. Y nos dan así la auténtica y verdadera medida de lo que supone el ensalzamiento de un asesino, la impunidad y la humillación de sus víctimas.