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Puente de la Magdalena, 1896

Puente de la Magdalena, 1896foto: j.j. arazuri. "PampLONA, CALLES Y BARRIOS"

EN 1896 el año se había iniciado con esperanzadores descubrimientos científicos. En el campo de la medicina, un tal Wilhem Roentgen había descubierto los rayos X para el mes de enero, y en marzo se daba a conocer el descubrimiento de la radiación del uranio. Menos halagüeñas eran las noticias que venían del lejano oriente, pues el 15 de junio un gigantesco tsunami había causado dieciocho mil muertos en Japón. Los pescadores japoneses, faenando en alta mar, ni se dieron cuenta de que la ola asesina pasaba por debajo de sus barcos, pero cuando regresaron a casa al terminar su jornada de trabajo se encontraron los pueblos arrasados y sus familias aniquiladas. Un desastre, vaya.

La foto nos muestra el puente de la Magdalena desde la orilla oriental del río. Baja tranquilo, aunque se aprecian los restos de recientes riadas. En el lado opuesto, en medio de la chopera, un farol de petróleo parece ser el único elemento indicador de la gran antigüedad de la foto, mientras que por encima se aprecia el perfil de la ciudad. A la izquierda se ve el volumen de la capilla Barbazana, y seguidamente el ábside de la catedral, que casi alcanza el borde del cortado sobre el río Arga. Llegan a verse asomar, incluso, los remates de las torres barrocas de la fachada. Cierran, por la derecha, las casitas que por este frente desafiaban al cierzo, a condición de disfrutar de una de las vistas más bonitas de la ciudad.

HOY EN DÍA tan solo la crecida vegetación impide repetir miméticamente la fotografía de 1896, puesto que el paisaje de esta zona de Pamplona apenas ha cambiado. El puente debe su nombre a la antigua leprosería de Santa María Magdalena, perteneciente a la Orden de San Lázaro, y había sido levantada aquí, en el siglo XI, para atender a leprosos, peregrinos jacobeos y vagabundos enfermos. Con el tiempo, un grupo de casitas se fueron agrupando en torno al lazareto, dando origen al barrio de la Magdalena, mientras que la casa benéfica desaparecería para siempre con las desamortizaciones del siglo XIX, dejando su nombre como único recuerdo de sus siete siglos de existencia.

Por cierto que, en el caluroso verano de aquel año de 1896, mientras que Pamplona sesteaba mirando su reflejo en el Arga, en las islas Filipinas se preparaba ya el desastre de 1898. El 15 de agosto de aquel año se declaraba el alzamiento del Katipunan, al rebelarse los filipinos contra los colonizadores españoles. El presidente del Gobierno, Antonio Cánovas del Castillo, defendería encendidamente la irrenunciable españolidad de Cuba y Filipinas, asegurando con grandes voces que nunca aceptarían la independencia de dichos territorios. Y es que, mirando pasar las aguas del río bajo los arcos del puente de la Magdalena, uno se da cuenta de que hay cosas que no han cambiado nada en estos 118 años...