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Estómagos llenos para bolsillos vacíos

Los hermanos Fernandino ofrecen hasta 2.500 platos a un euro cada sábado en el Common Good de Barañáin, un local con apenas un mes de vida

Estómagos llenos para bolsillos vacíosFoto: Javier Bergasa

barañáin - Son ocho hermanos. Tienen entre 30 y 48 años y hace un mes inauguraron el restaurante Common Gooden Barañáin; negocio con el que han salido del paro y en el que trabajan casi 30 personas, asociándose todos los empleados como una cooperativa que busca "el bien común". En los 400 m2 de local del que disponen, ofrecen raciones a un euro y entre sábados y domingos dan de comer a más de 4.500 personas. Se llaman Mari Carmen, Rosa, Miguel, Ángel Mari, Ramón -trabaja su mujer, Patricia Elizalde-, Blanca Esther, Marisol y Javier.

Los hermanos Fernandino Martín llevan la hostelería en la sangre. Sus padres fueron los primeros gerentes de La Ballena Verde, un popular restaurante de San Jorge. "Este proyecto nos surge porque nos vamos quedando los hermanos en paro y con la situación en la que estamos no encontrábamos trabajo, así que decidimos volver a nuestras andadas", cuenta Ángel. Comenzaron a desarrollar su idea en junio del año pasado, cuando se hicieron con el local -la antigua sidrería Auzmendi-, ubicado junto a las piscinas de Lagunak. "Entre todos los socios hemos hecho también la obra. Compramos la madera y hemos fabricado las mesas y los cenadores", explican.

Y la idea, raciones a un euro y bebida a precio de mercado, vino motivada por la crisis económica y la situación del establecimiento. "Buscamos ideas locas para atraer a la gente del centro, buscando que todo el que quiera pueda salir a comer o cenar fuera de casa sin gastarse un dineral", afirman. "Hay gente que no puede salir de casa porque los sueldos están de pena y aquí vemos familias que vienen hasta dos o tres días seguidos, cosa que en un bar normal no pueden hacer", apuntan.

Aunque no les gusta darse mérito e insisten en recordar que el negocio sale adelante gracias al esfuerzo de los 28 socios y que todos son "iguales", es cierto que fueron Ángel y Javier los que comenzaron a promover la idea entre el resto de sus hermanos, y Mari Carmen y Rosa, las más mayores, las que invirtieron capital en él. "Al empezar nos encontramos con los problemas que existen a la hora de montar una cooperativa: los avales, y dos de las hermanas se volcaron en nosotros para ayudarnos, aportando el capital y todo lo necesario para que el banco nos dé un préstamo", relatan. Ahora, en la sociedad cooperativa, el 70% de las acciones son de todos los trabajadores del local, y el 30% de las hermanas que han invertido el dinero. "Nunca con el objetivo de lucrarse o enriquecerse, sino de recuperar el dinero que han aportado", matizan.

Pero no es un camino de rosas. El trabajo y el esfuerzo es necesario. "Hay fines de semana que trabajamos 16 horas por 26 euros al día para llegar a 800 euros al mes. Muchos socios se han ido porque es un gran esfuerzo, una apuesta que hacemos entre todos", señalan. El objetivo que persiguen es poder conseguir un sueldo de 1.200 o 1.500 euros a mes; a partir de entonces, las socias capitalistas empezarán a recuperar el 30% invertido.

optimismo No tuvieron miedo a lanzarse a la aventura. "Llevaba dos años en paro y Blanca también. Estaba ya que no sabía qué hacer, pero con gracia e ilusión siempre hay maneras de luchar por un negocio de hostelería", indica Javier. "No teníamos otras perspectivas, pero yo tenía muy claro que la idea era buena y que iba a triunfar. Lo tenía muy claro porque no podía fallar una idea así: un esfuerzo tan grande, con raciones a un euro y de gran calidad, era imposible", define Ángel.

Para ellos, la mayor dificultad era que todos los socios "compartieran la idea". Y los 28 que actualmente trabajan en el establecimiento, lo hacen. "La motivación es distinta si el beneficio se reparte entre todos. Es diferente a que veas que tú te estás matando a trabajar mientras tu jefe se ha comprado un Mercedes. Aquí nadie es jefe. Todos somos iguales y votamos en asamblea", exponen.

La relación entre hermanos también se ha hecho más fuerte. "Reñimos mucho pero estamos muy unidos, de siempre. Somos una gran familia y tenemos costumbre de juntarnos para comer en una finca, como si fuéramos amigos. Ahora desde junio que estamos trabajando en esto la cosa ha cambiado, pero nos ha unido aún más", asegura Ángel. "Lo que queremos todos -hermanos y socios- es que no que falte el trabajo", añade.

Sin parar de sonreír, y aunque parezca una contradicción, los hermanos se ponen serios y hacen autocrítica. "Nos tenemos que ir superando cada día, pulir y solucinar los fallos que tenemos", indican, en referencia al tiempo de espera que los clientes se encuentran a veces en el local. "Vamos a cortar un poco la variedad de 60 y 80 platos que tenemos entre semana y optar por comida de puchero, comida de la abuela, más rápida y con la que intentaremos atraer la atención de los trabajadores de las fábricas", destaca Ángel. Entre sus objetivos a corto plazo, también está centrarse en ofrecer desayunos y almuerzos a un euro.

Son conscientes de que el trabajo que exige esa búsqueda del bien común es "esclavo", pero afirman que lo tienen "asumido". "Yo estaba loco por trabajar en lo que sea", cuenta Javier. "Es que éste disfruta trabajando. Tú le ves cómo atiende a la gente y ves que disfruta, que le encanta", dice su hermano Ángel. "Es que hay que sentirlo, hay que creer en la idea, ver que cada día te superas un poco más y que vas hacia adelante", termina Javier.