tudela - Su madre le ha contado que cuando era crío lo llevaban al campo metido en el morral de la caballería que arrastraba el carro en el que iban de casa hasta el huerto. Eran los tiempos en los que la Mejana de Tudela daba de comer a muchas familias que dependían de la fertilidad de sus parcelas y del trabajo del hortelano, una figura prácticamente en extinción que Emilio Gil Gil, de 58 años, vincula con emoción y orgullo a sus antecesores. "Mi padre aprendió de mi abuelo y yo aprendí todo lo que sé sobre el campo viendo a mi padre trabajar", dice. Casado, padre de dos hijas y embelesado abuelo de un bebé de ocho meses llamado Javier, a Mortero, que es como todo el mundo lo conoce en Tudela y como a él le gusta que le llamen, se le ilumina el rostro cuando habla de las propiedades que han hecho famosas las verduras de Tudela, alrededor de las que este fin de semana gira el grueso del programa de las Jornadas de Exaltación de la Orden del Volatín. El ruido del evento, que cumple dos décadas, no altera el ritmo de las cuadrículas de cultivo en las que los escasos hortelanos de toda la vida mantienen viva la esencia de la agricultura más tradicional. "Hortelanos de verdad quedan cuatro o cinco. El más joven, aparte de yo mismo que compagino esto con otro trabajo, tiene de sesentaytantos años para arriba", constata Gil, con el mal presagio de que su oficio tiene los días contados si no se da a conocer entre los más jóvenes. "Los hijos ya no van al campo. En la Mejana, conforme ha ido fallando la gente mayor, han ido desapareciendo los huertos y se está desperdiciando la calidad de esta tierra. La gente viene porque se ha construido casas de recreo con césped y piscina", afirma. Él mismo ha vivido este cambio generacional, primero con sus siete hermanos, cuatro chicos y tres chicas, y luego con sus hijas. "Una es médico y la otra maestra; es normal que la gente joven haga su vida", reconoce. Sin embargo, no tira la toalla porque está convencido de que "cuando le enseñas a la gente lo que es realmente el campo y cómo sale adelante una planta, se maravilla. Yo estaría dispuesto a que los colegios vinieran para enseñarles mi trabajo, sin cobrarles nada", asegura, recordando que en anteriores Jornadas de Exaltación de la Verdura se programaban con mucho éxito actividades similares para adultos y pequeños.

siglos de historia "La verdura se trabaja todo el año, no sólo una o dos semanas. El cultivo de temporada necesita atención todos los días porque luchamos contra el tiempo", dice Emilio Gil caminando entre hileras de alcachofas en plena floración. Azada en mano porque "aunque utilizo pequeños motocultores o y tractores, aquí todo se hace a mano como lo hacía mi padre", Gil recorre las 7 robadas de tierra que posee en la Mejana y las otras 5 que arrendó. Para él, la superficie de cultivo se mide en robos, una palabra utilizada en la Ribera y que equivale a la robada, es decir, 898 metros cuadrados. En sus robos, Emilio cultiva alcachofa, patata temprana, habas, cebolletas, tomate, espárrago... Como él dice: "un poco de todo", incluso variedades propias de Tudela que no se encuentran en grandes explotaciones, como el llamado grumillo, un tipo de lechuga de cogollo "mucho más fina".

Lo cierto es que pocos consumidores prueban la escasa verdura que proviene de los contados huertos de la Mejana. "Solo unas pocas tiendas y restaurantes tienen producto auténtico de aquí porque sale muy poca cantidad y llega con cuentagotas", certifica Mortero. Sobre la fama de estos pequeños cultivos, desvela que "su calidad viene, además de por el cariño con el que se hacen las cosas, por esta tierra que una es una mezcla de la arena virgen que ha dejado la madre Ebro después de las crecidas y del buro (barro) rojo que baja de los montes del Cristo". Esta combinación llamó la atención de los romanos y, posteriormente, de los mudéjares que fueron las dos culturas que primero explotaron este regadío, cuyo nombre (mejana) significa "isla fluvial" ya que está formada por los sedimentos arrastrados por el río durante siglos. Lógico que Mortero no pueda evitar pensar muchas veces que "cuando yo desaparezca, este huerto desaparecerá. Conmigo se irá el trabajo de mi padre y de mi abuelo", dice cabeceando.