beire - Desde ayer descansa en el poblado de Turbil (Beire) una réplica exacta de la estatua íbera descubierta en 2010 por el vecino de Olite Julián Algarra. Se trata de una estatua-estela de 3,17 metros de altura y 1.270 kilogramos que representa la efigie de un guerrero armado con un disco-coraza protector sobre el pecho, que porta suspendido de los hombros mediante dos correas.

Con más de 2.200 años de antigüedad (se elaboró en la Edad del Hierro, entre los siglos V-III a.C.), supone la más antigua manifestación de escultura de busto redondo conocida hasta la fecha en Navarra y puede considerarse la estatua humana de tipología ibérica más grande de la Península, de ahí que la original permanezca almacenada en los Fondos de Arqueología del Gobierno a la espera de ser expuesta en el Museo de Navarra.

Al observarla, se reconocen el cuello, el pelo, los ojos y las orejas, si bien sus rasgos faciales se hallaron muy alterados. El cuerpo es un bloque sin detalles anatómicos. Se ha calificado como estela de tipo ibérico, ya que resulta similar a otras descubiertas en el Levante peninsular, propias de la cultura íbera.

Javier Armendáriz, el arqueólogo que encontró la parte inferior de la estatua a siete metros del lugar en el que fue hallada la cabeza (al parecer los romanos pudieron partirla en dos intencionadamente), subrayó la importancia del descubrimiento “ya no solo para la arqueología Navarra sino para el Valle del Ebro porque este tipo de manifestaciones artísticas estaban ausentes en esta zona”.

El alcalde, Sergio Fresán, no ocultó su “satisfacción por poder colaborar con la historia a través de este hallazgo”, y agradeció la labor desempeñada por el Gobierno de Navarra que ha sufragado la réplica (en especial al consejero de Cultura Juan Luis Sánchez de Muniáin), por Armendáriz y por el cantero encargado de elaborar la reproducción, Valeriano Jaurrieta, haciéndoles entrega de sendos obsequios.

El artífice de la obra confesó que durante la confección de la réplica, que realizó en dos semanas, utilizó “herramientas poco afiladas y sin punta” para lograr un acabado similar al original.

Por último, destacar que la estela pudo ser un símbolo protector e identificativo de la comunidad que la erigió, ya que al parecer el espacio donde se encontró pudo ser un lugar sagrado (un santuario), aunque no deja de ser una hipótesis.