Alba, el ángel pelirrojo
El próximo domingo, la pequeña Alba Garde atravesará el cielo de Tudela en la plaza de Los Fueros Los últimos ensayos de una ceremonia que tiene más de 350 años se celebraron la semana pasada
tudela - Rodeada de amigos y familiares, Alba Garde, de 8 años, realiza el último ensayo antes de que el Domingo de Resurrección atraviese el cielo de Tudela. Risueña, tranquila, pelirroja y con una de las miradas más cándidas que se pueden encontrar, Alba escuchaba las palabras y los consejos que Miguel Ángel Vallejo le pronunciaba casi susurrando mientras, colgada del techo, sonreía al verse rodeada de sus amigas y de sus padres. Frente a ella, Celia de Vega seguía sus movimientos sin poder evitar cierta nostalgia de aquel 31 de marzo de 2013 cuando salió del templete en la plaza de Los Fueros. Al lado, otro veterano, Martín Villanueva (Ángel de 2012) observaba con seriedad la escena de este bodegón de tradiciones que recoge el garaje de Pachi Cambra para que el 5 de abril pueda realizar con éxito la Bajada del Ángel.
Sin un ápice de nervios, inseguridad o miedo a la responsabilidad de que de su destreza y determinación dependa una ceremonia que tiene, en este formato, más de 350 años, la pequeña Alba inició el proceso de ponerse las prendas fundamentales que vestirá el 5 de abril: el corsé, las alas y la corona. Todo ha de ajustarse a su cuerpo que, a sus 8 años, crece y cambia cada día. “No puede ser. Hace dos semanas le tomé la medida para el corsé y ahora le queda pequeño”, aseguraba Goyo Terrén mirando a Vallejo. “Hay que reajustar el corsé”, decía ante la sonrisa de Alba, mitad de complicidad, mitad de culpabilidad como si hubiera roto un cristal con la pelota, “deja de crecer”.
Entre sus pecas y su pelo naranja, que Alba Garde se ponga colorada pasa casi desapercibido. Será recordada sin duda dentro de la larga lista de Ángeles de Tudela. Es una de las más altas, zurda, pelirroja y será la tercera niña que se viste de blanco.
el ensayo Ana María Arregui, junto a su marido Miguel Ángel Vallejo, se ocupan de elegir, enseñar, cuidar, vestir y acompañar hasta la Casa del Reloj a los pequeños que protagonizan cada año la Bajada del Ángel y durante medio año se convierten en los segundos padres de todos estos chiquillos que, en la capital ribera, forman una especie de familia. Los lazos que se crean son imposibles de romper y eso se ve en los saludos y las miradas que se cruzan, incluso cuando están colgando de la maroma.
Ante la mirada de los curiosos, Ana María le peinaba, acicalaba y le colocaba la corona para que se ajuste a la cabeza y no le baile cuando esté en las alturas, al tiempo que le entregaba el banderín azul.
“Venga, la música”, señaló Miguel Ángel para dar inicio al ensayo. A través de una tablet sonó la Marcha Real, himno de la Bajada del Ángel desde muchos años antes de que fuera también himno nacional. Las nuevas tecnologías han entrado también en estos ensayos y el “¡Chunta, chunta, tachunta, chunta, chunta!”, que coreaba hace unos años Vallejo, sale ahora de una grabación.
Alba comenzaba a mover en el aire las manos. “Sales del templete, te santiguas, aleluyas”, le indicaba, “llegas al kiosco, aleluyas...”, al tiempo que Ana Vallejo (hija de Miguel Ángel) se agachaba con la corona de la Virgen, tapada por un pañuelo negro, para que la pequeña le retirara el velo y culminara el ensayo de la ceremonia.
Antes de pronunciar la frase más famosa de Tudela, se santigüó tres veces y en todo el garaje se guardó un respetuoso silencio expectante. “¡Alégrate María, porque tu hijo ha resucitado!”, y seguido retiró las horquillas que sujetan el velo a la corona, cogió con la boca el cordón del velo y, a la primera, se lo echó sobre el hombro derecho, dado que Alba, además de ser el primer Ángel pelirrojo de la historia de Tudela, es uno de los pocos zurdos que han participado en la ceremonia. Luego quedaba lo más sencillo, volar hacia atrás hasta llegar al templete. “Arriba esos brazos”, le reclamaba Vallejo cuando la niña se cansaba de moverlos, “¡echa aleluyas!”.
protagonista Terminado el ensayo era el momento de antender a los medios, como las grandes estrellas. “Voy muy cómoda. Me han llamado la atención solo en un momento en que me han dicho que podría pasar que la cuerda se gire cuando esté arriba y lo que tendré que hacer es... ¡volverme a girar!”, indicaba Alba ante los micrófonos. “Lo que más me cuesta es estar todo el rato moviendo los brazos para darme impulso”.
El 31 de marzo de 2013, cuando Alba acudió a la plaza de Los Fueros para ver cómo volaba Celia, la pequeña pelirroja se volvió hacia sus padres, Gabriel y Conchi, y a su hermana mayor Luz, y les dijo: “Quiero hacer lo que hace Celia, ¿me apuntáis para ser Ángel?”, y lo que para muchos niños es un deseo pasajero, para Alba se convirtió en una petición constante.
El jueves, en su último ensayo, Celia de Vega miraba con cierta envidia y nostalgia a Alba. “Sí, me gustaría volver a hacerlo”, comentaba, al tiempo que le aconsejaba “que no se ponga nerviosa y que disfrute, porque seguro que lo va a hacer muy bien”. De hecho, el día de su presentación anunció a los tudelanos que “se lo pasen bien el Día del Ángel, porque yo pondré de mi parte para que todo salga a la perfección”.