llevo corriendo no sé si dos horas. Estoy cansado de subir y bajar los muros de las huertas. Ayer fui previsor y en la de Eustaquio, que va camino de la sierra, me preparé un escondrijo para descansar un rato de esto que parece una cacería. ¡Joder, que este año les va a costar cogerme!.
Roberto y Anastasio me ayudaron a vestirme por la tarde, después de comer. La comida siguió al almuerzo y aún la víspera tuvimos cena. Qué manera de comer y beber y cantar y hasta bailar. Que gaiteros nunca nos han faltado y que los tenemos retenidos desde ayer. “Haciendo ejercicios espirituales” dice el tamborico que les acompaña y que retumba en la sala que da gusto.
Llevo muchos años con esto de hacer de “Juan Lobo”. Mi padre también lo representaba y desde chico me picó el gusanillo. Cuando alguien me preguntaba qué quería ser de mayor, yo contestaba todo orgulloso, pues que Juan Lobo, esa era mi vocación.
Roberto y Anastasio no han parado de reírse mientras me ayudaban a colocarme el disfraz. Me han desnudado y me he quedado sólo con el calzoncillo. Que porqué no me he puesto uno menos chillón, me suelta el Anastasio. Que ese calzoncillo de lunares le recuerda al viaje que hizo en Semana Santa a Andalucía. Al traje que vestía aquella muchacha en un tablao flamenco donde pasaron la tarde entera de lo bien que estaban viendo cantar y bailar.
Me han pintado de negro hasta el corazón y me han puesto hojas hasta de olivo, que parecía un árbol. Que no se vea quién eres, me dice Roberto. La verdad que todo el mundo lo sabe, aunque una vez disfrazado da mucha impresión. Cuando salgo de estampida y asusto a todo bicho viviente, algunos críos venga llorar, y mira que les dicen que soy Pedro el de casa Tomasa, pero ni por esas, que parece que doy miedo vaya!
Por la mañana hemos estado de ronda, casa por casa. Hemos arrancado temprano. Porque ya son fechas estas de venir la gente al pueblo: los que andan por Pamplona de fijo durante la semana trabajando, también los que van a Logroño, y los más abuelos que de cara al invierno prefieren la capital y que una vez que se calientan las casas se vuelven para el pueblo.
De casa en casa y buena mistela y pastas, y más hacia el mediodía chorizo y jamón curados en la bodega y vino también, naturalmente. Y qué de versos bien cantados y qué de ingenio. Toribio es una maravilla, le sale cada cosa que nos hace tirarnos por el suelo de la risa. Le gusta meterse con Remigio, por eso del ligue con una holandesa que se despistó haciendo el Camino de Santiago y acabó una semana haciendo turismo por el pueblo. Esto de los versos es una tradición muy antigua. Mi padre me contaba que ya en tiempos del abuelo había esa costumbre.
Hoy calienta de lo lindo y la gente enseguida tomará el camino de casa y habrá que echar siesta porque la tarde será larga.
Los cofrades no, nada de siestas. Empezamos ayer con esta especie de gula interminable. Para las cinco iremos poco a poco hacia la Balsa. Este año es de poca agua y el nivel de la Balsa es bajo. Por la mañana la han rellenado con unas cuantas cisternas de agua para que el remojo sepa menos a barro.
Ya vienen de nuevo los de la cofradía, bien trajeados como manda la tradición. Blanden palos y bastones. Hay mucha gente viendo alrededor de la balsa. De un tiempo aquí, esta fiesta ha cogido fama. Vienen de todos los sitios. El año pasado vino hasta una televisión belga que bien que le daba al tintorro el cámara. No sé si luego saldría todo hasta borroso de lo que se movía por lo contento que estaba.
Los cofrades ya han bailado la jota delante del cofrade mayor. Los gaiteros han tomado un descanso, llevan sin dejar de soplar desde ayer. Ahora sí vienen a por mí, y esta vez me cogerán. Y es que no puedo más, tengo un tobillo resentido de saltar el último ribazo que casi me trago el portalón de Casa Remigio. Vienen a por mí, pero cuando pase junto a la Balsa me llevaré conmigo a toda la cofradía entera, que tocará repartir el chapuzón y el barro. Luego iremos para la plaza. Bueno, a mí me llevarán en un burro.
Allá en la plaza me juzgarán y la sentencia me condenará a muerte por disparo de escopeta. Mientras me haga el muerto los jóvenes del pueblo bailarán el baile de La Balsa y tumbado desde el suelo abriré un ojo para disfrutar de lo bien que bailan.