Los ganaderos se preparan para el invierno
Este año el tiempo caluroso ha propiciado que los nekazaris de la montaña puedan hacer las hierbas sin depender de la climatología
e n estos días soleados el paisaje del Pirineo ofrece una de sus estampas más bonitas: bolas de hierba repartidas por los campos en los que se oye sin cesar el ruido de los tractores. Todo ello fruto del trabajo de hombres que en estas fechas hacen las hierbas para que a su ganado no le falte alimento durante el largo invierno.
Este año ha sido muy bueno ya que las altas temperaturas han favorecido que la hierba se secara antes. Si el tiempo estuviera tan asegurado, muchos ganaderos elegirían empacar la hierba en seco, pues tiene muchos más nutrientes y hace que los animales no defequen de forma tan ligera, lo que conlleva ahorro en paja para cama. Sin embargo, otros ganaderos prefieren no tentar a la suerte y asegurarse empacando las bolas de silo, cubriéndolas con un plástico negro.
En Abaurrea Alta, por ejemplo, hacen bolas de silo. Así se aseguran de que la hierba se conserve tal cual la han recogido y además no necesitan tener almacén, ya que se pueden dejar al aire libre durante el invierno. “Hacemos 600 bolas de silo y unas cien las hacemos en seco porque tenemos sitio en el almacén”, dice Ioseba Ordoñez Carballo, vecino de Abaurrea Alta de 31 años. En su caso, utiliza 2 bolas y media cada día para alimentar a sus 55 vacas. “En Abaurrea el invierno es muy largo, a veces incluso nieva en mayo, por eso tenemos que estar preparados”, afirma.
El caso del valle de Arce es bien distinto, ya que al ser menos húmedo, la pradera se seca más fácil y por eso hacen la hierba en seco. “Las fincas están lejos del pueblo y preferimos recogerla y almacenarla cerca de casa”, comenta José Ignacio Videgáin Ibarra, vecino de Arrieta de 54 años. Suele producir 600 bolos en seco. Así, también se evita el gasto de comprar paja para cama de sus vacas y yeguas. Además, las particularidades de los terrenos en el valle también son diferentes. “Aquí no hay concentración parcelaria, por lo que los campos son muy pequeños y el terreno es peor”, se lamenta. A esto hay que añadir el problema de los jabalíes, que les obligaría a poner cercas eléctricas en los campos. “Por eso en Arce ya no se cultiva nada, todo es pradera”, añade.
Otros optan por un método más antiguo, como lo hacen los hermanos Rafael y Paulino Larrea Larrea, vecinos de Erro, de 78 y 85 años respectivamente. Actualmente tienen 200 ovejas. La hierba la hacen en pacas pequeñas y en seco porque a las ovejas les resulta mucho más gustosa la hierba seca. “Las ovejas comen mucho, utilizamos una media de doce paquetes al día”, explican. Este año han hecho menos paquetes, unos 1800. El problema de hacer paquetes pequeños en seco es que no hay maquinaria para poder cargarlos, por lo que se necesitan mínimo dos o tres personas para trasladar todos los paquetes al almacén. Pese a los inconvenientes, los hermanos Larrea prefieren seguir usando este sistema.
Hoy en día la maquinaria agrícola ha avanzado y sigue avanzando mucho. Por este motivo cada vez es más caro para un solo ganadero invertir dinero en carros que les ayuden al manejo de las hierbas. Por eso algunos optan por compartir maquinaria para abaratar costes, como es el caso de Aritza Dufur De Ynchausti, vecino de Auritz. Junto a otros vecinos de Auritz y Jaurrieta tiene una sociedad y comparten la maquinaria que usan en sus tres explotaciones. “Nos ayudamos unos a otros, cada uno con nuestras máquinas, pero también compartimos un autocargador para hacer silos en montón”, comenta. Este carro que recoge la hierba verde para luego hacer un montón cubierto con plástico es muy caro para una sola persona. Estos tres socios lo compraron hace siete años y ahora vale el doble, más de 70.000 euros. “Nosotros apostamos por hacer un forraje de calidad, por eso es fundamental tener buena maquinaria para conseguirlo”, afirma.
Pero la calidad no siempre se puede conseguir si no hay un apoyo detrás. Fernando Garralda Villanueva, vecino de Aurizberri- Espinal de 49 años, se lamenta del escaso apoyo que reciben desde el Gobierno, ya que aún no han cobrado las ayudas para este año. “Si no nos apoyan, esto se va a morir. Es evidente que no podemos vivir de las subvenciones, pero tampoco podemos competir con los alemanes o franceses”, se queja. En esta zona tan desfavorecida, marcada por un clima invernal, los terrenos a veces son excesivamente pendientes y ni siquiera disponen de maquinaria para hacer los pastos. Los cultivos de cereal o maíz forrajero tampoco producen como en Pamplona. Pero para muchos ésta es la única opción si se quieren quedar a vivir aquí. “Si dejo las vacas, ¿a dónde voy a ir? A mí no me esperan en ningún sitio”, reconoce Fernando.
A pesar de que cada vez haya menos ganaderos, está claro que los que hay quieren seguir luchando, ya sea porque no les queda otro remedio o porque quieren apostar firmemente por vivir en el Pirineo. Sea como fuere, son conscientes de que si no hay relevo generacional, esta profesión terminará desapareciendo. Mientras tanto, habrá que confiar en que el año que viene podamos disfrutar de nuevo de estos bonitos paisajes.