urraúl bajo - La vida de José María Iriarte ha transcurrido entre las piedras y la tierra de su Grez natal. En el pequeño pueblo del valle de Urraúl Bajo, este agricultor y ganadero nacido en 1945, considera que lo ha dado todo por el mundo rural y la recuperación de su patrimonio. “Siento la obligación de mantener estas casas que hemos contemplado desde generaciones. Nuestros antepasados las levantaron con menos medios técnicos y económicos, y ahora nosotros con más, ¿vamos a dejar que se derrumben?”, se pregunta.
Iriarte se ha embarcado personalmente en la rehabilitación de dos edificios: su casa palacio (2005), que data del siglo XV, y la denominada Torreón de la Bruna, con una torre medieval del XI, transformada en casa rural en 2013. Además, ha impulsado la restauración de la iglesia de San Esteban y Santa Quiteria, cuando faltaba poco para su derrumbe. “Cuando los técnicos venían a las obras de la casa, yo aprovechaba para llevarles a la iglesia y les enseñaba la pila bautismal y las pinturas. Sabía que si se caía del todo, no la levantarían nunca”.
Iriarte se considera de esas personas que se interesan y hacen cosas por el bien común. “Me he movido; no me gusta ver ruinas”, asevera. Siempre inquieto por mantener el patrimonio y llevar la vida al valle y al pueblo en el que tiene arraigadas sus raíces. Y cierto es que lo ha hecho a título personal, pero también que ha ejercido durante catorce años como alcalde y concejal del ayuntamiento de Urraúl Bajo. En esta legislatura, él y sus compañeros de la Agrupación San Pedro Mártir, han dado paso a una nueva generación de vecinos y vecinas comprometidos. “Hay que dejar hacer a nuevas generaciones y dar paso a nuevas ideas y formas de hacer cosas. Lo más importante es trabajar por el pueblo, por el valle y por mantener el medio rural que está muy olvidado, dejado de la mano de los políticos, y es también necesario para la ciudad”, insiste.
Y si los pueblos están dejados de la mano de los políticos, la iglesia de Grez, del siglo XII, estaba dejada de la mano de Dios. El pasado invierno, el peso de las últimas nieves hizo caer el techo sobre los bancos todavía distribuidos en el coro, al lado de una hermosa pila bautismal rodeada de pinturas románicas. “Después de quince años cerrada por falta de vecinos y de sacerdotes, la techumbre de la torre se había venido abajo y era urgente actuar”, explica.
Tras años de gestiones y de insistir, a primeros de junio los primeros andamios fueron descargados en la puerta de la iglesia. Habían conseguido financiación del Gobierno y se iniciaban las obras adjudicadas a Construcciones Aranguren por un periodo de seis meses y un presupuesto de 240.000 euros. “La intervención contempla cubiertas y fachadas, y esperamos que con otros 100.000 se acometa la restauración de las pinturas”, confía Iriarte.
Reconoce el vecino de Grez que en este camino no ha estado solo. Ha contado con entusiastas como el agente de desarrollo de Cederna, Carlos García. “Hay que agradecerle el interés que ha mostrado siempre por mantener estos edificios”, subraya, sin olvidar tampoco a la Institución Príncipe de Viana.
pasado y futuro En el silencio del pueblo prácticamente deshabitado hablan sus piedras del pasado blasonado; y su antigua torre de vigilancia, convertida en moderna casa rural, indica que Grez fue en su origen un lugar de señorío.
Llegar al lugar y encontrarse a Iriarte que va de una casa a la otra es una imagen habitual. Con su iniciativa, la vida ha vuelto al Torreón de la Bruna, la casa rural, con ocupantes que van y vienen y disfrutan del descanso y el contacto con la naturaleza, como un ejemplo de que la renovación del patrimonio de los pueblos es el motor de su propio desarrollo. Como el abastecimiento del agua, por lo que trabajó durante años en el ayuntamiento; sabía que la solución a su escasez daría luz verde al desarrollo.
Iriarte está satisfecho de haber conseguido que se lleve a cabo la restauración de la iglesia y, además, convencido de que se sumará a los atractivos turísticos de la zona como reclamo turístico. ”No podemos dejar desaparecer la memoria de los pueblos. Hay que tomar consciencia de que debemos mantenerlos y darles vida, y después, buscar fórmulas para lograrlo”, sentencia.