En 1896 Pamplona era una ciudad totalmente militarizada, considerada de importancia estratégica por el Ramo de Guerra español, y consecuentemente rodeada de murallas por todas partes. Las guarniciones militares en ella acuarteladas ejercían un férreo control sobre la población, que vivía física, política y moralmente constreñida, y con un día a día literalmente regulado por los toques de corneta de los cuarteles, que resonaban por toda la ciudad. Diana, fajina, retreta, oración, silencio...
La foto muestra a un escuadrón de caballería del regimiento Dragones de Numancia, que ha ocupado el Rincón de la Aduana para una de sus exhibiciones. El corte de la imagen por el lado izquierdo permite identificar perfectamente la zona, que permanece igual que hoy hasta el mismo centro de la fotografía, aunque hacia la derecha vemos que el resto de inmuebles ha cambiado más de lo que en principio pudiera pensarse.
Hoy en día la vida cotidiana de Pamplona ha cambiado de manera radical, aunque a veces da la sensación de que bajo sus adoquines subyace aún algo de aquella lejana ciudad de provincias, cerrada, tristona y militarizada, usada de continuo como patio cuartelero.
Poderes fácticos que campean con indisimulada prepotencia, periódicos de rancio abolengo que crecieron a la sombra de un Régimen al que favorecieron y apoyaron, algún que otro cargo político, nombrado a dedo desde Madrid, que mata su ociosidad con bravuconería, como queriendo conseguir a base de baladronadas lo que las urnas no le dieron en esta ciudad. Todo ello sazonado con una buena dosis de ansia de notoriedad barata, y con alguna que otra resolución judicial incomprensible, que alguien deberá algún día explicar. Con esto y con mucho más, amigas y amigos de Adiós Pamplona, hay que lidiar en esta Iruñea de nuestros dolores. ¡Y podéis estar seguros de que no nos van a parar...!