Síguenos en redes sociales:

Cuatro mujeres para no olvidar

Cuatro mujeres para no olvidar

la semana pasada se cumplieron 69 años de tres días que llenaron de sangre las familias, las casas y las calles de Tudela tal y como relatamos en el artículo publicado el pasado 15 de noviembre bajo el título Tres días de sangre. Tratar de acercarse a la vida y a las circunstancias de la muerte de los asesinados sirve, cuando menos, para darse cuenta de que eran personas con rutinas, amigos, hijos, amores, aficiones, manías y pasiones, como cada ser humano. Por eso es tan importante poner nombre, rostro y circunstancias vitales a quienes mueren asesinados, como forma de luchar contra un número, que siempre es más fácil de borrar. La noche del 14 de noviembre de 1936 Jesusa Ruiz Melero quedó en una fosa de un lugar que aún no se ha identificado. ¿Cuál era su delito? Había trabajado como lotera y de ahí pasó a servir en casa del que fuera alcalde Aquiles Cuadra. Después se dedicó a vender alhajas por los pueblos. Le acusaron de repartir propaganda de partidos de izquierdas y ahí acabó su vida, con 37 años de edad. En aquel 12 de noviembre también fue asesinada Josefa Bueno Azcárate, de 29 años de edad, que pocos días antes se había quedado viuda de Juan Fidao también fusilado días antes. El matrimonio dejó tres hijos huérfanos que empezaron a vivir un calvario por el mero hecho de que sus padres habían pertenecido a un partido político. En la misma fosa quedó para siempre el cuerpo de Jesusa Olloqui que había militado en el Partido Comunista. A sus 54 años de edad (que pueden ser como los 70 de hoy en día), y sin militancia conocida, Juana Charela Vidas resultaba tan peligrosa que fue también asesinadaun 14 de noviembre. Sin embargo, ninguno de estos cuatro nombres aparecen hoy en las calles de Tudela para recordar la masacre y el triunfo de la sinrazón en la apoteosis de la locura que, necesariamente, contó con un silencio cómplice. Si están los nombres de aquellas personas que por profesión o por elección tomaron un arma. Estas cuatro mujeres, las únicas que se asesinaron en la Guerra Civil en la capital ribera, no figuran en ninguna lápida porque no tenían cargo público ni político y poca gente se acuerda de ellas. Por eso es tan importante la memoria histórica, porque es una manera de recuperar a aquellas personas a las que la historia y el odio les atropelló una noche sin ningún miramiento.