Síguenos en redes sociales:

Oblatas,. Valor y entrega

Estas religiosas dan nombre a grandes construcciones, como su conjunto residencial y el puente sobre el Arga, pero su mayor valor es la entrega a mujeres marginadas. Un reportaje y fotografía de Manuel Mª Sagüés Lacasa

Oblatas,. Valor y entrega

Montón de matrimonios se han dado el sí quiero en la bonita iglesia del colosal convento pamplonés de las Oblatas. Marco cómodo y, sin duda, fotógénico para bodas, bodorrios y bodones de postín. Mas los verdaderamente grandes maridajes en este lugar, que señala la senda entre los barrios de Rochapea y San Juan, han sido los oficiados por estas hermanas entre legión de mujeres (marginadas en los fangosos y crueles sótanos del abandono y de la prostitución) y la vida digna. Valor inequívocamente antagónico a otros que campean a sus anchas en los tiempos modernos. A priori, choca un tanto el que mujeres tan entregadas (de oblación, oblatas) ocuparan desde el 12 de junio de 1948 tamaño edificio, importante y valiosa obra del arquitecto Eugenio Arraiza Vilella, y que amplió en 1954.

La decisión de traer a Pamplona esta casa conventual (también noviciado, de profesas, de familia y de acogida y formación de prostitutas) la tomó la entonces madre general, Eugenia Pérez Ilzarbe, navarra de Etayo. Pero las Oblatas ya llebavan en la capital navarra 46 años. En 1912, atendiendo la llamada de la entonces Condesa de Guenduláin, se instalaron en el actual número 4 de la calle San Saturnino y meses más tarde en la finca de San José, en lo que ahora es Orvina. Entre 1928 y 1933 vivieron en la calle Tejería. Luego, pasaron al edificio en el que hoy residen. En 103 años esta congregación ha parido 353 vocaciones navarras y ha atendido a más de 1.000 mujeres en estado de marginación. Este inmueble hoy se chulea en Pamplona con su esbelta armonía, como si se tratara de una reaparición de una estrella, tras las obras del parque de los Trinitarios, orden religisosa que, anteriormente (desde el siglo XVII), ocupó el mismo lugar. Esta obra es la mejor de la terna con la que la arquitectura nacional, neoclásica y moderna de la época clavó como una pica en el entramado de las calles de la ciudad. Esa elevación de colorado ladrillo caravista, mármol, losa y esos tejados de pizarra grisácea son también el argumento principal en el Monumento de los Caídos (donde estos días hay una pelea de valores ultras muy alejados al espíritu de entrega total de las Oblatas) y el Edificio del Gobierno Civil, ahora Delegación del Gobierno. El grueso de la edificación de las Oblatas está ocupado desde 2003 por una residencia privada para cerca de 200 ancianos que se anuncia Amma Oblatas.

la iglesia La iglesia del conjunto alberga unas pinturas que le aportan un acanelado punto bizantino. Posee un única nave de 30,70 por 31 m. Soporta una cúpula con balconcillos, dos tribunas y coro. El ábside está formado por columnas. El artesonado es de escayola imitando a madera. Las verjas son de forja. El baldaquino y el retablo los realizó el taller de Granada al estilo romano. Las esculturas de la Virgen y San José son de alabastro. El Redentor lo esculpió el valenciano Pío Mollar. Las pinturas son del artista Ballesteros y las bellísimas 9 vidrieras (una figurada) son obra de lo Artístas Artesanos de Irún.

El edificio anejo, más antiguo y modesto, es estancia de oración y de descanso a sus muchísimos años de entrega fiel y absoluta para 29 oblatas y seis de sus antiguas chicas.

Lugar este de las Hermanas Oblatas del SS. Redentor donde el escaparate emana ritmo abierto, solemne belleza y vigor. Pero lo que realmente tiene cuerpo y destella es el contenido: el espíritu de servicio, progresismo y feminismo inquebrantables de estas mujeres oblatas que han liberando (lo siguen haciendo por todo el mundo) a tantas otras. Y sus valores: valentía, compasión, alegría y gratitud. ¡Olé por ellas!