uharte arakil - Más allá de su sentido religioso, San Miguel de Aralar es un lugar emblemático para los amantes de la montaña. Por ello, desde hace cinco décadas, es el lugar elegido para celebrar el Mendigoizaleen eguna, un día de encuentros de los clubes navarros para despedir el año. Será mañana, el domingo anterior a la Navidad, con celebración doble. Y es que al 50º aniversario de esta fiesta se suma que el refugio vuelve a ser un lugar de acogida para los montañeros, con un fuego encendido donde poder calentarse.

“Un día que hacía un tiempo de perros, había dos chavales comiendo un bocadillo en el porche. Les dije que por qué no entraban y me respondieron que no tenían dinero para tomar algo en el bar. Les comenté que ya no”, apunta Miren Zulaika quien junto a su hermano Mikel son los nuevos arrendatarios del bar de San Miguel. Desde su llegada en octubre, está abierto todos los días, desde las diez de la mañana hasta las cinco o seis de la tarde, hora en que se cierra la iglesia. Además, han desaparecido los carteles en los que se avisaba que para comer en el refugio había que pasar por la barra.

“Es un sitio especial. No es un refugio al uso, ya que lo ofrece la iglesia, por eso tiene unos horarios. Es para lo que es, para que te puedas comer tu bocata y te puedas secar junto al fuego. Y no es necesario consumir”, destacan.

Miren Zulaika ha dejado el calor de Tenerife, donde ha vivido 24 años, por las alturas de Aralar. “Me estoy acostumbrando, poniéndome capas como las cebollas”, apunta, al tiempo que se muestra encantada con este otoño especialmente cálido. También con la experiencia de estar al frente del bar de San Miguel, al igual que su hermano. “Estamos muy contentos”, abundan. Este último, que también vivió en Tenerife, llegó hace unos años como cocinero para los anteriores arrendatarios. Al saber que éstos lo dejaban, animó a su hermana para cogerlo ellos. Y no tuvo que insistir mucho.

Curtidos en hostelería, Miren Zulaika dejó la cocina para ocuparse de la barra y su hermano, cocinero de formación y profesión, de los fogones. Comenzaron el 3 de octubre y pronto llegó el puente del Pilar, con una meteorología espléndida. “Fue una locura, con la barra y el comedor a tope. Pensé: si algún cliente se me pone borde, lo dejo. Y fue todo lo contrario, la gente con mucha paciencia y dándome ánimos”, recuerda. En este tiempo la mayor de los hermanos le ha cogido gusto a la barra. “Entre semana hablas con la gente y haces amistades”, apunta con un acento canario que desaparece cuando habla en euskera. Y es que además de acogedores y serviciales, los nuevos arrendatarios de San Miguel son euskaldunes, algo que agradecen muchas de las personas que suben a Aralar.

Lo cierto es que siempre hay alguien por San Miguel de Aralar, llueva, nieve o luzca el sol. “Además de gente que viene a realizar monte, hay costumbre de subir a tomar algo. El otro día vino una mujer de Tolosa de 80 años que nos dijo que había venido a dar una vuelta”, apuntan.

Los Zulaika aseguran que su mayor satisfacción es ver disfrutar a la gente. “Lo más importante es que salgan contentos y con ganas de volver”. Naturales de Lasarte-Oria, a medio camino entre la playa y la montaña, señalan que son más de monte. “De pequeños veníamos mucho con nuestros padres a Aralar y también a Urbasa”, abunda. Aunque Miren Zulaika desea un invierno tranquilo y que todas las noches pueda volver a Lekunberrri, donde viven en la actualidad, su hermano está deseando que caiga una buena nevada.

RESTAURANTE Con un contrato de un año prorrogable, los Zulaika aseguran que se irán adaptando a la demanda según la marcha. Por ahora, ofrecen menús todos los días a 11,5 euros y bocadillos variados, platos combinados y repostería casera para los amigos del café con leche acompañado de dulce. Para el fin de semana hay un menú especial con una variada oferta; cuatro platos a elegir de primeros y otros tantos de segundo y postres. Además de alubiada, con producto local preparado con mimo y calidad, como destacan los hermanos.

Por ahora, ocupan el comedor del restaurante, con unas 90 plazas, aunque también existe la posibilidad de utilizar el de la hospedería, dónde podrían entrar casi 200 comensales. “Queremos ir poco a poco. Además, no se puede olvidar que es un santuario”, apuntan. De cara al verano, tienen previsto alargar el horario y ofrecer meriendas-cena.