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Encuentros en la primera fase (2)

EN 1962 O 1963, UNA LARGA Y DENSA ESTELA SE MANTUVO VISIBLE DÍA Y MEDIO SOBRE ELIZONDO CAMBIANDO DE COLOR. |

Encuentros en la primera fase (2)

Episodios municipales

la tabla o categoría de fases con objetos volantes no identificados (ovni) es comúnmente aplicada según la estableció el astrónomo y ufólogo (que se dedica al estudio de los objetos voladores no identificados) estadounidense Josef Allen Hynek (1910-86), y apareció publicada por primera vez en un libro escrito por él mismo en 1972. E1 género es tanto femenino como masculino (para que no haya bronca) y en esa obra se definen los tres tipos básicos que son aceptados universalmente de encuentros posibles, y a los que con posterioridad se agregaron categorías adicionales que no vienen al caso.

En el entorno del Valle de Baztan y alrededores, léase comarca del Bidasoa, Baja Navarra y Laburdi, los fenómenos registrados responden en su totalidad a la primera de las fases: esto es, los avistamientos.

Creo, según guardo en mi cada vez más trastabillada memoria, que fue en 1962 (quizás en 1963, pero no más tarde) cuando desde y sobre Elizondo observamos durante horas (toda una tarde, una noche y gran parte de la mañana del día siguiente) una muy densa y larga estela que claramente seguía la dirección oeste-nordeste, como la de un avión a reacción pero notablemente más espesa y ancha, como de unos dos metros.

Permaneció durante horas, como ya se dice, mostrando toda la gama de colores del arco iris pero destacando en especial los tonos rojizos, marrones, azules y verdes, y nada recuerdo que fuera de color blanco. Siempre lo recuerdo como si fuera hoy, y la curiosidad que despertó entre los elizondarras (y supongo que a muchas otras gentes de nuestro ámbito territorial y entiendo que de las capitales próximas, Baiona, Biarritz, San Sebastián o Pamplona) porque su tamaño no era poca cosa ni mucho menos y su presencia en el firmamento insisto que fue muy prolongada en el tiempo.

Sin embargo, aquella tarde regresábamos de uno de nuestros baños veraniegos en el pozo de Barberenea, en Elbete, calculo que sobre las siete de la tarde, aunque no he conseguido que nadie de la cuadrilla conserve el fenómeno en su memoria. Quizás por ser cuestiones que no les interesan lo más mínimo o porque no le dieron importancia y no las registraron en su sistema operativo (ahora, software) mental.

Tampoco, después de numerosas y continuadas consultas en hemerotecas (incluidas todas las del ámbito geográfico más próximo), he conseguido hasta el momento localizar ninguna referencia si bien no desespero ya que entiendo que no fue cosa baladí dado el asombro y la curiosidad que suscitó. Fue mucho más sensible y de más colosales y prolongadas proporciones que el impactante resplandor como surgido del suelo, que nos sobresaltó a los cinco insurrectos que de noche cerrada íbamos de jolgorio a Pamplona. Pero de eso se hablará otro día.

Mal sitio. Relato anciano de un amigo que conservo fichado (en una ficha de apuntes) que regresaba de Marruecos con una miseria de hachís y, temeroso de que en la aduana matritense le obligaran a vaciar los bolsillos, no tuvo mejor (¿?) idea que colocárselo en el pitilín, cubrirlo con un preservativo y embadurnarlo con ajo por si los perros. Nunca la hubiera hecho. Aterriza en Barajas, le va llegando el turno y se encuentra con un madero acompañado de un pastor alemán que le suelta un bocáu y le clava la piñada en sus santas partes, hasta que el poli consiguió que lo soltará. No pasó del mordisco, porque el género era tan poca cosa que se lo requisaron, le echaron la bronca, fuese y no hubo nada. !Pero si no grito y confieso, aquel chucho cabrón me deja impotente!, contaba todavía cargado con el susto.

El otro 11-S. En 2001 , destinado por la Central Inteligence Agency (CIA) donde servía, estaba en Afganistan. La vida era rutina, espléndidamente pagados, los mejores hoteles y restaurantes que aún permanecían intactos, y sin incidencia ninguna. Todo lo que afectaba a nuestro trabajo, si se puede llamar así a no hacer nada, funcionaba a la perfección. Recuerdo que encendí el televisor y asistí en directo a la criminal destrucción de los dos budas gigantes de Bamiyan esculpidos en la roca más de 1.500 años atrás, otra salvajada pero que me hizo pensar. Transmití a mi superioridad una alerta ya que podía significar algún tipo de orden simbólica. Era el 11 de marzo de 2001 y nadie me hizo ningún caso. Seis meses exactos más tarde ocurrió el atentado contra las torres gemelas de Nueva York, y a los pocos días fui suspendido y expulsado sin explicación de ninguna clase.