A lgo se muere en el alma. Es lo que se dice y lo que se siente, como anteayer apenas en Ainhoa (Laburdi) cuando nos despedimos de Juan Bautista (Batiti) Zaldain, en el coqueto y cuidado camposanto de la parroquial de la Asunción de Nuestra Señora, un muy querido amigo de lo que ya podemos considerar “viejos tiempos”, porque estamos en ello y somos conscientes. Batiti o monsieur Zaldain, como le decíamos, es que era lo que más, un gentleman, un tipo inteligente, culto y cultivado, educado, simpático y bromista, serio y profesional cuando tocaba, pero sobre todo un amigo imposible de olvidar porque formaba parte de nuestras vidas y nuestros más gratos recuerdos de aquel tiempo tan feliz cuando éramos (¡ay!) jóvenes y despreocupados, nuestro “contacto” en la muga de Dantxarinea donde tan buenos ratos pasamos.

Era licenciado y profesor de gramática francesa, fronterizo de nacimiento, cosa que imprime carácter, que vivía como un Pierre Loti contemporáneo a caballo de los Pirineos. Convivimos cientos de veces en Pierrot, la discoteca (Moustaki, Aznavour o Credence Clearwater Revival) de nuestras nocturnidades voy de nuestras juergas vengo con otro caballero, Enrique Quevedo, de madrugada expedicionarios a la posada de Beartzun (huevos fritos, jamón, chistorra, lomo, queso, cafés y más, y pan recién horneado que comprábamos en la panificadora), montón de risas para hacer la digestión y vuelta a Elizondo, que todavía no comprende uno cómo nadie nunca se fue monte abajo volviendo como lo hacíamos.

Marchó con María Luisa a México, a impartir cultura en el Liceo frances-mexicano del Distrito Federal donde mantuvo relación, buena intendencia y bodega con Josema y Kiko sobre todo, nació Marc, su primer juguete y luego Laura, y la vida nos fue alejando (¡puñeteras fronteras!) hasta hace nada que nos advirtieron de que su luz se apagaba. Junto a él y los suyos quisimos estar en el adiós, Tibby, Miguel Ángel, Joxe, Kiko, Felipe, Goiko, Josema y tantas otras buenas gentes que llevábamos tiempo sin ver y suele caernos en tales penosas circunstancias, mirando al despiste al horizonte y al castaño de Indias junto a la escalinata eclesial, a decirle “a la prochaine” o “gero arte” con el corazón encogido, para luego ver su álbum de familia que nos mostraron María Luisa, Marc y Laura y volver a los días felices ya solamente de memoria.

De su carácter y rigor, guardo inolvidable una ejemplar. Un verano fue contratado en Elizondo para enseñar francés y desasnar a alguna cuadrilla, y sus palabras tajantes ya desde la primera clase: “¿No sabéis gramática española y queréis que os enseñe gramática francesa? ¡Ahí os quedáis!”. Sólo aguantó un día, una clase tras la que dijo ‘nones’ porque para él la enseñanza era cosa demasiado seria para perder el tiempo y no estaba por la labor. ¡Agur Batiti eta allez les blues, la France! - L.M.S.