sarriguren, ecociudad mediante, tiene un 75% de la culpa de que el Valle de Egüés se haya convertido en el tercer municipio de Navarra en número de habitantes. “Yo para rato pensaba que esto iba a ser tan grande... aquí hay muchísimos habitantes”, comenta Mari Cruz. Le sorprende porque hace no tanto el pueblo era tan poco que casi ni se veía. “Nadie sabía dónde estaba. La gente de Huarte subía a Pamplona por Villava y Burlada, esta carretera no se utilizaba porque era muy estrecha. Y había un altico que no dejaba ver el pueblo”, explica Javier Ozcoidi.

En su día Juan Navarro de Tafalla fue dueño del señorío de Sarriguren. Y en su historia reciente, la de sus últimos moradores, el pueblo perteneció a la familia Uranga, que cedía el usufructo de sus tierras y casas. “Les interesaba que estuviéramos allí”, explica Blanki. “Así estaban las tierras limpias”, añade su marido. “La compensación era que disfrutabas de la renta de la tierra que trabajabas”. Así que los Areta, Apesteguía y Gorri “eran precaristas, es decir, no tenían derecho alguno sobre la propiedad” escribió en su blog sobre pueblos deshabitados el investigador local Fernando Hualde, vecino de Badostáin que conoció bien Sarriguren, su gente o sus fiestas, que caían el 16 de abril y por lo que todos los involucrados apuntan debían de ser espectaculares.

Cuando los Uranga vendieron esos terrenos, a los vecinos que los ocupaban “las noticias sobre su futuro les llegaban con cuentagotas. Un buen día amanecen sabiendo que en los 1,4 millones de metros cuadrados que había comprado el Gobierno foral se iban a construir viviendas, y más tarde se desayunaron con un proyecto de ecociudad innovadora, y que esas casas se iban a convertir en algo así como el casco antiguo”, prosigue Hualde. “De pronto les vino el anuncio de que sus viviendas habían sido expropiadas, y de que tenían un plazo para abandonarlas”, dice.

la salida Efectivamente, la venta llevaba aparejada una fecha de salida: 1 de septiembre de 2002. “Uranga dijo que mientras vivieran podían estar ahí, pero no había papeles. Fue de palabra porque nadie pensaba que se iba a hacer esto. Tampoco Uranga. Yo ya me he ido acostumbrando, pero he sentido muchas veces rabia. A última hora nos ofrecieron comprar las casas. Y de buenas a primeras nos dijeron que no, que había otro plan. Pero no dijeron cuál”, explica Blanki Areta. Su padre hace gala de buena memoria y pone cifras a esa versión. “Ya fui con el dinero a comprar la casa, me parece que eran seis millones de pesetas, y ahí me dijeron que habían cambiado de parecer”.

“Tuvieron que salir de allí sin nada y donde pudieron. Antes estuvimos 3 años de juicios, pero no conseguimos nada porque luchábamos contra el Gobierno de Navarra”, prosigue Blanki, que asegura que, una vez se echaron atrás con el acuerdo de compra-venta, lo único que pedían es que les realojaran en algún lado (ella ya vivía fuera con su marido). Hualde critica la falta de sensibilidad que tuvo entonces el Gobierno de Navarra, con una comunicación “puramente administrativa, una carta en la que dicen que se tienen que ir. Y ya está. Eso es totalmente frío, no hay sentimientos, nadie piensa en la persona que recibe esa carta, que la abre, que lleva ahí toda la vida... Y al final para ver que le ponen un cercado al pueblo, se edifica alrededor y se va dejando eso abandonado. Eso debió ser muy duro para ellos. Hay que ponerse en su piel”, relata.

el futuro a corto plazo El Pueblo Viejo de Sarriguren ha permanecido vallado y abandonado desde entonces. Incluso con problemas de salubridad y presencia de ratas. Un engorro para los vecinos de la zona urbanizada. En el Ayuntamiento del Valle de Egüés son conscientes, y su alcalde Alfonso Etxeberria (Geroa Bai) empieza “pidiendo disculpas a los vecinos por ese abandono”.

El proyecto para que el Pueblo Viejo se reconvierta y deje de interesar a las ratas lleva mucho tiempo en marcha y ha sufrido varios contratiempos y parones. También queda pendiente que Ayuntamiento y Nasuvinsa (propietaria del lugar) terminen de concretar un convenio de permuta por el que el Consistorio se quedaría las casas en propiedad y la iglesia por medio de una cesión de 25 años prorrogables. A falta de esa firma, parece que el Pueblo Viejo definitivamente avanza. Se han retomado las obras de urbanización, con fecha límite de ejecución para el 31 de marzo. Un parque infantil, zonas verdes y árboles, una fuente o bancos para convertir ese espacio vallado en un lugar de esparcimiento.

“Uno de nuestros compromisos, y además una necesidad, es recuperarlo como un entorno de ocio, cultural... una zona para dinamizar Sarriguren y todo el valle. El núcleo rural se quiere mantener, y la intención es hacer un Pueblo Viejo cultural, que es el nombre que le pusimos en campaña”, desgrana el alcalde.

pequeño auditorio Etxeberria confía en que el acuerdo con Nasuvinsa coincida más o menos en el tiempo con el final de las obras de urbanización. Y ahí se puede empezar a trabajar. La iglesia, desacralizada, aspira a convertirse en un pequeño auditorio o salón de actos con capacidad para unas 100 personas, un lugar de exposiciones o donde pueda juntarse el tejido asociativo del valle que así lo solicite.

Sería la parte fácil porque la iglesia ya está rehabilitada y “con poca inversión se puede empezar”. El resto de edificios, en los que se pretende algo similar, solo están consolidados, por lo que sería necesario dotarles de una partida económica más importante para ponerlos en marcha. En cualquier caso, y con independencia de otras infraestructuras culturales que se plateen en el valle, el objetivo es “poder ofrecer un servicio a los vecinos del Valle de Egüés y resolver una carencia muy importante, la cultural”, finaliza Etxeberría.