Ya sus amigos, Luis Montero y Luis Manuel Cobo, que en tal día como el miércoles, 10 de mayo de 1981, iban a la comunión del hermanito del primero y nunca llegaron. Se sabe que murieron, pero no en qué día, sí fue el 9 o el 10, que ni siquiera eso se consiguió aclarar. Su desgracia fue cruzar de Cantabria a la otra esquina y caer en manos de un teniente coronel, Carlos Castillo Quero, alcohólico (consta) y mentalmente desequilibrado (consta) al que se le cruzaron los cables (más todavía) y pretendió ganarse alguna chatarra más que lucir en un uniforme al que, por el contrario, ensució de vergüenza hasta lo impensable.

Los tres, Juan, Luis y Luis Manuel, fueron detenidos el 9 de mayo sin oponer resistencia, estupefactos por lo que ocurría, interrogados y torturados hasta la muerte más atroz y espeluznante que cabe imaginar, si es posible pensar en algo semejante. El llamado Caso Almería quedará como uno de los peores episodios que se pudieran incorporar a otra Historia universal de la infamia como la de Jorge Luis Borges, un cúmulo de horrores que involucró a tres inocentes que morirían mutilados, calcinados y agujereados por múltiples balazos.

Mañas, Montero y Cobo, confundidos con tres miembros de ETA, fueron detenidos en Roquetas de Mar (Almería) cuando hacían unas compras. Al día siguiente, sus cadáveres aparecieron dentro de un Ford Fiesta alquilado al averiarse el coche en el que viajaban. El teniente coronel Castillo Quero y hasta 11 guardias civiles les torturaron en un cuartel abandonado en Casafuerte, y tras advertir su error intentaron borrar las pruebas, descuartizaron a los jóvenes, los metieron en el coche, los tirotearon simulando una supuesta huida, despeñaron y prendieron fuego al vehículo con gasolina comprada ¡con el dinero que llevaban los jóvenes para regalos al hermano de Mañas por su Primera Comunión!.

La versión del Ministerio del Interior de Juan José Rosón, la misma de los autores del crimen fue surrealista, más al descubrirse que “los cadáveres, atrozmente calcinados, aparecen sin piernas y sin brazos, y tienen visible orificios de bala en distintos puntos del tronco y del rostro”. En el juicio se condenó sólo a tres, el teniente coronel Castillo Quero, un teniente y un guardia, condena plagada de irregularidades ya que hasta ser expulsados de la Guardia Civil, cumplieron cárcel militar y cobraron su retiro, millones de pesetas de los fondos reservados del Ministerio del Interior.

Las familias no recibieron mayor explicación, pidieron a varios organismos y en varias ocasiones que fueran reconocidos como víctimas del terrorismo. Aún hoy no han recibido respuesta, y la Asociación de Víctimas del Terrorismo nunca les ha hecho caso. El PSOE utilizó el caso para presionar al Gobierno de UCD, pero al agarrarse a los sillones del poder “se olvidó” por completo del asunto. Nunca más por Dios, nunca más. - L.M.S.