Tras un centenar de lances por el territorio de nuestro antiguo estado, persiguiendo hitos patrimoniales y, sobre todo, las gentes que los aman, cuidan y promocionan, encontramos ayer a Aibar como uno de los lugares que mejor representan la esencia y la cohesión de Navarra. El bilingüismo, el empedrado de sus calles, su memoria histórica, su laboriosidad y empeño en la subsistencia a través de los dones naturales de su valle y montañas, su apuesta por un futuro en el que sus raíces tengan la ocasión de atraer en vez de desprender y de enamorar en vez de olvidar... son una gruesa nómina de argumentos y de valores como para proclamar a esta villa de las tierras medias navarras como de imprescindible. Aibar, Oibar en su bien documentado nombre en euskera, es una referencia para saber explicar ese arcano que siempre es el qué es la verdadera esencia de Navarra. Como los y las de Aibar: ser o sentirse navarro de pura cepa, haber defendido el serlo y saber dar un baño de desolvido, tolerancia e integración a todas las sensibilidades.

Mucha culpa de lo anterior la tiene Pedro Lanas Arbeloa, el actual alcalde de la villa. Un hombre ya jubilado del periodismo y que, tras miles de lágrimas de agonía y otras tantas loas sentidas y tecleadas de osasunismo, pone por delante una sonrisa. Y, después, un buen hacer para sobreponerse de algunas cornadas de la vida: en lo individual con la salud; y en lo comunitario, la querencia de los parroquianos aibareses a la urbanitis pamplonesa. En privado, a Lanas, Perolo, se le puede mentar un ocurrente titular al hilo de su nombre, su eficaz trabajo y su valor de aglutinar historia, presente y futuro. Sería: Aibar, El Perolo de la esencia navarra. La cosa, por academicismo, queda en Aibar/Oibar: Fragancia o esencia navarra.

AZULEJOS, HIEDRAS y casas Desde siempre, al pasar de viaje por Aibar, llamaban la atención los azulejos de la Bodega Cooperativa Santo Cristo del Amparo y la formación en pirámide del caserío. Mas, a pie y en un vistazo, del ojo hay que pasar a la libreta para ir anotando lo que será un talludo índice para una visita de varias jornadas. Además de la cerámica de la cooperativa y del paraíso natural del Pozo de las Hiedras, los quejigos y la nevera por donde pare el barranco de la Bizakaia de las entrañas de la Sierra de Izko, Aibar te ofrece otros recorridos de gran valor patrimonial.

De su castillo en lo más alto de la villa solo quedan sillares desperdigados de la ruina que le asestó un caudillo de los Banu Qasi (siglo IX). Del amorío entre el rey Sancho Garcés el Mayor con Doña Sancha, dama de Aibar, resultó un hijo que llegó a titular del Reino de Aragón como Ramiro I. Los motivos políticos y la situación fronteriza con Aragón, puso en disputa a esta villa navarra durante varios siglos, hasta que la recuperó para Navarra Sancho VII el Fuerte.

Durante siglos y hasta 1846 Aibar fue el centro y capital de lo que se conoce como La Val de Aibar (22 asentamientos de población). De su señorío e importancia en aquellos siglos y hasta el crepúsculo del XIX dan fe su tan numeroso como valioso caserío. Se trata de un entramado en empinado promontorio y calles en círculo de carácter defensivo, apoyadas en las tramas de su muralla. Cercos que se van estrechando y arropan portales, casas, casones, palacios, plazas, arcadas, una vieja argolla para blasfemos... y la joya románica, por adelantada en el tiempo, rica y bella, iglesia de San Pedro (1846). Templo que dicta una clase magistral de Historia del Arte a través, entre otras obras a admirar, de su portada renacentista y el venerado Santo Cristo del Amparo, obra maestra de la talla gótica del siglo XV.

Al primer nivel del cerco le siguen otros que se fueron abriendo y dando lugar a preciosas casas, portales y otras fábricas de piedra. Al menos una docena de ellas están catalogadas y merecen una minuciosas visita. Muchas datan del siglo XVI. Destacan: El Portal de la Hueca, la Plaza de la Virgen, Casa Iziz, Casa Arbeloa, Casa Sola-Esquilador, Casa Barrunta, Casa Banderas, Casa Tabarés (XVIII), Palacio Badillo (XVI).

Abajo, como saluda, está la apuesta iglesia de Santa María, robusta y sencilla a la vez, también románica. Es de nave única y alberga unos valiosos capiteles con motivos vegetales. Cerca, hacia el noreste y desde el conjunto de la fuente, lavadero, crucero y acueducto (1799) comienza una pista que da acceso al sorprendente robledal de La Bizkaia. En él, todo gloria natural, se puede disfrutar del Parque Artamendía. El abroche perfecto son las viandas de Las Perrillas o de Casa Zabaleta. ¡Todo Aibar! ¡Que aproveche!