En 1910 el café Iruña era uno de los establecimientos preferidos por la haute société pamplonesa, puesto que tan solo allí podían encontrar un reflejo del ambiente de los cafés que poblaban las más modernas ciudades europeas. Se había inaugurado en 1888, en los bajos del edificio del Crédito Navarro (sus iniciales “CR” todavía pueden verse en la fachada, delante del café), inmueble que había sido construido tan solo tres años antes, en 1885.

En cuanto a los personajes de la foto, el hombre del extremo derecho es el óptico (y fotógrafo) Luis Rouzaut, hijo de Esteban Rouzaut, que había llegado de Francia hacia 1850, y que fundó la célebre óptica pamplonesa. De los otros cuatro personajes, sabemos que dos de ellos se apellidaban Azpíroz y Jiménez, sin mayores concreciones, y que el hombre que se toma una copa de coñac sentado y con sombrero era el señor Ondarra, amigo de Rouzaut y dueño de la preciosa farmacia de la calle Mercaderes.

Hoy en día el Iruña, decano de los cafés de Pamplona, sigue siendo un lugar de referencia, aunque a veces parece como si su aire decimonónico y su interior preciosista fuera más valorado por los turistas que por los autóctonos.

Si me lo permiten los lectores, quisiera volver sobre la fotografía antigua, para hacer notar un par de detallicos. En primer lugar, la expresión del niño de la derecha, que acaba de darse cuenta de que ha invadido el plano de la foto, y pone cara como de decir “ya la he vuelto a liar...”. Y me gustaría también llamar la atención sobre los dos personajes del fondo, idénticamente trajeados y con idéntico bombín, sentados simétricamente respecto a la puerta y en idéntica postura. Efectivamente, son sin duda los detectives Hernández y Fernández, escapados de algún cómic de Tintín. Imaginamos que, descansando de alguna de sus aventuras, habrían decidido pasar unos días de vacaciones en la Iruñea de 1910...