FITERO - Los primeros aplausos de la apertura de temporada taurina se los llevó de salida el abreplaza Vidriero por su trapío y bonitas hechuras. Al instante, se puso a cojear y de súbito, brotó la desilusión. Mas el cuajado Lancero se fue recuperando y fue a más con clase. Fue en buena parte el patrón de lo que sería la corrida de Virgen María. Un encierro bien presentado, con varios toros acalambrados y uno, el tercero, arrastrando los cuartos traseros, fue devuelto. Luego, todos nobles y colaboradores; destacando por completo y bravo el cuarto, un buen mozo Canario que propició una preciosa y encajada faena de Manuel Jesús Cid, El Cid.

En primera instancia hay que agradecer al ayuntamiento de la villa de los Baños el hacer el esfuerzo de constituirse en empresa para organizar esta corrida de primer nivel. Aunque el frío restó público y subió el esfuerzo económico del consistorio, Fitero estuvo junto a Valencia, y lo estará hoy, en boca de los aficionados y de los medios especializados. Un gracias y ánimo en la conservación de la cultura y tradiciones de nuestra tierra. Un detalle que dice mucho de esta plaza y esta afición: El Cid, torero que no ha hecho ascos a ninguna plaza en su prolija y larguísima trayectoria manifestó a este periódico que “no había estado en Fitero, pero me ha gustado mucho esta plaza por lo bonita que es”. Y también se sorprendió por el silencio. Un silencio único en Navarra que, como el maestrante, debiera bautizarse. Silencio fiterano, cisterciense... A Vidriero lo cuidó en los primeros tercios (todos los toros soportaron a medio puyazo por cabeza) y se lo pasó por ambos pitones con limpieza y gusto. Lo del ajuste, ya muy encajado en especial con la mano diestra, lo sacó a relucir con el excelente Canario. Faena larga, asentada, profunda y muy reunida. Una media estocada en todo lo alto, que tardó en hacer efecto, le privó de la segunda oreja, pero no de un recado del palco.

El Fandi también salió a hombros por la puerta grande después de cortar sendas orejas a los dos toros de su desigual lote. Puesta en escena del granadino en la que no hay ningún disimulo en cuanto a que prima en sus manufacturas el trabajo a destajo en todos los tercios. Esfuerzo variado que contacta con el personal, que ve que el granadino justifica un tercio de su retrato en taquilla. El segundo virgenmaría, Lacerado, era flacucho y anovillado; y también fue bondadoso y flojito. Soso como el maestro Eugenio Irigaray, que no esgrimió la batuta. El diestro andaluz mantuvo al toro en pie y le manufacturó una faena aseada. Mató bien y se llevó premio. El 5º, Nigeriano, era otro de los fornidos de la tarde, pero también desarrolló noble sosería. Variado capote, espectacular en banderillas y otra oreja.

Grata fue la presentación (los tres toreros debutaban en Fitero) del joven extremeño José Garrido, que sustituyó al anunciado y herido el día anterior en Valencia, Paco Ureña. Con sus inválidos tercero y tercero bis no tuvo muchas opciones de lucimiento a pesar de su voluntad por sacar algo en limpio. Cosa que si consiguió toreando con capote y muleta, embraguetado, con gran empaque y ajuste al sexto, un castaño que atendía a Elegido, diferente por hechuras y por ser cinqueño. Toro a más, como la faena y el arrimón final. Las postreras manoletinas del entregado torero extremeño aportaron un valor sincero y una emoción no vista por estos lares en mucho tiempo. Estoconazo y justas dos orejas. Así la terna fue paseada a hombros por la asolerada plaza caída ya la tarde y fue sacada de esta guisa hasta la calle Calatrava, como broche de una buena apertura de la campaña taurina de Navarra.