pamplona - Sus viviendas miran al parque y también se dejan mirar. Sin ocultar su relación como prueba la fotografía que ilustra este reportaje, con una fachada de vidrio y metal prácticamente convertida en habitaciones para fomentar ese diálogo. “¿En serio vais a sacar a alguien tan feo delante de algo tan bonito?”, bromea el otro protagonista de la imagen, un Javier Larraz premiado el mes pasado en la Bienal Española de Arquitectura y Urbanismo como responsable del diseño de este edificio de viviendas asentado junto al parque de la ripa de Beloso, en una primera línea de edificación del nuevo desarrollo de Erripagaña.

“Teníamos muy claro que las viviendas debían participar de esa idea de vivir en el parque. Por lo tanto, la fachada oeste es muy abierta y trata de prolongar visualmente el interior de las viviendas hacia el exterior. De alguna manera el edificio se muestra amable y vivo hacia su entorno. Muestra su actividad hacia el propio parque, es un diálogo entre ambos”, concreta este arquitecto pamplonés de 48 años sobre el proyecto, denominado La habitación de la fachada. Nada que ver con la fachada este, la que mira a Erripagaña, construida mediante paneles de hormigón prefabricado de textura estriada y color oscuro. “Alberga las piezas de noche, y el edificio adquiere un carácter mucho más pétreo, más pasivo”, explica Larraz.

promoción privada Cuenta este arquitecto que de habitual “los ejercicios arquitectónicos más interesantes en el campo de la vivienda colectiva se han producido en el campo de la promoción pública, posiblemente porque la administración tenía mayor capacidad de arriesgar que un promotor privado”, detalla.

Por eso, y así lo valoró el jurado, es “especialmente meritorio” el reconocimiento de la Bienal de Arquitectura a este proyecto, el único de promoción de vivienda privada de entre las 23 obras galardonadas. “Para nosotros es una satisfacción y un orgullo enorme recibir un premio tan importante como este. Pero la auténtica importancia radica en el contexto en el que se ha producido, después de una crisis inmobiliaria como la que hemos sufrido, porque detrás hay un promotor -Construcciones Andía SA- que ha apostado por la arquitectura”, defiende.

Además del promotor, tratándose como se trata de un trabajo colaborativo, el premio tiene muchos nombres propios, en concreto “construcciones Garbayo Chivite como constructor; los arquitectos colaboradores del estudio Juan Miguel García e Iñaki Paniagua, y la aparejadora Blanca Fernández de Gaceo”, cita Larraz. Los clientes del estudio de Javier también se cuentan en plural: “en primer lugar el promotor que lleva a cabo la obra, en segundo lugar los vecinos que van a habitar el edificio, y como tercer cliente la ciudad, porque no debemos perder nunca la visión de conjunto, de que estamos construyendo ciudad”, explica.

la “dignidad original” Abundando en esa defensa de la arquitectura, Javier considera “fundamental que la vivienda deje de ser utilizada como un elemento especulativo y que le devolvamos su dignidad original como bien que satisface las necesidades e ilusiones de sus ocupantes. En ese sentido, incorporar la arquitectura como herramienta necesaria para este objetivo es algo por lo que algunos promotores como este han apostado. Y tan importante como esto es que el propio ciudadano reclame el derecho a la arquitectura de calidad como una necesidad y un derecho, no como un lujo. De hecho, me atrevería a decir que la buena arquitectura y el lujo no se llevan nada bien. La buena arquitectura se lleva bien con lo necesario”, afirma.

Que la Bienal de Arquitectura premie una obra de la Comunidad Foral no es casualidad. Javier considera que “el nivel de la arquitectura navarra es magnífico. Para ser una comunidad tan pequeña tiene un puñado de estudios de muchísimo nivel que no los puedes encontrar en ninguna otra comunidad de este tamaño; ya tienes que pensar en ciudades como Madrid o Barcelona. Seguramente tiene mucho que ver con la labor que realiza desde hace ya muchos años la Escuela de Arquitectura, y también con circunstancias más particulares como, concretamente, la figura de Patxi Mangado, un arquitecto con prestigio internacional y que lidera una fundación que trae a Pamplona todo un movimiento cultural en torno a la arquitectura del que Pamplona se beneficia”.

Por último, Larraz recuerda que “una vez le escuché decir a Rafael Moneo que el material más importante de la arquitectura es el tiempo. No es una profesión para impacientes; y el tiempo da oportunidad de corregir y de madurar muchas cuestiones, y eso está bien”. Desde que arrancó el proyecto de Erripagaña con los primeros croquis hasta que se concreta, se obtienen las licencias pertinentes, todo el proceso de construcción... han pasado casi cuatro años. “Es un proceso largo y exigente pero también gratificante en el que intervienen muchas personas, muchos colaboradores, muchas circunstancias, el propio planeamiento municipal, la normativa técnica, etc... Y la mayor satisfacción para nosotros, más allá del premio, es tener el edificio construido y que la gente que lo habita esté feliz en él”.