El Ultzama y el Arga bañan con sus aguas historias que se fueron labrando, poco a poco, en las piedras de los puentes que las vieron nacer. Pasarelas que sirvieron, flanqueando caudales, como testigos callados e imponentes del paso del tiempo. Sobre la de Miluce, cuentan las malas lenguas, el Rey Carlos II el Malo -haciendo honor a su nombre-, colgó a cuatro caballeros navarros que se opusieron a pagar los impuestos abusivos que servirían para sufragar la política demencial del monarca. El puente de San Andrés, en cambio, era el lugar en el que los pamploneses del siglo XIII dirimían sus diferencias en caso de homicidio, mientras que el de la Trinidad se ha conformado por su parte y desde la Edad Media como paso para los peregrinos del Camino de Santiago que llegaban desde Roncesvalles por el Valle de Erro y Esteríbar.

Ubicados a las afueras de la ciudad (San Jorge, Villava y Huarte, respectivamente), son algunos de los grandes desconocidos para muchos de sus vecinos, aunque otros puentes más populares como el de la Magdalena o la Trinidad tienen, también, mucho que contar. Y es que la historia del Arga y de sus afluentes es también la de los esfuerzos constructivos y urbanísticos que se han llevado a cabo con el paso del tiempo para garantizar la comunicación entre sus orillas a los habitantes de Pamplona y su Comarca, viajeros y peregrinos que en un amplio tramo -desde Zubiri hasta Zizur- recorrían el Camino de Santiago.

Sólo a lo largo del Parque Fluvial se reparten una veintena de puentes históricos, entre los que destacan los de Irotz, Calvario (Huarte), Dorraburu (Huarte), Nogalera (Burlada), Magdalena (Pamplona), San Pedro (Pamplona), Arazuri, Sorauren, Arre, Trinidad (Arre) y Ardoi (Cizur), que dan constancia no sólo del paso del tiempo sino también de su propia importancia.

En los últimos años, además, los puentes medievales de la ciudad (San Pedro, Magdalena, Santa Engracia y Miluce) han quedado reservados exclusivamente al paso de peatones para evitar su deterioro -el único que admite tráfico rodado es el de la Rochapea-, y todos ellos han sido restaurados en diferentes fases y trabajos.

El último en inaugurarse fue el de Oblatas, en julio de 1997, inspirado en el sevillano puente de la Barqueta y que se construyó con motivo de la celebración Expo’92. Su papel es clave en la ordenación urbanística de la ciudad, ya que abre una vía de conexión entre la Rochapea y el Casco Viejo y los barrios del oeste: San Juan y Mendebaldea. El primero y más antiguo, por su parte y según datos de los entendidos en la materia, es el de San Pedro, que los expertos datan en la época romana, de cuando Pamplona era la Pompaelo fundada por Pompeyo. Cerca de las piscinas de Aranzadi, tiene 60 metros de longitud y tres arcos de medio punto con 11 metros de luz en el vano más alto, el central.

El del Vergel se construyó en 1990 -a cargo del ingeniero Javier Manterola, Premio Príncipe de Viana en 2005- para sustituirlo en la comunicación con los barrios de la Rochapea y la Magdalena (conjuntamente se les conocía por el nombre de El Vergel), ya que la progresiva urbanización de esta parte de Pamplona provocó que el antiguo puente de San Pedro fuera incapaz de atender al tráfico creciente de vehículos. Por su parte, el de la Magdalena es el puente más popular y el más hermoso, declarado en 1939 monumento histórico-artístico.

Si hablasen, los puentes bien podrían revelar todos los pasos, las conversaciones y las batallas de los romanos que los atravesaron. De los comerciantes y los ganaderos, de los carruajes, las princesas y los reyes o los peregrinos hasta los peatones de los tiempos modernos. Si hablasen, tal vez simplemente eligieran callar para escuchar al río.

En Villava. Aparece citado en el Fuero General de Navarra (siglo XIII) como lugar donde los pamploneses dirimían sus diferencias en caso de homicidio. Existe información sobre unas reformas efectuadas en el año 1945.

En San Jorge. Es el más occidental y alejado del casco urbano de Pamplona, y como una de las pasarelas medievales, fue objeto de una reconstrucción en el siglo XIX, posiblemente tras ser destruido durante la Guerra de la Independencia. Goza ahora de una buena salud estructural.

Pamplona. Fue construido en 1990 por el ingeniero Javier Manterola, Premio Príncipe de Viana en 2005. El paso se concibió para sustituir al antiguo puente de San Pedro en la comunicación con los barrios de la Rochapea y la Magdalena, que conjuntamente se les conocía por el nombre de El Vergel.

del medievo a la modernidad a través de pasarelas

En Huarte. De origen medieval, en la actualidad su uso es exclusivamente peatonal. La primera mención a su existencia data de 1343. Hay documentos que acreditan reformas desde el siglo XVI al XVIII. Junto con los de Ugalaldea y Artadiburua son los tres puentes antiguos de Huarte.

En Esteríbar. También llamado de Iturgaiz, es de estilo románico y se levantó en el siglo XII, en pleno Camino de Santiago. En sus cercanías se situaba la ermita de la Virgen de Monserrat, el hospital de San Miguel y un viejo molino del que aún quedan ruinas. Tiene un gran arco central rebajado y tres más pequeños, de medio punto.

Rochapea. Inspirado en el sevillano puente de la Barqueta, que se construyó con motivo de la celebración Expo’92. Su papel es clave en la ordenación urbanística de la ciudad ya que abre una vía de conexión entre la Rochapea y el Casco Viejo y los barrios del oeste: San Juan y Mendebaldea.