Cuatro historias de americanos de Larraun
Lekunberri acogerá este sábado el encuentro anual de Euskal Artzainak Ameriketan, pastores que emigraron a Estados Unidos en busca de fortuna
lekunberri - De despedidas y tristeza hablan los bertsos de Martín Goikoetxea, de Gorriti, compuestos para la Euskal Artzainak Ameriketan, la fiesta anual de los pastores vascos que trabajaron en Estados Unidos. Este encuentro será mañana sábado en Lekunberri, una zona que también conoció el éxodo de jóvenes a tierras americanas en busca de fortuna en todos los casos y también de aventura. Hasta la fecha, en el valle de Larraun se han contabilizado 55 amerikanuak gracias a la labor realizada por Inma Etxarri, bibliotecaria y técnica de cultura de los ayuntamientos de Lekunberri y Larraun que ha recopilado información y fotografías sobre este pasado reciente del valle que ha dejado su huella. Y es que muchos de aquellos jóvenes volvieron con nuevas ideas y dinero con el que arreglaron caseríos o montaron negocios, permitiéndoles seguir viviendo en su tierra.
Son historias de sacrificio y esfuerzo que la asociación Euskal Artzainak Ameriketan quiere recuperar y poner en valor, según explica su presidenta, Laura Igantzi. “Han sido los mejores embajadores que ha tenido esta tierra. Gracias a ellos somos conocidos como gente honrada, que cumple su palabra y trabajadora”. Miguel Lasarte, Germán Lasarte, Jesús Mari Beraza y el propio Martín Goikoetxea son cuatro de aquellos jóvenes que trabajaron en Estados Unidos el pasado siglo, sobre todo en los años 60 y 70. Todos volvieron excepto este último, que continúa viviendo en Wyoming, a dónde llegó con 18 años. Además, es el presidente de la NABO, North American Basque Organizations, la federación norteamericana de centros vascos, que agrupa a 52 euskal etxeas.
“Allí he pasado los mejores y los peores días de mi vida”, asegura Germán Lasarte, nacido en Etxarri y que emigró a Norteamérica en 1962. Jesús Mari Beraza, que hizo lo propio en 1970 a Idaho, coincide con él. Lo cierto es que en el encuentro de estos cuatro veteranos pastores se suceden las risas. “En California nos reíamos hasta hinchar. Después de haber estado en el infierno, en el desierto, aquello era la gloria. La gran fiesta”.
Sin embargo, la palabra soledad es la que más surge en la charla, semanas sin contacto humano, a excepción del campero que iba cada ocho días, en grandes espacios abiertos con cientos de ovejas, en la mayoría de los casos con la compañía de un perro y un burro para acarrear la comida y agua así como un rifle para defender el ganado. Siempre en busca de pasto. Así, hablan de largas caminatas de día , de los aullidos de los coyotes por la noche y de las serpientes cascabel siempre al acecho. De interminables travesías en las que se encontraban con vaqueros y atravesaban reservas de indios pero que a diferencia de las películas, no llevaban plumas. También hablan de la parición, cuando parían las ovejas y el número de cabezas se multiplicaba por dos, y por tanto el trabajo.
Cuesta ponerse en la piel de aquello jóvenes, que en la mayoría de los casos no habían salido de su casa y como mucho, para hacer el servicio militar, y que decidieron recorrer medio mundo para ir a un país extraño, otra lengua y otra cultura. “Hacía mal tiempo y nos costó llegar 3-4 días. Estuvimos en nueve aeropuertos. Cuando llegamos, el cielo parecía una naranja”, recuerda Germán Lasarte, que emigró con 28 años.
En tierras americanas estuvo tres años y medio, al igual que Jesús Mari Beraza, primero en Nevada y después en California. Y es que en los años 60 la Western Range Association facilitaba trabajos por tres años que se podía prolongar seis meses. “En Idaho hacía mucho frío, 30º bajo cero. A la noche subíamos a altura para dormir. Un día apareció una osa. Acerté en el primer tiro. Ese día no tenía que morir”, observa Jesús Mari Beraza, natural de Baraibar. Al igual que Germán Lasarte, en cuanto pudo se fue para California. “Allí estuve muy bien. Apreciaban mucho a los vascos”. A su vuelta, pudo comprarse un piso en mano.
Miguel Lasarte fue a California en 1963, con 25 años, después de trabajar en Francia en el monte. En tierras americanas estuvo diez años, tres y medio como pastor y el resto trabajando en un matadero cerca de Los Ángeles. Con el dinero que ahorró arregló el caserío familiar, en Etxarri, que estaba en ruinas, y se estableció como pastor. En el caso de Germán Lasarte, montó una carnicería en Lekunberri. “Aquí trabajo había pero lo que no había era dinero. Mientras que aquí se ganaban 1.000 pesetas, allí eran 12.000 pesetas”, asegura.
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