Lumbier El puente de las cabras
La histórica villa de Lumbier (Merindad de Sangüesa) cuenta con una buena nómina de puentes que salvan las aguas de un río Salazar a punto de entregarse al Irati. Entre estos luce especial galanura renacentista el de las Cabras
El Renacimiento imprimió a todas las ramas del saber un impulso renovador. Una de ellas fue la de la ingeniería. Y en esta disciplina profesional tuvieron mucho que decir los expertos en caminos y puentes. Aglutinadora de este espíritu y célebre es la cita latina del arquitecto Jean Mingot ars sine scientia nihil est. Nos detenemos a disfrutar de uno de estos puentes que obraron modestamente con este espíritu en pagos navarros pocos años después de la pérdida de la independencia como Estado. Se trata del puente de las Cabras, uno de los cuatro históricos puentes de Lumbier.
Lumbier es una preciosa e histórica villa navarra enclavada a pie de la sierra de Leyre. Se asienta en un acento lucido (467 metros) por un meandro del río Salazar, muy cerca de la confluencia de este con el río Irati, que discurre por su lado izquierdo. Tierras en la que la alquimia resultante de aguas y margas guisadas en cuencas y pendientes prepirenáicas dan singular belleza y merecida fama a la foz de Lumbier. En su cierre, otro puente, el del Diablo o de Jesús, ya fue protagonista hace varios años en un lance y recorrido patrimonial por Navarra de esta páginas. El puente de la Cabrasresistió a los cambios de épocas posteriores y al desgaste del desuso y del paso del tiempo.
Este puente es uno de los cuatro que alberga en su término la villa. En el año 2012 fue bien rehabilitado y recuperado con fondos negociados entre el Gobierno de Navarra y la empresa constructora de Autovía del Pirineo. Cerca de 800.000 euros se dedicaron para recuperar la salud de este puente y de otros dos hitos patrimoniales: El yacimiento romano de Santa Criz de Eslava y para dotar de iluminación al acueducto de Noáin. La época renacentista y su evolución romanista del siglo XVI concibieron para este puente tres grandes ojos irregulares sin que este perdiera ni equilibrio ni ritmo.
El puente de las Cabrasse encontraba en muy mal estado, sobre todo en sus pretiles. Y la naturaleza invasora alimentada por el cauce del Salazar estaba afeando sus caras y quebrando su estructura.
un viaducto renacentista El puente de las Cabras data de la segunda mitad del siglo XVI. Su construcción obedeció a la necesaria salida hacia Liédena y a otros términos por el otro lado del río Salazar. Cuando se levantó fue conocido como puente Nuevo, pues había dos anteriores: el medieval y apuntado puente de Sielva, un kilómetro aguas arriba, y el del puente de la Ida sobre el Irati, hoy en la carretera hacia Pamplona (pegado a él esta otro de época moderna por el que pasa el tráfico). A comienzo del siglo XX, y para que pasara el tren Irati hacia la foz, se levantó el puente de los Hierros sobre el Salazar (1909)
El puente de las Cabras, paso obligado de la romería de la Trinidad, fue testigo y cotizado valor estratégico en 1875 de una importante batalla de la Tercera Guerra Carlista.
Este puente aporta, además de su tan genuina como armónica irregularidad, una notable envergadura: Alcanza una longitud de 40 metros y una anchura de 3,7. Sus tres particulares arcos de medio punto alcanzan los 11, 12,30 y 10 metros de luz. El arco central pone de manifiesto una pequeña inclinación hacia rebeldes identidades escarzanas.
En el arreglo se trabajó a conciencia sobre los tramos de los muros de los estribos y en pavimentar la calzada. En uno de los pretiles se colocaron balizas para la iluminación nocturna y unos pilones extraíbles en los dos accesos para evitar la circulación de vehículos y para que las personas puedan disfrutar a pie o en bicicleta del bello lugar. En la orilla opuesta a la terraza del caserío se abre un buen espacio de esparcimiento y baño.
Se trata de una joya arquitectónica que nació con la vocación del necesario y práctico paso del ganado en su época. Y alcanzó mayor glamour como hito de la ruta jacobea y como rudo decorado de confrontaciones bélicas. La estampa del lugar desde sus orillas o en la misma bajada por la calle de las Cruces de Lumbier compone uno de los mejores rincones de nuestra tierra.