pamplona - La estampa no es, ni mucho menos, la de calles vacías, frías, silenciosas y áridas. Todavía no. Pero la alarma de la despoblación ha saltado ya en las zonas rurales y es un hecho que los pueblos pequeños de la Comunidad foral son, cada vez, más pequeños: la mitad no llega a los 500 habitantes. Puede que los vecinos, en busca de cierta comodidad, emigren a zonas más pobladas para disfrutar a escasos pasos de casa de un mayor número de servicios, más cuando las carreteras que unen el pueblo con la ciudad se tornan cómodas para el viaje.
Y es que aunque Navarra cuenta cada vez con más habitantes -alcanzó en 2018 su máximo histórico de población con 647.554 empadronados y 4.320 nuevos residentes-, en el otro lado de la balanza más de la mitad de los municipios (142 de 272) perdieron vecinos el año pasado. Tal y como se desprende de los últimos datos del padrón publicados por el Instituto Nacional de Estadística, se trata de una realidad que comienza a afectar, también, a las cabezas de Merindad.
Estella, por ejemplo, ha ganado este año 34 habitantes pero perdió 376 en la última década, y algunos de los municipios que la conforman también han comenzado a resentirse. Desde 2008 han mermado en número de vecinos Mendavia (306 menos), Lerín (152), Lodosa (114) y Valle de Yerri (64), a pesar de que algunos de ellos han sumado en el último año.
Tal y como valora el alcalde, Koldo Leoz, al igual que otras cabezas de Merindad Estella “ha ido perdiendo población. Aunque consiguió sobrepasar la barrera de los 14.000 habitantes (ahora son 13.673) y ha acumulado años de crecimiento, la deslocalización de la industria ha llevado a que muchos vecinos se hayan ido a vivir, por ejemplo, a Pamplona. Desde el Gobierno de Navarra se ha priorizado que muchas empresas se establezcan en la ciudad y su comarca, en polígonos, con un acceso más fácil y cómodo”, señala, lamentando el traslado de la Bosch de Villatuerta.
El primer edil asume que “faltan políticas en busca de un asentamiento de la vida en los pueblos. Si no existen buenas comunicaciones se pierde calidad de vida y al final la gente busca comodidad, núcleos urbanos con más servicios. Estella, como cabecera de comarca, cuenta con más servicios y quizás esa es la clave. Desde el Ayuntamiento hemos apostado para ofrecerlos y que la gente no se vaya”. Cita como ejemplos la Escuela de Idiomas, la ampliación de la oferta formativa, un hospital “puntero” o el mercado de productos locales, demandando más implicación foral en las políticas agrarias. “Las convocatorias de ayuda para el desarrollo rural son la llave para asentar la población en los pueblos más pequeños”, afirma.
En la Zona Media de Navarra, aunque la cabeza de Merindad -Olite, con casi 4.000 habitantes- goce de crecimiento poblacional (ha pasado de los 3.067 en 2008 a los 3.931 el año pasado, sumando 324 habitantes en una década y cerrando el año en positivo), su localidad vecina más representativa y los alrededores no cuentan con la misma suerte. La pérdida es notable sobre todo en Tafalla, con casi 700 vecinos menos en los últimos 10 años, aunque han descendido también Falces (295) o Miranda de Arga (107) y Larraga (37), que en el último año ha conseguido mantener sus 2.060 residentes.
Arturo Goldaracena, alcalde tafallés, asume que el descenso poblacional es un problema “importante” que afecta no solo a su municipio sino a toda la Zona Media. “Hay una tendencia negativa sobre todo en los últimos años, de 2010 a 2018 Tafalla ha descendido en más de 800 habitantes, un 10%, y es mucho. Es algo generalizado y si Tafalla no tira, la comarca tampoco”, valora. Explica que cuentan con servicios “con un coste elevado, y con menos población los ingresos disminuyen... Si se van mermando, los jóvenes se marchan y no viene gente. Es preocupante”, señala, destacando que “mucha gente trabaja en la Zona Media pero no sabemos cuántos de ellos también viven aquí”.
situación estratégica El mayor problema, asume Goldaracena, es la cercanía a Pamplona, con la que Tafalla “no puede competir” a nivel comercial. “Estar bien situados estratégicamente, a sólo 20 minutos, es nuestra cruz. Es un viaje cómodo y al final la gente prefiere vivir en la capital. Ahora hay dos polos, Pamplona y Tudela, y es un problema que se va a ver agravado porque nadie nos da solución”, lamenta, mientras asegura que “con el TAV, la Zona Media va a desaparecer”.
Ayuntamientos de la zona, Gobierno de Navarra, asociaciones de empresarios y el Consorcio de la Zona Media están desarrollando “un plan de activación socioeconómica”, avanza Goldaracena, que también reclama más implicación por parte del Ejecutivo foral. “Necesita una dotación presupuestaria y es un proceso lento. Hay que dar paso a la acción: desde el Consistorio tenemos propuestas para que Tafalla se consolide como centro comarcal a muchos niveles”, apunta.
En Sangüesa, por otra parte, el descenso es mucho menos pronunciado en las poblaciones que la conforman, pero los números tampoco son demasiado halagüeños y la cabeza de Merindad ha perdido 170 habitantes desde 2008, 42 el último año. Se mantiene con 4.960 vecinos mientras disminuyen también Aibar (129 menos en diez años), Liédena (38), Roncal (63), Burgui (19), Garde (33), Isaba (67) o Lumbier (69). Roncal y Salazar han perdido 828 habitantes en 40 años, una despoblación que se ceba sobre todo con los pueblos del Pirineo y constituye un problema alarmante sobre el que ya se está trabajando desde las instituciones.
El alcalde de Sangüesa, Ángel Navallas, opina que el descenso no es preocupante en su municipio. “Casi siempre hemos estado en torno a los 4.000 habitantes, supone el tamaño natural de la Merindad y estamos volviendo a los orígenes, después de haber crecido por la inmigración. Alguna familia incluso vuelve”, apunta, y reconoce que el tejido empresarial de la zona “sigue funcionando”. En las zonas rurales, eso sí, la historia es otra. “En los valles la población se va envejeciendo, el futuro no es muy positivo y ojalá tuviéramos una solución pero es muy complicado. Mucha gente joven se va a Pamplona”, señala, indicado que en Sangüesa “no ha saltado la alarma porque se veía venir: igual en la próxima legislatura volvemos a los 11 concejales, en vez de los 13, pero sería volver a los orígenes”.
El caso de la Ribera En la Ribera navarra, los datos son curiosos. Tudela ha vuelto a ganar habitantes este año que acabamos de dejar, con 295 personas más en las listas del censo, pasando de las 35.298 a las 35.593. Y es una cifra que, además, conforma su máximo histórico por encima de los 35.429 que residían en 2011, hasta ahora el mayor número de tudelanos empadronados.
La Ribera crece por tercer año consecutivo, afianzando una tendencia al alza al llegar a los 101.102 vecinos (478 personas más en un año), pero del balance del INE se desprende también el descenso de poblaciones como Cadreita, Carcastillo, Fitero, Ablitas, Villafranca, Cascante, Corella o Cortes, algunas de ellas significativas en la última década. Las que más pierden son Cortes (222), Corella (191), Fitero (259) y Carcastillo (153).
El alcalde de Tudela, Eneko Larrarte, valora que para hacer un análisis poblacional en La Ribera, la visión ha de ser más global. “No por municipios, porque Tudela, Cascante, Murchante o Fontellas forman una conurbación, como si fuera un continuo. Hubo cierto bajón durante la crisis y ahora se está recuperando, aunque en porcentajes pequeños. Existe una tendencia a la concertación del centro frente a la periferia porque hay más recursos, servicios y trabajo en las ciudades”, explica.
Demanda, al igual que hacen otros alcaldes, un mayor esfuerzo político: “Implantación de empresas para que los jóvenes no se vayan y los pueblos no se queden vacíos. Hace falta una apuesta por el equilibrio territorial que tiene que ser decidida y continuada en el tiempo”.