Hola personas, ¿cómo va la vida?, ¿bien?, ¿mal?, pues? hala, a levantar el ánimo quien lo tenga bajo y a mantenerlo ahí quien alto lo lleve porque hoy es día grande.

Suenen trompas y timbales, toquen txistus y fanfarreas, bailen neskas y mutiles, exploten cohetes y tracas que la ocasión lo merece: hoy es nuestro cumpleaños, sí, señoras con señores, militares sin graduación y personas humanas en general, hoy sumamos un calendario. No empleo un plural mayestático, no, es que somos dos los que cumplimos tacos, El Rincón del Paseante que cumple su primer añito y un servidor de Vds. (Pamplona, 27 de enero de 1958) que cumple 61 brejes. Bien llevados, eso sí, gracias, lo sé, pero 61 castañas son un saco de castañas. El niño, “Rinconcito”, sin embargo, está hecho un primor, está por estrenar, más mono, un año de vida no es nada, un recién llegado como quien dice, un bebé. Le queda mucho por delante, exactamente lo que me quede a mí.

A la hora de escribir el paseante de hoy me había propuesto hacer un epítome de los diferentes epígrafes, que diría mi querido catedrático D. Jose Lampreabe Blasco (a) Zapo, que han ido apareciendo en estos 12 meses. Me he puesto a ello y he empezado a leer y releer y mirar y revolver y fotocopiar y subrayar y hacer listados y nombres y sitios y? al final como soy un puto desastre, he tirado todo a la mierda y me he puesto al teclado con mis deditos y mi memoria. Con ellos empecé, con ellos sigo.

El 28 de enero de 2018 se publicó el nº 0 de mis cosas, en él me presenté e hice una sucinta declaración de intenciones y una explicación de lo que, entonces, era un proyecto que empezaba muy ilusionado pero con dudas, ¿tendría aceptación?, ¿saldría yo airoso del reto de escribir un artículo a la semana?, pregunta esta última muy lógica si tenemos en cuenta que yo no había escrito jamás en ningún medio, o si lo había hecho había sido de forma muy esporádica, por tanto la atadura de publicar un escrito semanal nunca la había tenido y todo podía pasar, pero bueno, con la ayuda de los hados parece que todo va saliendo bien, ¿no?, por lo que sé, me decís o escribís, mi aparición dominical en vuestra vida tiene una buena aceptación, y yo parece que voy cumpliendo puntualmente con mi cita semanal con todos vosotros, lo cual, lejos de ser una presión, es un acicate.

Los rincones del paseante son eclécticos donde los haya. Por ellos pasa todo lo habido y por haber en nuestra querida Iruña, diré con Terencio: Homo sum; humani nihil a me alienum puto. Hombre soy, nada de lo humano me es ajeno. Pamplonés soy, nada de Pamplona me es ajeno.

A lo largo de este año de mi pluma han ido saliendo personas y personajes de lo más variados: los profes del insti, los maristas, los canónigos pitanceros y magistrales, los alcaldes perpetradores y los guardadores, los korrikolaris, los ladrones del tesoro de la Catedral, la Cofradía de San Saturnino, la Hermandad de la Pasión, los Okupas de Okupalejo, Isabel de Valois, Felisa Munarriz, Guelbenzu, Falla, Sarasate, los doctores Simonena, Huder o Juaristi, D. Fiacro Iraizoz. D. Basilio Lacort, D. Ignacio Baleztena, Uve, Marinerito, Pan tierno, el Tío Ramón, los belenistas, Basiano, Ciga, Crispín, Tiburcio de Redín, Emeterio, el Obispo Barbazán, Salvador Pinaqui... y tantos y tantos nombres que solo con nombrarlos ya suenan a Pamplona y que dieron y dan tanta vida a esta ciudad. Las ciudades pueden ser muy ricas y muy bellas pero sin riqueza humana en nada quedan, las gentes son la clave, la piedra angular de las ciudades, esto es una obviedad, lo sé, pero nuestra forma de ser creo que está patente en toda la ciudad y a viceversa. Creo que todos somos un poco gigantes y un poco cabezudos, corredores divinos del encierro de la vida, un poco Mariblancas enseñoreados sobre nuestro pedestal, somos txistu y tamboril, procesión de San Fermín, somos Osasuna, somos río Arga bordeando las murallas y murallas protegiendo lo nuestro, somos lo que reza su Lema nobles, leales y, a veces, heroicos, esta última condición mejor si no hace falta demostrarla.

Hemos paseado con ellos por lugares de todos los pelajes. Hemos pateado a capricho las calles de lo viejo, calles esencia de lo nuestro, calles con historia en cada una de sus piedras, vías que han conformado poco a poco el núcleo de la ciudad, calles con vidas íntimas vividas y sentidas bajo sus tejados, con vidas públicas vividas y compartidas en sus aceras, iglesias, tiendas y bares, calles de nombres eufónicos de personas, como Jarauta, santos, como San Saturnino, oficios, como Zapatería, o funciones, como Comedias. En lo viejo hemos asistido a funciones, procesiones, músicas, mítines y mercadillos, hemos recordado lo que en esas calles marcó nuestra infancia como los curriños en la Plazuela de San José o los caramelos de “tírame la pesa” en el carrico de Calceteros. Y lo que queda por aflorar. A veces mis amigos me dicen que Pamplona es finita y que algún día se me acabará el filón, pero no estoy de acuerdo, siempre habrá un balcón, una tienda, un rincón que me cuente algo.

Hemos visto historia, ciudadela y murallas. Hemos oído hablar de El Fratín, de los burgos y del Privilegio. Hemos conocido a reyes, virreyes, generales y guerrilleros. Hemos sabido de rencillas, luchas y sangre.

Hemos recorrido barrios y ensanches; el II ensanche, en mayor o menor medida, aparece en casi todos los escritos de manera recurrente, lo sé, pero? es que vivo en él, crecí en él y por fuerza ha de aparecer. No alberga historia con mayúsculas pero alberga la microhistoria, la nuestra, la que escribimos nosotros, la que escriben tiendas, ultramarinos, peluquerías, cines, mercados, bares y cafeterías, hoy casi todos desaparecidos. Hemos nombrado in memoriam casas como Vale, El Palacio del niño, Alonso, Unzu, Editorial Aramburu, El Parnasillo, Chaston, Fonos, Marpún, Crespo Tabernero, Tarsicio Ortiz, Viguiristi, Olmedo, Arrizabalaga, Archanco, Radio Ortega, y tantos y tantos comercios al pie de casa que eran como de la familia, de toda la vida, los conocías y te conocían.

Hemos paseado por parques y avenidas, hemos recordado juegos y columpios, pagodas de alquilar bicis y pistas de patinar, hemos traído a la memoria al mono Charly y a los ciervos del Redín.

Hemos bebido en las noches de San Juan, en pubs y discotecas que también han estado presentes algún domingo; sitios de juventud donde pasábamos horas sin cuento pelando la pava y viendo pasar la vida sin más preocupación que dónde y con qué divertirnos mañana.

Hemos conocido la leyenda de San Fermín y la historia de sus Fiestas al detalle, desde dentro, desde la cabeza de uno de aquí.

Hemos bajado muchas veces al río, he de reconocer que soy un fluviofilo empedernido y que los pies se me van solos hacia la corriente, y lo hemos acompañado en su correr con frío, calor agua y nieve, él siempre está ahí, con más o menos caudal, calmo o bravo, pero siempre ahí, vas lo ves y te lo cuenta todo.

Y hemos, hemos, hemos... muchísimas cosas más que no es necesario nombrar porque más o menos todos las tenemos en la chola.

Y las que nos quedan. A por muchos años más. Muchas gracias a todos y, sobre todo, a todas. Siempre os he preferido.

Malú y Rafa me saludaron. Qué majos.

Hasta la semana que viene.

Besos pa’ tos.

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