villava - 10.000 kilómetros separan a Rachel Vega de su Montevideo natal. Esta uruguaya que lleva 10 años en Navarra y dos como responsable del bar del Molino de San Andrés afirma que solo volvería a su país si le faltara el pan en España. “Es duro estar tan lejos de la familia, pero aquí nos hemos acostumbrado a vivir de una manera tan libre...”, dice como en si estuviera en un sueño. El bar del Molino de San Andrés, gestionado por París 365 es, sin duda, parte de ese sueño. “A mí me gusta mucho trabajar aquí. Es un lugar que me ha atrapado, y personalmente me ha ayudado muchísimo. Es cierto que necesito un trabajo para el resto del año -abre solo durante los meses de verano-, pero no me quiero ir de aquí. No todo el mundo tiene la suerte de sentirse tan bien trabajando”, dice con una sonrisa.

La historia de cómo esta mujer llegó a ser encargada de este bar es, como ella misma indica, muy larga. Rachel llegó a Navarra con sus tres hijos hace 10 años gracias a una reagrupación familiar. Su marido había venido dos años antes porque había encontrado trabajo en la fábrica de Santesteban. “Vivimos en el pueblo durante tres años. Al principio fue un poco duro, sobre todo para nuestros dos hijos mayores, que tenían entonces 12 y 16 años, porque en el colegio era todo en euskera. Pero ahora estamos todos encantados y el mediano incluso ya se ha independizado con su novia”, explica. Después de estos comienzos se mudaron a Burlada porque su marido perdió el trabajo y encontró otro en este municipio. “Cuando llegamos yo estaba en paro y me llamaron del Servicio Navarro de Empleo para un curso de ayudante de cocina. Me apunté y tuve la suerte de conseguir una de las 15 plazas que se ofrecían entre más de 300 candidatos”, relata; y continúa la historia Igor López de Munain, natural de Vitoria, que también vino a Pamplona de la mano de París 365. “Se trata de unos cursos de nueve meses que París 365 ofrece para formar a personas que luego les puedan ayudar en sus cocinas. Pero al mismo tiempo, el curso va dirigido a personas con dificultades para encontrar empleo y darles así una segunda oportunidad”. Tras los nueve meses que duró el taller, Rachel trabajó en algunos bares y restaurantes, pero en 2014 se volvió a quedar en paro. “Entonces un chico me comentó que París 365 estaba buscando a gente para este establecimiento, y así es como empecé. Al principio me daba muchísima vergüenza y casi ni levantaba la cabeza, pero el encargado de entonces, Luis, me enseñó muchísimo”, narra. Tras un par de años trabajando solo los fines de semana, después empezó yendo algún día más hasta que hace dos años fue nombrada encargada.

comunidad parís 365 Tanto Rachel como Igor están encantados trabajando para la organización social. “Yo le debo mucho al París porque he crecido mucho como persona y como empleada”, explica Rachel. Igor, por su parte, provenía del sector de la gestión de empresas y notó un cambio drástico al entrar en París 365. “Lo que más cambia son los ritmos. Aquí, como trabajas con personas, los objetivos no se marcan de la misma manera que si estás trabajando en una empresa que mira por tener los máximos ingresos posibles”, comenta el alavés. Igor es el responsable de proyectos de esta organización sin ánimo de lucro. “Los beneficios económicos que obtenemos del Molino y de otros proyectos como la tienda o el catering van destinados a financiar el comedor, las viviendas y la despensa. De esta forma somos más autónomos y dependemos menos de las subvenciones, que pueden variar mucho”, señala. Así celebran Igor y Rachel el décimo aniversario de París 365, agradeciendo la nueva vida que les ha dado.