En 1919 la zona del Redín conservaba aún algo del aire de lo que había sido durante siglos, es decir, un punto fuerte del recinto amurallado de la ciudad, orientado hacia el norte y dispuesto en ángulo, como si de la proa de un barco se tratase. Y era también un rincón consagrado al trabajo y a la actividad artesana, puesto que aquí acudieron durante generaciones los cordeleros de la ciudad para elaborar sus sogas de cáñamo. Para obtener la imagen el fotógrafo se situó junto al alto paredón que limita la plaza hacia la derecha, y abrió el plano hasta llegar casi al límite de la muralla. Vemos que falta el pintoresco paso alto, tan característico de la calle del Redín, y vemos también que no existía el actual mesón del Caballo Blanco. En su lugar vemos una sencilla y proletaria caseta, construida en ladrillo encalado y con un porche ligero delante, donde los cordeleros que trabajaban en esta zona solían guardar sus aperos de trabajo.

Hoy en día la zona retratada en 1919 permanece perfectamente reconocible, aunque no cabe duda que en los 100 años exactos transcurridos entre ambas imágenes se han producido profundas transformaciones. Hoy el Redín es ante todo un lugar consagrado al paseo y al ocio de la ciudadanía de Pamplona y de las personas que nos visitan. En 1961 se derribó el almacén de aperos utilizado por los cordeleros, y en su lugar se construyó el mesón del Caballo Blanco que, por lo tanto, no es antiguo en absoluto. Eso sí, en su construcción se utilizaron los materiales procedentes del derribo del caserón gótico que se encontraba donde hoy está el hotel Maisonnave, y el nombre se le otorgó en recuerdo de un antiguo mesón medieval que, según los documentos, existía en la calle Mayor hacia 1377. Al margen de estas consideraciones, la comparativa de ambas imágenes demuestra que la ciudad puede mejorar, y mucho, cuando las cosas se hacen bien y con gusto.