Isabel tiene 73 años. Llegó a Pamplona desde Madrid hace ya 15 años y desde entonces ha estado viviendo en un piso de alquiler en Barañáin, un pequeño “remanso de paz” que se ha visto obligada a dejar por el incremento del precio en la renta. La pensión que recibe, dice, no le llega, y ahora está buscando una habitación, prácticamente el último recurso de muchas personas que, como ella, no encuentran vivienda ni en Pamplona ni en los alrededores por los “desorbitados” precios en los que ya desde hace años se ha situado el alquiler. Y va cada vez a más.

Melisa llegó a Iruña hace mes y medio desde Murcia para estudiar en Pamplona. Se vino con su pareja, dispuestos los dos a encontrar trabajo aquí para echar raíces, pero no pueden. Han puesto un puñado de anuncios por internet con la esperanza de encontrar habitación para los dos, “pareja educada y responsable, de 28 y 30 años”, porque lo del piso lo ven “imposible”. Y Amaia (nombre ficticio), vecina de Pamplona con dos criaturas, recurrió a la Plataforma de Afectados por la Hipoteca para conseguir “recuperar una vivienda” (okuparla) en el barrio de San Pedro. Pero el miedo a llevar el niño al colegio y volver y encontrarse la puerta tapiada no se lo quita nadie.

El precio de los pisos va desde los 800 euros al mes por 72 metros cuadrados y dos habitaciones en el corazón de Pamplona (calle San Antón) -también los hay de 590 en Navarrería con una habitación y 45 metros o de 1.250 en Estafeta, ya de 3 habitaciones- hasta los 1.250 en el Soto Lezkairu (115 m2), 700 en Berriozar (dos habitaciones), 900 en Iturrama (64 m2) o 780 por 50 metros cuadrados en Mendebaldea. Están caros, y llevan caros mucho tiempo.

Lo que denuncian ahora los inquilinos es que, además, se ha incrementado el precio incluso de las habitaciones, algunas de las cuales llegan a valer casi como una vivienda: 600 euros en Azpilagaña, con baño propio. 700 en el II Ensanche, “solo para estudiantes o profesores”, cien euros menos en la misma zona en una “residencia de uso colectivo, o 395 euros en la calle Mayor, 485 en Pío XII y 500 euros en la Txantrea. Por habitaciones en las que no siempre se tiene derecho al resto del piso, no se puede fumar, “se busca persona limpia y ordenada”, o “solo chica”, “persona sola”, sin olvidar el mes o dos meses de fianza que se debe abonar por adelantado. Toda una quimera encontrar algo asequible y, ya puestos a pedir, en buenas condiciones.

“Los jóvenes no pueden emanciparse pero los mayores que tenemos pocos recursos no podemos alquilar un piso. ¿Los viejos, a dónde vamos?”. Isabel no tiene “más que parabienes” para su excasero, una persona “estupenda”. No tiene la culpa de que suba el IPC. Pagaba 450 euros por un piso en Barañáin en el que las variaciones del impuesto hicieron que subiera hasta los 590. “Mi pensión no llega a 700 euros y, a poquito que lo suban y lo suban, me quedan 35 euros para comer. Llegó un momento en el que no podía pagarlo”. Le cuesta vivir en compañía pero reconoce que, a su edad -aunque dice que es muy mala enferma-, es algo que no viene mal, y de momento ha conseguido una habitación en Dormitalería, en casa de una amiga, por la que paga unos 300 euros. Lleva así año y medio porque asegura que no encuentra nada, pero van a instalar un ascensor que ocupará el hueco de su actual estancia y se tiene que marchar.

“Ahora buscar un piso de alquiler es absolutamente imposible, no han querido regular los precios y nos vemos en éstas. Me conozco toda la Comarca de Pamplona pero no puedo pagar 600 euros en Sarriguren porque no hay estudiante que comparta en esa zona. Y vivir ‘con la abuela’ también es raro, no es nada fácil encontrar compañera”. Asegura que ha visto “de todo: dos colchones juntos con una ventana minúscula, sin armarios o con el armario para la ropa en otra habitación, sin derecho a cocina, camas encajonadas en huecos imposibles y precios de más de 300 euros por estancias en malas condiciones. En estos momentos el abuso es brutal”.

Cosas que no se cuentan Ha presentado documentación “en seis lugares diferentes y hay una lista de espera de tres años para alquilar un piso tutelado. A ver si llego”, dice, sin perder la sonrisa. Porque asegura que ella vive en Pamplona “aunque sea a la pata coja”. Hace 15 años que llegó y se enamoró de esta tierra, confiesa, y de sus gentes, aunque asegura que aquí tal vez situaciones como la suya no se denuncien tanto “porque no se cuentan. Hay mucho miedo al qué dirán”.

Y las condiciones para poder acceder a esos pisos “son tan arbitrarias que te echan para atrás: hay modalidades en las que a los cinco años te echan. Llevan el Pantone, lo ponen en la pared y te dicen que no te van a dar la fianza porque el blanco no es el mismo. Eso me lo ha contado más de uno, el tema de la fianza es tremendo”.

Dice que tiene “desgastados” los peldaños en el ayuntamiento de las veces que ha ido reclamado ayuda. “Ni tan siquiera por emergencia habitacional, en Vivienda. Esa es la situación con la que se encuentra mucha gente y cada vez las listas de espera son mayores. La única solución que queda es compartir, y yo no lo he hecho ni cuando estudiaba”.

Amaia, por su parte, vivía en Berriozar, en una habitación alquilada con su marido y su hijo pero se tuvieron que marchar en cuanto nació el segundo. Ahora tiene cinco meses, los que la familia lleva viviendo en una vivienda recuperada de San Pedro. “Antes pagábamos 350 euros por una habitación pero nos subieron el precio? Y nos dijeron que con dos niños no podíamos estar. Los precios están subiendo muchísimo y era imposible encontrar nada, recurrimos a la PAH y gracias a ellos hemos conseguido estar aquí, de momento”, explica. Ella no trabaja y su marido “cobra muy poco, como autónomo, pero con la renta garantizada no nos llega”.

Han mirado ayudas del Gobierno, relata, “pero en muchos casos tienes que abonar tú los tres meses y te lo devuelven después. ¿Y durante esos tres meses, qué comemos? Tenemos que pagar también el colegio del niño, asumir fianzas de hasta tres mil o cuatro mil euros, de varios meses... Hemos buscado en otros sitios más baratos, sin ascensor? Pero quieren parejas o mujeres trabajadoras. La gente exige que no haya niños cuando alquilas una habitación y muchos nos echan para atrás”, lamenta.

“Dicen que no hay pisos para alquilar y aquí han tapiado más de 50, todo el barrio, para que la gente no entre. Si hubiera alquileres baratos no dejarían a nadie en la calle, y si no hubiera pisos vacíos no habría okupaciones. Entiendo que cada uno haga su trabajo pero creo que no se ponen en nuestra situación, no me gusta estar así, ni quiero ni me parece bien. Sé que es ilegal pero tampoco voy a estar en la calle con dos niños. Si entre el banco, el Ayuntamiento y las promotoras alquilaran todos sus pisos no habría ni una persona en la calle. Y ahora tenemos miedo de ir un día a comprar, de llevar al crío al colegio y no tener casa cuando volvamos. Tampoco se puede vivir así”.

Echar raíces Melisa Rivadeneira y David Lampón, de 28 y 34 años, respectivamente, son una pareja murciana que llegó a Pamplona hace unos meses en busca de una nueva vida. Ella para seguir formándose en la danza contemporánea en una escuela de Noáin, y él para encontrar trabajo con una titulación de Graduado Social y un máster en Recursos Humanos y Riesgos Laborales. Pensaban que en el norte lo tendrían más fácil, que habría más oportunidades, pero se han dado de bruces con una realidad que ahora los tiene al límite.

“Yo vine en septiembre para empezar las clases y pensaba encontrar piso hasta que viniera David, que está buscando trabajo, pero ha sido imposible. Los precios son altísimos así que terminé alquilando una habitación en la Rotxapea por 300 euros. Otra sala se quedó vacía y vino mi pareja pero nos hacen pagar por las dos habitaciones, 600 euros en total como si viviéramos en un piso”, relata. No pueden acceder a una vivienda en alquiler porque no disponen de un contrato de trabajo y asumen que deberían hacer frente a unos 2.000 euros al principio -“hemos hecho los cálculos”- entre mensualidades, fianza e inmobiliarias.

“Es imposible. Hemos mirado habitaciones en todos los barrios, pero no quieren parejas. Buscan chicas jóvenes, nos cierran las puertas aunque somos personas educadas y responsables, no somos ruidosos. Sólo queremos algo temporal hasta que él encuentre trabajo y es una odisea”, lamenta, y señala que han empapelado el barrio con carteles. “Estamos desesperados, porque en noviembre se termina el contrato y no sabemos dónde vamos a vivir. Necesitamos algo de suerte o que alguien nos llame... Si no, tendremos que vivir en habitaciones por separado”.

Baremo de precios de las habitaciones. Varían según zonas y espacio, pero rondan los 600 euros en Azpilagaña, con baño propio. 700 en el II Ensanche, “solo para estudiantes o profesores”, cien euros menos en la misma zona en una “residencia de uso colectivo, o 395 euros en la calle Mayor, 485 en Pío XII y 500 euros en la Txantrea. la

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euros es el precio medio que, según un estudio de Idealista, se paga por una habitación al mes en Pamplona.