En 1929 la Casa de Misericordia de Iruñea, la popular Meca, era un centro de beneficencia integral que, además de atender a las personas mayores sin recursos, hacía también las veces de orfanato. Por eso existía buen número de chicos y chicas que vivían allí, a los que, por deformación de la palabra mocosos se solía llamar mecosos, entiendo que de manera cariñosa. Así al menos la empleaba el doctor Arazuri.
Una de las ventajas que tiene trabajar fotografías en formato digital es que puedes ampliarlas muchísimo, para apreciar detalles que, de otro modo, pasarían desapercibidos. Y en esta imagen es realmente curioso ver una a una las caras de los mocetes. Rostros cercanos, que nos recuerdan a otros conocidos e incluso a críos de hoy en día. Y uno puede imaginar cuántas historias de dolor y desamparo se esconden tras esas sonrisas, tras esas miradas cómplices y tras esos abrazos y gestos de aprecio mutuo, espontáneo e infantil. Uf...
Hoy en día pocas fotografías permanecen tan inalteradas en Pamplona como esta de la Casa Consistorial. Cada piedra, cada escultura permanece en su lugar y, sin embargo, hemos querido abrir un poco el plano, para solucionar los pecadillos de la foto antigua, que guillotinaba las esculturas alegóricas de la fachada y la hermosa inscripción de su arco de entrada. Las esculturas representan a la Prudencia y la Justicia, virtudes que debe poseer quien gobierna la ciudad, y la inscripción del arco reza un precepto que no siempre es respetado: “Las puertas están abiertas, pero sobre todo el corazón”.
En cuanto a los mecosos de 1929, que habrían nacido hacia 1919, andarían por los 17-20 años cuando estalló la infausta Guerra Civil, y es seguro que les tocaría marchar al frente, o huir para no terminar en alguna cuneta. Los que sobrevivieron deberían andar hoy por los 100 años, así que si hay alguno por ahí, que reciba un abrazo. Bien grande.