o hay abrazos. Ni besos ni caricias. Las despedidas ya no lo son, al menos no como deberían serlo, y al drama de las pérdidas estas últimas semanas se suman situaciones para las que uno difícilmente puede estar preparado. Como un funeral al que sólo acuden tres personas, en rigurosa intimidad, que deben guardar entre ellas una distancia prudencial. O un enfermo al que no se le puede visitar ni en casa ni en el hospital, una ausencia que resulta ahora obligada. Tampoco a los difuntos se les puede velar y sus familiares, en muchos casos, tienen que llorar su pérdida en la más estricta soledad. Sin homenajes. Sin palabras bonitas.

En Pamplona y en los últimos años las cremaciones han supuesto cerca del 80% de los servicios funerarios, a los que ahora se suma, también, el traslado. Y es que muchas familias han tenido que llevar a sus seres queridos a Estella y a Tudela para que puedan ser incinerados, en momentos en los que los dos hornos de Pamplona copan su horario y servicios. En marzo del año pasado 175 personas fueron incineradas en la ciudad, mientras que el mes pasado hubo un total de 243 servicios crematorios. Son 68 personas más, casi un 14%.

A Javier, vecino de Pamplona, y a su familia, el COVID-19 les ha golpeado de una manera muy dura. "Primero se contagió mi madre, el 5 de marzo. Falleció el día 24 y durante esos primeros días, hasta el 11 que le dieron el resultado positivo, contagió a mi hermano y a mi hermana; y mi hermana a su marido, ambos médicos", relata. Su hermano ha estado 28 días confinado en casa, "aunque no con el positivo porque no le hicieron la prueba, pero ha tenido principio de neumonía". Cayó enferma después su hermana, que lleva más de una semana ingresada, "pero parece que evoluciona bien. En su casa han tenido que estar los tres, con su hija, en habitaciones individuales, la pequeña durmiendo en el salón".

La imposibilidad de hacer ese duelo por su madre, confiesa, ha sido lo peor de todo. "No poderte despedir de ella es muy duro. Ni tanatorio ni velatorio, el entierro fue muy frío: duró apenas 15 minutos y tuvimos que estar separados, a dos metros de cada uno. No poderte abrazar con tus hermanos...", lamenta. Ni siquiera pudieron estar todos (son cuatro), porque uno estaba ya confinado y su hermana dio positivo el mismo día que falleció su madre. "Ha sido una pesadilla".

Elena tenía 89 años. Su hijo se queda con lo positivo, porque asegura que ha sido siempre "una mujer muy buena. Ha llevado una vida plena, era totalmente autónoma, independiente, vivía sola, viajaba con sus amigas€ Y no aparentaba su edad", cuenta. Cree que se contagió en una excursión que hizo con un grupo de personas a Javier, "sus amigas también se contagiaron y sin embargo salieron adelante, no tuvieron complicaciones respiratorias".

Ella, natural de Uztárroz, no dejaba pasar un verano sin volver al pueblo. "Le encantaba ir, ver a sus amigas, recordar sus raíces y disfrutar de su casa. De sus recuerdos". Estuvo los primeros días en casa, con algo de fiebre. Javier pudo estar con ella antes de que la ingresaran, en visitas de quince minutos, hasta que se la llevaron al hospital. "Hacia el 20 de marzo le apareció una pequeña mancha en el pulmón y esa neumonía se desarrolló de forma muy violenta, provocándole una parada cardiorespiratoria. En otras circunstancias, si no es por el virus, hubiese vivido unos cuantos años más. Tenía mucha vitalidad", explica su hijo, que pone en valor y agradece el apoyo recibido por la gente. "Al no poder velarla he recibido multitud de llamadas, de whatsapps, de correos€ Eso te ayuda mucho pero lógicamente las circunstancias, no sólo mías sino también las de mis hermanos, han sido duras". Y es que fue todo muy rápido, sin tiempo para asimilar. "Cuando falleció la metieron en una bolsa especial, la bajaron al depósito de cadáveres del hospital, y esa misma tarde se la llevaron a las instalaciones del tanatorio. A la mañana siguiente directamente nos vimos en el cementerio con la caja".

En el duelo, explica, en un entierro, "muestras un cariño y lo llevas de otra manera. Lloras. Te desahogas, recibes a gente y al final, también, despides a tu madre como se merece. Fue una mujer que siempre ha estado al servicio de los demás, nos ha ayudado a todos, y cuando le ha tocado a ella se ha sentido un poco abandonada. No entendía muy bien el tener que estar sola en el hospital, que no fuéramos a verle. O cuando estaba en casa, que sólo fuéramos quince minutos y con unas medidas extremas de seguridad y salubridad para no contagiarnos. Eso también es duro: ver a tu madre que sufre y no poder estar con ella".

Elena "se quedó viuda joven y sacó a cuatro hijos adelante. Son diez nietos, se sentía muy orgullosa. Y eso es lo que le queda y lo que nos queda a nosotros, un buen recuerdo, de una mujer luchadora. Eso es quizás lo triste, que esta enfermedad se está llevando por delante a una generación de gente que ha hecho mucho. Se están yendo con muy poco reconocimiento", valora.

Lamenta el tratamiento tan "frío" de la pandemia que están ofreciendo, a su juicio, los medios de comunicación. "Se tratan mucho las cifras: de fallecidos, de positivos, de altas. Pero se está perdiendo en algunos momentos la sensibilidad. De esto se aprende sobre la marcha. Pero ha hecho falta más previsión, nos creemos una sociedad muy adelantada, hemos pecado de orgullo y nos ha venido esto de golpe. Al final quienes lo sufren son los ciudadanos".

Él y su familia siguen, a diario, las misas que el párroco de San Fermín, Javier Leoz, ofrece a través del canal de Youtube, algo que también les ha ayudado a sobrellevar la pérdida de Elena. Y que incluso les ha unido: "Tengo hijos que habitualmente no van a misa pero estos días han estado con nosotros, siguiéndolas con intensidad, y afectados. Es como una terapia familiar. Leoz ha mencionado en varias de esas misas a mi madre, y eso emociona".

Las celebraciones litúrgicas, por otra parte, también han visto alterada su actividad. Se siguen celebrando pero con mucha menos afluencia -tres personas, y a puerta cerrada-, por lo que muchos fieles las siguen desde sus casas. Algunas parroquias han cerrado sus puertas para dedicarse a otras labores, "como ayudar a las personas mayores que no pueden salir de casa a hacer la compra y responder a sus necesidades", explica el propio Leoz, que indica que todavía se celebran misas puntuales en la Catedral, San Miguel y la capilla de San Fermín, "con las correspondientes normas de higiene, seguridad y distancia".

El párroco lamenta las situaciones que muchas familias se han visto obligadas a vivir estas semanas. "Si ya de por sí el duelo es duelo, ahora es mucho más doloroso. No hay acompañamiento, incluso entre los propios familiares no pueden. Es un drama porque hay mucha soledad, no ha dado tiempo ni a un beso, a un abrazo", valora.

Javier trata de sobrellevarlo de la forma más positiva posible. "Hay que quedarse con lo mejor de ella, pensar que se ha ido sin sufrir, aunque se ha ido sola. Queda ese pequeño desconsuelo pero hay que darle la vuelta y pensar que ha vivido de una manera plena. Es lo que les diría a las familias que estén pasando por lo mismo, que se queden con lo mejor de sus seres queridos".

Celebrarán, en cuanto puedan, un funeral como a Elena le hubiera gustado. "Como se merece. Un entierro con cariño y no tan frío ni limitado, ni siquiera pudimos ir todos€ Nos preparan para muchas cosas pero no para estas, que no te suceden con tanta asiduidad. Muchas veces el dolor ajeno no lo asumes como propio más que cuando es muy cercano. Es muy duro".

"Este virus se está llevando por delante a una generación que ha hecho mucho"

Familia afectada