es ha tocado trabajar a contrarreloj, y en un escenario totalmente nuevo. Tenían los medios y el equipo pero no les ha quedado más remedio que adaptarse, prácticamente de un día para otro, a una nueva realidad. La clínica San Miguel de Pamplona es como un hospital en miniatura, que a pesar de su estructura modesta cuenta con una UCI que le ha permitido ganar en capacidad de respuesta. La velocidad de reacción, con dos urgencias ahora separadas según el tipo de pacientes que iban recibiendo del Complejo Hospitalario de Navarra, ha conseguido también minimizar infectados y superar el reto, día a día, de las situaciones más críticas.

El trabajo habitual en la clínica pasaba, hasta que llegó el bicho, por lo quirúrgico, con cirugía ambulatoria y pacientes de influencia infecciosa muy baja. "Con la llegada del COVID hemos tenido que modificar absolutamente toda la clínica, no es lo mismo operar a un paciente, que se vaya recuperando y mandarle a rehabilitación, que tener a alguien que requiere unas medidas de aislamiento, seguridad, y de cara al trabajador una formación, un aprendizaje y una enseñanza", explica Gloria Sanjurjo, directora médica de la clínica. Contaban con 60 camas de las que 40 han permanecido selladas y destinadas a la pandemia. "De 310 sanitarios solo 17 han estado contagiados, para nosotros ya es un reto", señala. Asume, también, que ha sido duro. "Dermatólogos, oncólogos y diferentes médicos se han tenido que dedicar al área COVID y adaptarse a un trabajo diferente; algunos nos confesaban que les está resultando mucho más duro porque estos pacientes están aislados, algunos fallecen en situaciones que no son las naturales€ Se ha hecho una labor terrible".

Han protocolizado "absolutamente todo: cambiar las batas, medidas de limpieza, qué desinfectar y cómo€ Todo eso ha hecho modificar la estructura de trabajo, desde el personal de limpieza hasta el de mantenimiento, y todos ellos han sido necesarios y han desarrollado un trabajo ejemplar". Una de las enfermeras, relata, se ha dedicado a esa labor emocional. "La soledad está ahí y el personal se ha volcado. Han hecho visitas para hablar con ellos, hemos intentado también que algún voluntario, vía telefónica, les hiciera compañía, y muchos han estado arropados por sus familias a través de videollamadas".

Son estancias largas y pacientes demandantes. "Imagínate bañar a una persona enfundado en un traje, con guantes, mascarilla y todas las medidas de protección necesarias. Ha sido un trabajo muy duro, a nivel físico y emocional, pero también muy gratificante. Te deja huella, los sanitarios se han quedado impactados pero a la vez están contentos porque realmente han hecho una labor extraordinaria, ellos son los motores de todo esto", asume Sanjurjo. Y es que a los pacientes, confiesa, se les termina cogiendo cariño: "No son estancias de cinco días, pasas un mes con ellos. Cada vez que se va uno sientes felicidad, ¿cómo no los vas a querer? Y eso compensa todo".

Su grupo dedicado al Coronavirus está compuesto por diez médicos, "no hemos tenido que tirar de toda la plantilla porque en ese equipo no hubo ningún contagio y todos han estado al pie del cañón, hicieron un protocolo muy exhaustivo. El resto, cardiólogos, neurólogos, digestivos y dermatóloga e incluso anestesistas, han colaborado cuando ha hecho falta". También desde Urgencias, que se ha dividido en dos, con una sala específica y aislada para este tipo de enfermos y casos sospechosos, y otra para pediatría o traumatología.

"Hemos conseguido evitar el contacto con otros pacientes y aislarlos del riesgo. La agilidad de trabajo y estas medidas han mantenido el control. Es importante ser consciente de que cuando tienes un hospital pequeño, tu estructura te obliga a ser mucho más estricto -explica Sanjurjo-. La clínica no estaba acondicionada pero habilitar 40 camas no es habilitar 350, y la colaboración por parte de todos los equipos ha sido fundamental".

También el disponer de una UCI ha hecho que los pacientes que les han ido derivando fueran de diferentes perfiles, "un poco de todo". Siguen teniendo algún caso pero los han reducido casi a la mitad, pasando de 40 a 21 infectados, tras 46 altas hospitalarias. Están ahora en una fase "algo más tranquila" aunque las dos semanas previas a la Semana Santa llegaron a temer quedarse sin camas: "Pasamos tres semanas muy complicadas, sin poder aceptar pacientes, y la situación de las EPIs (batas, mascarillas, gorro, guantes, etc.) fue alarmante al principio, no porque no hubiera sino porque a todos no nos aseguraban el abastecimiento. Hubo cierta inseguridad pero en ningún momento nos quedamos sin ellas. Hicimos un uso muy riguroso de lo que teníamos y al final llegamos a todo. También la situación de los ingresos fue mejorando y ya desde la semana pasada hemos notado ese descenso de infectados, con menos ingresos hospital. Más tranquilidad".

La directora médica de la Clínica San Miguel, Gloria Sanjurjo, pone en valor el esfuerzo de los trabajadores.

21

Pacientes con COVID están actualmente en la clínica. Ha habido 13 fallecidos y 46 altas hospitalarias.

17

Ha habido 17positivos de profesionales, todos ellos recuperados, de un total de 310.