Tenían claro que algo harían, porque un acto que sella la paz entre vecinos a dos lados de una muga cuya referencia documental más antigua data de 1375 y en ella refiere a su celebración desde tiempos inmemoriales, no podía quedar sin revalidar en el 2020, a pesar de la pandemia de la covid-19.Ante esta realidad las autoridades del Valle de Baretous y las de los municipios roncaleses de Isaba, Garde, Urzainqui y Uztárroz decidieron mantener la celebración de la ceremonia en su fecha tradicional (13 de julio), con responsabilidad, acorde a la situación sanitaria y a las normas al respecto, y recomendaron excepcionalmente al público que no asistiera, limitando la asistencia al acto a las autoridades y medios de comunicación de ambas vertientes, cuya presencia estuvo marcada ayer por el uso obligatorio de la mascarilla y el distanciamiento.

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De este modo, el de este año fue un Tributo sin fiesta, sin comida ni música, que se limitó a ejecutar el ritual con lealtad a las raíces identitarias de los dos lados del Pirineo.

Bajo el sol y el fuerte viento del norte, una hora antes del mediodía ya se proyectaba una imagen inusual: mayor presencia policial, Guardia Civil, Policía Foral y Gendarmerie, poca gente y escasos vehículos, en el acceso al mojón 262, que marca la muga entre los dos valles. Y frente a él, el gel hidroalcohólico recordaba que estamos en tiempos de pandemia, igual que el goteo de personas allegadas de un lado y de otro, todas portando mascarillas.

"No nos planteamos suspenderlo en ningún momento. Se trataba de mantenerlo y hacerlo bien. Nos lo han permitido y lo hemos hecho con respeto, solo lo que estaba autorizado", argumentaba David Baines, alcalde de Isaba y presidente de la firma, al tiempo que reconocía que era un día muy distinto a otros que él ha vivido en el paraje, como izabar e incluso, con el pasado 2019, año en el que se estrenó como alcalde de la villa al pie de la Piedra de San Martín.

Diferente el ambiente, pero fiel a lo esencial, a las doce en punto ambas comitivas se encaminaron desde su territorio hacia el mojón. Ataviados con sus respectivos trajes tradicionales, por el Valle de Roncal, además del alcalde de Isaba, David Baines, los de Uztárroz, Garde y Urzainqui, Jone Alastuey, José Javier Echandi y Félix Galetx, con el secretario de la Junta del Valle, Marcelino Landa. Por el Valle de Baretous: los representantes de Arette, Aramits, Ance, Feas, Issor y Lanne, Pierre Casabonne, Etienne Serna, Corine Jargoyen, Jean Claude Coste , Cèdric Pucehu y Lydie Campello.

Y entre ellos, siempre testigos del sello de paz, la representación del pueblo mediador de Ansó, que en esta ocasión fue femenina: Montse Castán y Blanca Alfonso, alcaldesa y concejal respectivamente. Por el Gobierno foral, acudió Amparo López Antelo, directora General de Interior, y la representación del valle roncalés se completó con la asistencia de Amparo Viñuales, alcaldesa de Roncal. El secretario, Marcelino Landa, dio lectura del acta, y el alcalde de Isaba preguntó por tres veces a los representantes de Baretous si estaban dispuestos a pagar el tributo perpetuo (tres vacas, en la actualidad su compensación económica) en cumplimiento de la sentencia arbitral que obliga a los franceses a pagar a cuatro de los siete pueblos de Roncal, desde octubre de 1375, por el disfrute de su ganado de los pastos y del agua roncalesa. En cumplimiento de esta sentencia, el alcalde de Arette, clavó su lanza en la tierra por encima de la Piedra hacia el lado de la Contienda, y el de Isaba hizo lo propio con la suya hacia el lado de Baretous, en sustitución del cruce de manos por la crisis sanitaria. De este modo resolvieron y recuperaron una tradición anterior (lanzas en lugar de manos) que data de principios del siglo XX.

Una vez clavadas, el alcalde de Isaba lanzó al aire de los dos valles el "Pax Avant" (paz en adelante), la palabra dada y se procedió a la elección de las vacas y al nombramiento de los guardas que cuidarán los puertos todo el año: los roncaleses, Pablo Fanlo y Damián Gorría. En Baretous, Jean Marc Sarlatte y Jena Marie Boudet.

HERMANDAD Los efusivos saludos de otros años quedaron guardados para el siguiente y, en su lugar, un choque de codos y gran conformidad, porque el Tributo de las Tres Vacas es desde hace tiempo mucho más que un pago. Es una reunión de hermandad entre vecinos y mugas, que cada 13 de julio cantan y bailan, conversan y tratan de sus asuntos comunes y otras cuestiones que comparten. La alcaldesa de Ansó, Montse Castán, traía entre otras propuestas recuperar la Junta de San Miguel, encuentro con Roncal en la ermita de Puyeta, también histórica sin celebrarse desde hace dos años. "Estos son días importantes muy arraigados, en los que resolvemos problemas comunes de tierras y ganados", aseguró. Ayer también lo hicieron en su celebración más íntima, sin poder manifestar la cercanía que sienten, "con la nostalgia de la ausencia de los abrazos", recalcaba Casabonne. El secretario, Marcelino Landa, que tuvo que cambiar el guion del acta de 2020 (su acta número 40) en la que escribió que el pacto de paz de este año se selló con lanzas y no con las manos, también echaba de menos la gente y la fiesta. A él, como al resto, les faltaba algo. Y es que el 13 de julio en el collado de Ernaz es un día grande, y es singular todo lo que se vive alrededor de la Piedra de San Martín.