Durante décadas el Valle de Baztan ha sido escenario de numerosas películas. Atraídos por el misterio que envuelven sus bosques, pueblos y lugares, han sido muchas las producciones llevadas a cabo en la zona. Esta unión entre el cine y Baztan se ha acentuado durante los últimos años. Los incentivos fiscales para inversiones cinematográficas en Navarra han supuesto un empujón al sector. La Trilogía del Baztan, llevada al cine, ha aportado su granito de arena a la hora de proyectar el valle como plató de cine, y si a ello le añadimos la infraestructura para completar las grabaciones, a cargo de los Estudios Melitón, inaugurados el pasado mes de noviembre, hacen que Baztan sea un lugar ideal para grabar películas o realizar diversas producciones cinematográficas. Eso, si contar con la hospitalidad y generosidad de los habitantes del valle, siempre dispuestos a echar una mano, tal y como ensalzan Sergio Escobar, Jorge Martín, Marina Mariño, Pedro Otero, Oihane Oyarzabal y Manuela Puch, miembros del Equipo Técnico de Harana (valle), la última producción grabada en Baztan.Harana "es un proyecto que nació en plena cuarentena". Varios alumnos y alumnas de primer año de su carrera cinematográfica, vieron cómo su ilusión por dedicarse al medio audiovisual y luchar por contar historias se detenía debido al estado de alarma y al confinamiento. Reconocen que estaban resignados hasta que "un evento fortuito" cambió todo. La productora del proyecto Harana, Oihana Oyarzabal, explica que en el transcurso de una sobremesa, la elizondarra Arantxa Ciaurriz le mostró una antigua fotografía de un recóndito caserío familiar ubicado en el paraje natural de Aritzakun, pronunciando las siguientes palabras: "Sí algún día queréis rodar aquí, podéis".

En el curso de una sobremesa, Arantxa Ciaurriz, futura madrina del proyecto, le mostró una antigua fotografía de un recóndito caserío familiar ubicado en el paraje natural de Aritzakun a la productora de este proyecto, Oihane Oyarzabal, y pronunció las siguientes palabras: "Si algún día queréis rodar aquí, podéis". Fue el empujón que necesitaban los jóvenes estudiantes para dar un paso al frente y, sin dudarlo un momento, "ese haz de luz tan inesperado, en un momento tan extraño y confuso, nos impulsó a llevar a cabo nuestro proyecto". Decidieron aprovechar la oportunidad y pusieron en marcha toda la maquinaria para producir Harana en el Valle de Baztan, "un lugar idóneo para representar esta aventura, un universo hermético y fantasioso, repleto de hogares aislados e historias jamás contadas". Tras el inesperado comienzo, las semanas siguientes surgió Harana, la "historia de una adolescente de familia humilde cuyo desarrollo natural se ve repentinamente interrumpido por una experiencia traumática". El mediometraje "explora su viaje, ya adulta, en un arrojo incontrolable hacia los lugares más recónditos de su mente, en busca de una realidad oculta que mantiene su vida en un estado de somnolencia insoportable". Tras un mes enérgico con sucesivas reuniones, un guión prometedor y la preproducción ya acabada, los promotores del proyecto consiguieron reunir al equipo técnico en Elizondo. Contaron "con la hospitalidad y el compromiso del equipo artístico local": Nuria Idoate, Kepa Lázaro, Ignazio López, Oihan Bazterrika e Ibai De Blas, y "con la colaboración indiscutible" de los donostiarras Luix Mitxelena, estudiante de interpretación y Ainhoa Larrañaga, actriz destacada del panorama juvenil vasco.

Se muestran encantados con el apoyo recibido por parte de la población local, "ha sido incondicional y sorprendentemente altruista". Han rodado en sitios como el palacio de Askoa, las casas Zaldarriaga y Karakotxea, la reserva natural de Aritzakun y muchas otras localizaciones. Este proyecto "ha pasado de ser un trabajo experimental de un conjunto de estudiantes a una producción más grande de lo que se esperaba".

La experiencia ha supuesto "un reto y una auténtica aventura para los integrantes del equipo, una oportunidad única para darle vida a un guion de forma profesional". El rodaje de Harana se ha realizado durante 10 días, "suficientes para enamorarnos del lugar y de su gente".