Han tenido que cambiar el plato caliente por un tupper, porque ya no pueden sentarse a la mesa. Pero la comida no les ha faltado ni un solo día. Y es que aunque el comedor municipal On Egin haya tenido que reinventarse, como todo en esta crisis, es el único servicio para personas en exclusión social que se ha mantenido abierto en pleno confinamiento. También ahora, cuando hay que acudir -eso sí-, provisto de gel y mascarilla. Ya no se puede esperar a que haya sitio echando un parchís en la salita habilitada para ello, donde han desaparecido las mesas y las sillas, ni compartir plato y conversación como se hacía antaño. Todo es muy distinto, tanto que han cambiado incluso los usuarios: ahora son muchos más, y de perfiles diferentes. Y es que aunque el servicio está dirigido a personas derivadas de las unidades de barrio, con alta exclusión y problemas para encontrar vivienda y empleo, ahora son muchas familias las que se han visto en esta tesitura por culpa de una pandemia que, arrasando todo a su paso, les ha dejado también sin trabajo; sin negocio, en ERTE o prácticamente sin ingresos."El problema más grave es encontrar una vivienda, pero poder venir aquí y tener la comida te da seguridad y cierta estabilidad. Estamos contentos de poder contar con algo así, la verdad es que nos viene bien", agradecía Unai, usuario y vecino de San Jorge. Aguardaba su turno en la cola, a las puertas del comedor en la calle del Carmen, donde sólo se puede acceder de uno en uno. Otra vecina de Pamplona "de toda la vida" acababa de llegar. "Es un servicio necesario. Hay momentos en los que uno lo pasa mal, y esto te da un plato de comida. Te cubre el día, no tienes que estar pensando en cómo llenar hoy la tripa y es una preocupación que más o menos te quitas. Que lo mantengan es bueno, y además se toman muchas medidas de seguridad", señalaba la joven, de 21 años, que no quiso revelar su nombre. Es la segunda vez que acudía a un servicio que utiliza "de manera puntual. El problema es que haya tanta gente que lo necesite, eso es lo que se debería solucionar: en vez de estar pidiendo ayudas, lo que necesitamos es encontrar trabajo".

De puertas para adentro, Anabel De Carlos, Gyzulfeta Barceva y Wilmer Edson repartían los tuppers que habían estado preparando un rato antes. Comida, cena y desayuno del día siguiente en la misma bolsa, con dietas diferenciadas para quienes lo necesitan. Su labor ha cambiado en los últimos meses: "Como ya no pueden comer aquí dentro no estamos todo el rato sirviendo. El grueso del trabajo lo llevamos a cabo antes de la hora de reparto, que comienza a las 12.30 horas. Metemos todos los tuppers en bolsas y los organizamos para repartirlos después uno a uno", explica Edson, el encargado, que asume que el mayor inconveniente "es que se llevan la comida fría". Antes la consumían recién hecha, pero no había posibilidad de mantener las distancias. Muchos usuarios, explicaban, no tienen medios para calentarla, ni siquiera un techo bajo el que saciar el hambre.

"Durante el Estado de Alarma no hemos parado, ni en Sanfermines, cuando normalmente en fiestas sí hay algún descanso. Pero se ha trabajado más que nunca, y también ha habido voluntarios que han llevado las comidas a sus casas a las personas que no podían salir. Al principio hubo mucha demanda, se formaban grandes colas, quizás como parte del agobio que teníamos todos cuando estábamos confinados. Pero ahora se ha normalizado, los usuarios vienen de manera escalonada y no hay aglutinamientos", señalaban los trabajadores. La iniciativa, valoraban, "está funcionando muy bien. No se quejan. Al principio había problemas con las mascarillas, algunos no las llevaban o las tenían muy sucias, pero ahora han ido tomando conciencia y todo se ha normalizado".

Hace una década que el Ayuntamiento de Pamplona cuenta con servicio de comedor municipal desde que se pusiera en marcha en el antiguo local de Oscus. El On Egin, en la calle del Carmen, subió la persiana hace casi dos años. Son las trabajadoras sociales de las unidades de barrio (pertenecientes al área de Servicios Sociales, Acción Comunitaria y Deporte) quienes, conociendo y estudiando cada caso, derivan a los usuarios al comedor, en el marco de un programa de alta exclusión en el que se trabajan muchas más necesidades además de la de la alimentación.

"repensar" el servicio

Desde el Ayuntamiento llegaron a un acuerdo con la empresa que les prepara la comida para que, en esta nueva situación, se la manden envasada. Y aunque normalmente tienen un "tope" de 50 servicios diarios, nunca dejan a nadie sin comida, así que disponen de un margen de incremento que estos últimos meses se ha disparado. En marzo, por ejemplo, se repartieron 1.548 comidas, 48 más de las previstas. Ese excedente ya en el mes de abril fue de 362 -con un reparto de 1.862 comidas- y en mayo, por ejemplo, se dieron 1.954 comidas, con un total de 454 menús "de más, que están directamente relacionados con la pandemia", explica Marian Suescun, técnica de Alta Exclusión en el Ayuntamiento de Pamplona.

Asume que hay algunos meses en los que no existe excedente, por ejemplo en junio, cuando ya no había confinamiento y las personas podían salir de sus casas. Pero ahora vuelve a haber un repunte "porque la situación precaria empieza a alargarse, los ERTE están durando más de lo que se pensaba, y el problema de la vivienda repercute siempre en el comedor. Hay un problema importante", valora.

El comedor, señala, "es un servicio social para gente con problemas de alta exclusión, que no puede comer porque normalmente vive en la calle o en pensiones. Ahora, con la pandemia, hay más demanda y han aparecido también otras personas con unas circunstancias temporales diferentes, incluso quienes antes no estaban mal y ahora se han quedado sin un hogar, que también pueden estar utilizando el servicio de manera temporal", afirma Suescun, que explica que "había que dar respuesta al covid" y el Consistorio llegó a un acuerdo con la empresa que distribuye la comida para suplir esa nueva demanda que está surgiendo. De hecho, normalmente pasan por el comedor entre unas 40 o 50 personas diarias. El 5 de julio, por ejemplo, fueron 5 mujeres, 40 hombres y 8 familias, unas 54 personas. Ya el 11 de agosto acudieron 58 hombres, 8 mujeres y 4 familias: 70 personas.

Este año "tendremos que estudiar si es necesario aumentar esos 50 menús diarios. Este mes ha habido un incremento sustancial y es porque la situación, también, se está alargando. Si vemos que va para largo quizás tengamos que repensar el servicio porque si volviésemos al comedor como se concebía antes, con los usuarios sentados a la mesa, ese espacio ya sería insuficiente".

Nuevos perfiles. Desde el Ayuntamiento de Pamplona aseguran que el incremento de la demanda, con un aumento de los excedentes -menús que se dan por encima de lo previsto- está "directamente relacionado" con la pandemia. Así, asumen que esos "nuevos usuarios" son personas que no tenían por qué encontrarse en una mala situación pero que la crisis les ha llevado a ERTE, pérdida de empleo o de ingresos.

"Ha habido un incremento sustancial y es porque la situación se está alargando"

Técnica de Alta Exclusión

"Venir aquí y tener la comida te da estabilidad y seguridad, estamos contentos"

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