orprendidos y con el pie cambiado les ha pillado la noticia del confinamiento perimetral a los vecinos, hosteleros y comerciantes de Falces y Funes ya que, aseguran, pensaban que las cifras de contagios estaban estabilizadas.

En Peralta, donde ya se adoptaron las medidas restrictivas la semana pasada, se va a prorrogar la situación de excepción. En Funes la sensación de incertidumbre y crispación se dejaba sentir ayer por las calles y en las tertulias de bar. De hecho, Juan José Hellín Correcaminos explicaba en la terraza del bar España que "no le veo ningún sentido a las restricciones porque los casos son muy pocos. Está claro que la medida tomada en Peralta nos ha influido a nosotros; estamos comunicados por carretera, vamos al ambulatorio y hacemos muchas compras allá. El sentir de los vecinos no es el de tener unos datos preocupantes".

La dueña de este establecimiento, María Pilar Martínez, reiteraba que "no es muy normal esta decisión y nos ha pillado por sorpresa. De todas las medidas la única que, laboralmente, me afecta a mí es el horario de cierre así como alguna compra que hago fuera de Funes para mi negocio. Es cierto que, aunque no sirvo cenas, hay muchas personas que salen por la tarde a la rondilla a las 20.30 y ahora los tendré que despachar".

Salir de Funes, comentaba, "no se sale mucho pero sí que es verdad que hay cuestiones más puntuales como una notaría, gestoría, alguna tienda e incluso grandes superficies, a las que ahora no podremos ir". En cuanto a la criminalización de la hostelería, Martínez apuntaba que "la cosa está fatal, la verdad, y está claro que, de momento, no queda otra, pero no es algo rentable. Hay muy poca actividad porque la gente ha cogido miedo y no sale. A todo ello hay que sumarle, además, que llega el frío y, de normal, se sale menos. En el pueblo no creo que se diga que los bares tenemos la culpa porque llevamos muy bien las restricciones y cumplimos todo a rajatabla. De hecho, los casos han salido de reuniones en casas o huertas. Eso sí, es inviable un nuevo cierre total porque, si es así, mandarían el negocio a pique".

Del mismo parecer son Mª Ángeles Ortega y Uxue Fernández, del bar Oro de Falces, madre e hija que ayer, tras conocer las nuevas medidas, explicaban que "ahora con este tiempo las restricciones ya no nos afectan tanto a nivel laboral. Sin embargo, el fin de semana, cerrando a las 22.00 horas, nos van a matar porque, aunque pocas, las cenas ya no las daremos".

Ambas coincidían en pensar que "la incidencia creemos que es mínima, no se nos puede extrapolar a una población de 100.000 habitantes. En verano, o no había casos o no se buscaban, porque no es lo mismo. Todo viene del ámbito familiar y, desde que han aumentado los casos, la gente no sale de casas, se nota muchísimo". En su caso, además, la queja no vale, ya que han podido seguir trabajando a un alto rendimiento todos estos meses gracias a su ubicación, en la plaza de los Fueros, y a su amplia terraza, "muchos lo habrán pasado peor".

A pesar de lo desesperante de la situación, solo piden que "nos faciliten el trabajo. Parece que la gente se contagia en los bares y eso no es así. Hay que ser responsables. Hemos llegado a perder clientes por ser demasiado estrictos con las medidas; pero es que no podemos afrontar otro confinamiento, no queremos ni podemos permitirnos el lujo de que nos vuelvan a cerrar y la gente tiene que saberlo y actuar en consecuencia".

También del sector hostelero es el falcesino Roberto Inda, dueño de la Carnicería Inda. Para él, "las nuevas restricciones me parecen algo absurdas porque si vas a confinar, confina de verdad; si dejas que la gente vaya a trabajar o a estudiar fuera, el problema se mantiene". Además, y en cuanto a la afección que les puede suponer el hecho de no salir del término municipal, cree que "la gente puede comprar aquí de todo, se puede hacer, y se hace, vida en el pueblo".

Mientras, desde el aire, la Policía Foral, controlaba con drones y medios aéreos el cumplimiento del confinamiento de ambas localidades.