- Lo importante es “no hacer caso a las tonterías ni a lo que no tiene importancia”, le responde Luis Miguel Fernández Jiménez a su hija mayor, Isabel. La pregunta es la de siempre cuando se alcanza cierta edad: ¿cuál es el secreto de la longevidad? “Yo vivo contento y a gusto. Creo que he llegado a tantos años porque he vivido bien, con mi familia en casa y fuera también. Siempre me he ido a la cama con la conciencia tranquila”, añade este centenario.

Luis Miguel anda por estos mundos desde el 7 de octubre de 1920, y sigue dando pistas a su hija -ella construye este relato y le hace la entrevista- sobre posibles motivos: “Siempre nos ha dicho que el secreto de la vida está en el equilibrio”. ‘Tienes que hacer las cosas sin excederte, disfrutar de la vida sin dejar los placeres de la comida, la copita... pero siempre sin pasarse”. Misterio resuelto. “Lo bueno de los 100 años es cuestión de cada uno. Yo vivo como si fuera joven’ me dice y se sonríe con esa sonrisa picarona que tiene”, sigue ella. “Lo malo es tener 100 años y creérselo. Que no te acuerdes de lo que hacías antes porque tienes la cabeza un poco txorua”, dice él. Isabel explica que su padre “nunca se ha creído la edad que tenía. Piensa que es mucho más joven y cuando le decíamos que ya iba a llegar a los 100 contestaba. ‘¿Y ya se pueden tener tantos? ¡Qué voy a tener yo 100! ¡Estás tonta o qué!’ Luego hacía el cálculo, se quedaba pensativo y decía “Joer, ¡pues estoy apañao!”.

Luis Miguel vive en Zizur Mayor con su mujer Maribel, de 87 años, tiene tres hijos además de Isabel (Luis Mª, Idoya y Bea) y dos nietos, Diego e Irati. “Todos muy pendientes de ellos”. Desde hace 2 o 3 años solo sale de vez en cuando al jardín. Y su vida transcurre tranquila, dedicado principalmente a la lectura. Suele hacer ejercicios de cálculo -se le dan muy bien- y en cuanto puede juega al mus, aunque tenga las de perder como contra los duples de la imagen inferior. “Para lo demás no tiene mucha memoria, por eso sorprende lo bien que juega y la picardía con la que engaña al contrario. Y suele ganar hasta a los mejores muslaris”, reconoce su hija mayor.

También explica que “es muy tranquilo y agradecido. Siempre ha tenido muy buen humor, le gusta cantar y siempre está contento. No tiene achaques, no se queja de nada. La memoria le falla en el día a día pero razona muy bien y se acuerda más de las épocas del pasado”, describe”.

Fue jugador de fútbol en el Izarra, Baztan y en Osasuna, club con el que comparte los 100 años de vida. También le pegaba a la pala, “y a lo que se tercie”. Puestos a destacar, de su vida habla de “la familia, que he sido muy feliz” y del “buscar nuevas formas de trabajo. Progresar”. Siempre ha sido un hombre activo, emprendedor e inquieto. “Estudió en las Escuelas de San Francisco hasta que, según cuenta, la maestra llamó a su madre para decirle que ya estaba preparado para trabajar, que ella no sabía qué más enseñarle ya”. Ha ejercido de mecánico, administrativo, churrero, taxista... Pero su verdadera vocación ha sido enseñar a conducir. Por eso a principios de los 70 abrió la Auto Escuela Paris, en la plaza de la Cruz. “Los casos difíciles siempre los cogía él”, dice su hija, que recuerda la anécdota de una alumna que vino desde Asturias porque era muy bajita y no había forma de que aprobara las prácticas. “‘Le hice comprar unos zapatos topolinos, le acoplé al asiento un par de cojines y unos calzos atrás y después de unas pocas clases sacó el carnet a la primera’ nos contaba. Pensaba que las mujeres tenían que ser autosuficientes, que en aquella época no era tan normal, y organizaba clases para ellas de mecánica, cómo cambiar ruedas con menos fuerza, etc”, dice Isabel.

El mes pasado su cumpleaños no fue el planeado inicialmente por las restricciones que impone el coronavirus, pero la fiesta “acabó ya de noche con el centenario cantando sus canciones de toda la vida. Parecía que le habían dado cuerda”. Una pequeña celebración “ampliamente compensada” con los homenajes que han llegado después, “todos ellos muy entrañables”, comenta Isabel. Por ejemplo, el párroco de Zizur le hizo un obsequio en reconocimiento a su labor de secretario hasta bien entrados los 80 años. Y el alcalde y la 1ª teniente de alcalde le regalaron un libro con la historia de Zizur, un pañuelo de fiestas y una mascarilla con el escudo de la localidad en una visita en la que en otros tiempos “hubiera terminado hablando con el alcalde sobre cómo mejorar el tráfico de alguna calle de Zizur”. En cualquier caso, Luis Miguel ni le otorga mérito ni cree que merezca homenajes por su vida centenaria, aunque también dice que son bonitos, le gustan y los agradece mucho. Y sigue feliz con sus 100 años. Siempre bien rodeado, saliendo al jardín de vez en cuando, haciendo cálculos y lanzando envites al mus.

“Hay que disfrutar de la vida sin dejar los placeres de la comida, la copita... pero siempre sin pasarse ”

Vecino centenario de Zizur Mayor