“La realidad la percibo a través del oído, tacto y olfato. He desarrollado más estos sentidos para poder ubicarme en mi entorno”, relata Valentín Fortún, delegado de la ONCE en Navarra, invidente de nacimiento.

“De pequeño podía reconocer colores, sé cuáles son los primarios, pero lo que es la tridimensionalidad no la he llegado a percibir”, explica Fortún. Y es que toda una vida sin percibir lo que te rodea o envuelve, limita la capacidad de percepción de todo aquello que se tiene alrededor. “No puedo ver, eso está claro, pero a pesar de ello, soy consciente de lo que tengo a mi alrededor a través de la eco localización. 52 años de experiencia te ofrece ventajas”, manifiesta mientras chasquea los dedos para ubicar su silla. Esta habilidad que poseen todos los humanos, pero que no todos desarrollan, es la que ayuda a Fortún a ubicarse en su entorno. “Puedo caminar por un lugar con árboles y saber dónde están sin tener que tocarlos previamente”, señala.

Su barrio, la Rotxapea, ofrece una gran adaptabilidad para personas con ceguera, motivo por el que se siente profundamente orgulloso. “Está muy bien adaptado, posee servicios básicos como carriles especiales o semáforos acústicos, algo que no se ofrece en Bruselas, por ejemplo, cuando viajo por trabajo”, afirma.

nevadas peligrosas Las últimas nevadas caídas en Navarra dejaron un bello paisaje, pero para aquellos que no poseen el sentido de la vista, a parte de no poder disfrutarlas, les suponen un auténtico quebradero de cabeza. “Ya es difícil caminar sobre nieve y hielo, pero para los ciegos, este inconveniente es doble”, lamenta. Y es que esta precipitación helada, al caer y asentarse en el suelo, absorbe todo el ruido ambiental generando insonoridad. “La consecuencia es que no puedo ubicarme con eco localización ni a través del tacto con el bastón que es lo único que tengo a mi disposición. Es como si una manta de niebla muy densa se impusiera en tu visibilidad”, compara.

“Me considero una persona independiente, que puede realizar sin compañía actividades que precisan la vista”. Fortún, junto a su esposa Agustina y su hijo Aitor, suelen realizar excursiones. “A veces he pasado por situaciones graciosas y que han dejado una nueva anécdota en mi vida”, aseguró risueñamente y añadió: “Con mis amigos con ceguera en el barrio entrábamos al mismo bar por puertas diferentes pensando que era otro, pero solo dábamos la vuelta a la manzana”.