Cuenta su madre, Camino Tirapu, que cuando apenas balbuceaba un "papá" o "mamá", siendo bebé, una de sus primeras palabras fue "tractor. Era una pasada lo que le gustaban, ya desde pequeñito. Le encantaba dibujar y tengo una carpeta llena de folios con tractores y maquinaria... Así de grande", confiesa, esbozando con los dedos la distancia imaginaria del grosor de sus trabajos. Agradecida, asegura que su hijo está haciendo lo que le gusta. "Y como puede, porque tiene tierra, tiene mucha suerte. Porque todo el mundo no puede hacer lo que le gusta", reconoce. Y es que Asier Sarasíbar, vecino de Uterga de 25 años, siempre ha tenido claro que lo que le gustaba era el campo. "Enredar con los hierros, con las máquinas", aprender, sembrar y ver cómo crece. Porque confiesa que, para él, "intentar mejorar la producción es un constante reto".

No le duele madrugar, aunque no le queda otra. La vida en el campo comienza pronto. Y se desenvuelve con soltura en su esparraguera, en parcelas que van dejando poco a poco Uterga para extenderse campo abajo, donde todavía queda tierra sin quemar. Sarasíbar, que cuenta con explotaciones de espárrago y cereal también en Muru Astráin y Zariquiegui, estudió Paisajismo y Medio Rural en el Centro Integrado Agroforestal de Villava aunque reconoce que le habría gustado dedicarse a la electromecánica. "Siempre he querido arreglar en casa todo lo que podía, saber hacerlo como en un taller, y adecentar la maquinaria del campo. Aunque no me arrepiento porque estuve muy a gusto mientras estudiaba y he podido conocer a muchos agricultores que hoy tienen sus explotaciones en Navarra, me gusta aprender de cómo hacen unos y otros", valora.

Su abuelo tenía tierras y su tío y su padre han estado "toda la vida en el campo", así que la afición le viene de familia. Su madre lleva la parte logística, su tía es también agricultora y él ha conseguido tomar el relevo de una tradición para la que ha sembrado un futuro siendo bien joven. Porque aunque lo más habitual a la hora de pensar en un agricultor es peinarle canas y echarle algún que otro año encima, puede que sea una imagen cada vez más alejada de la realidad: "Igual no somos muchos jóvenes pero sí que los hay". Asegura que las ayudas "también influyen mucho".

La maquinaria, explica, "está por las nubes, y si no estás registrado como joven agricultor no te puedes permitir comprar un tractor o una cosechadora. Las destinadas a trabajar el cereal, por ejemplo, son más caras y tienen una vida útil cada vez menor: en 10 años ya tienes que cambiar de tractor. La máquina con la que nosotros hacemos el caballón (los surcos entre la tierra arada) tiene 20 años. Te dura toda la vida", asegura. Se puede vivir del campo, dice, "dependiendo del cultivo al que te dediques, si es regadío o no... Pero hace falta una inversión inicial muy grande y mucho trabajo. O heredas una explotación o es muy difícil".

Avances Por su parte, Camino reconoce que la vida en el campo "es dura, aunque no tanto como antes. Ha habido muchos avances y ha mejorado mucho el trabajo pero es cierto que esas ayudas para los jóvenes son necesarias, aún con ellas se tienen que hipotecar para comprar un tractor. Que exista ese relevo es bueno, tiene que haber iniciativa también para estas tierras, que son productivas".

Sarasíbar ha conseguido abrirse camino y asume que, aunque el campo requiere mucho esfuerzo, no por ello hay menos gente joven. "Creo que tiene que ver más con la afición, con si te gusta lo que haces y si lo has vivido desde pequeño", valora. El día anterior estuvo hasta las once de la noche sembrando el girasol... "Y feliz. No me importa meter horas".