- La proliferación de palomas en Estella-Lizarra es un problema antiguo que sigue afectando todavía hoy y que el ayuntamiento quiere desterrar de manera definitiva. Esta es la decisión que se presentó ayer en la comisión de Servicios. Lo cierto es que la retirada de palomas con los antiguos sistemas de jaulas no está impidiendo que la población de estas aves siga subiendo. Cada mes se retiran unas 400 ejemplares, es decir, cerca de 5.000 ejemplares al año solo en Estella. Algo que preocupa al actual presidente de Servicios, Jorge Crespo, que tiene claro que hay que afrontar con determinación este problema.

Las actuales jaulas trampa en las calle de El Puy, la Rúa y la ubicada en el ayuntamiento han demostrado que no son capaces de eliminar su proliferación. Desde el Ayuntamiento se plantea la medida de modificar la ordenanza que impediría a los vecinos y vecinas alimentar a las palomas (y otros animales como los gatos). Por otro lado, también piden la implicación de los propietarios de edificios que deberían impedir que las palomas nidifiquen en ellos "no se trata de hacer obras solo de cerrar huecos". Todo esto unido a otra medida como es la de proporcionales pienso anticonceptivo que impide su reproducción.

Detrás de toda esta prevención está la capacidad de estas aves en la transmisión de enfermedades, como aseguró el doctor Leoncio Virgós, que ayer asesoró a los miembros de la comisión sobre la capacidad de transmisión de hongos y bacterias a los humanos que puedan tener contacto con las palomas: enfermedades como la neumonía alérgica o la salmonelosis. "Estamos ante un ave con una capacidad de defecación que puede llegar a los 10 kilos anuales de excrementos". Una cantidad que estos animales dispersan por las calles y también en su lugares de cría en viviendas y árboles "algo que también afecta directamente a los trabajadores vinculados con la construcción e incluso con los que realicen talas o podas de árboles. Según Virgós, el problema de Estella con las palomas urbanas lo tienen muchas ciudades. "Algunas como Venecia o Nueva York lo afrontaron hace tiempo, pero por muchos sistemas de eliminación que haya, lo mejor es convencer a la ciudadanía de que alimentar a las palomas es malo". Una práctica que puso en marcha Barcelona, donde las palomas desaparecieron de las zonas donde no eran alimentadas.

"Hay que modificar las ordenanzas para que no se pueda dar de comer a palomas y gatos" comentó ayer Crespo, quien este problema creció durante el confinamiento y que algunos lo practican como una forma de rebeldía. Pero desde el Ayuntamiento se quiere ir adelante, aunque son conscientes de que llevará su tiempo, "hay oir a los vecinos y vecinas en el proceso de participación ciudadana, pero estamos decididos a sacar toda la artillería para solucionar este problema que puede ser también una cuestión de salud pública", finalizó Crespo.