De una pasión: la naturaleza, los paisajes, la flora y la fauna, nació una vocación; dejar constancia de todo ello a través de las fotografías. El marcillés Felipe Marín Malo, de 36 años, montó a finales del año pasado MALONE - Producción Audiovisual y hace unos días se echó la cámara al hombro y se fue a La Palma para contar, de la mejor manera que él sabe, a través de imágenes, lo que allí está pasando.

Era el 5 de octubre y, tras estudiarse palmo a palmo la isla, sus carreteras, caminos y miradores, cogió la maleta y se marchó, explica, a trabajar. "Como fotógrafo, sacar un fenómeno así, tan de cerca, es una oportunidad que no podía dejar pasar. Ahora, que tanto se habla del cambio climático y del cuidado del medio ambiente, esto es algo que remueve conciencias y que nos recoloca en lo que somos y en la fuerza y poder que tiene la naturaleza". Sin embargo, insiste, era consciente de que más allá del espectáculo visual "no iba a interferir en las labores de seguridad ni a intentar traspasar los límites para lograr una imagen. Allí hay gente que lo está perdiendo todo y no deja de ser una desgracia; esa es la dicotomía, por un lado lo visual y espectacular y, por otro lado, el drama que están padeciendo algunas familias. De hecho, si hubiese tenido que ayudar, no lo habría dudado".

En avión, y con el ferry como plan B por si no se podía volar, llegó a Santa Cruz de la Palma, lugar desde el que no se veía el volcán. Eso sí, en cuanto cruzó la cordillera, "me quedé en estado de shock, callado y con la piel de gallina. Era algo impresionante por su magnitud y su fuerza. Era un monte echando fuego sin parar y el ruido era constante, como un avión pasándote por encima con explosiones cada cierto tiempo". Marín llegó al apartamento a última hora de la tarde y, sin pensárselo dos veces, salió a ver qué se encontraba. "He seguido más o menos la misma rutina; fotografiar hasta las 2.00 o 3.00 horas de la madrugada, volcar el material, dormir y a las 6.00 horas, vuelta a la calle. Dormí unas 10 horas en las tres noches que estuve allí".

Él, explica, estaba a unos 3 kilómetros de la zona cero, en la parte norte: El Paso, Los Llanos de Aridane y Tazacorte, y no paró de moverse y de buscar diferentes perspectivas con su teleobjetivo. Y es que, en este caso y por cuestiones de seguridad, los drones estaban prohibidos.

Su día a día

Había dos momentos clave para retratar este fenómeno; 10 minutos antes del atardecer y 10 antes del amanecer, "que es cuando la luz se equilibraba y se podía sacar el volcán en su contexto, con todo lo que lo rodea, que a mí era algo que me apetecía. Después era, por el día humo, y por la noche, fuego".

De hecho, cuenta, "el segundo día hacía un viento constante, aparqué el coche y, a los 15 minutos, estaba lleno de ceniza. Iba con capucha, gafas y mascarilla porque, aunque no la ves caer, está en el ambiente, son como pequeñísimos granos de arena. Era impresionante ver las flores, por ejemplo, cubiertas de esta ceniza". A pesar de que puede parecer que todos los días es la misma estampa, nada más lejos de la realidad, y es que, "el volcán evolucionaba cada día" y, de hecho, "el tercer día vi caer parte del cono sur, fue impresionante, se me encogió el estómago". Además, él buscaba distintos puntos de vista que diesen como resultado diferentes perspectivas.

Para las fotografías, eso sí, tuvo que tener en cuenta, además de la luz, el viento, y es que en ocasiones con el humo era muy difícil trabajar. También recogió los efectos colaterales como, por ejemplo, la lluvia de ceniza, los coches cubiertos de polvo y la sensación de lugares abandonados. Marín, además, quiso hacer instantáneas originales y diferentes y eso lo logró en El Roque de los Muchachos, el punto más alto de la isla de La Palma. "Me habría quedado 20 días más allá, tiene algo de adictivo, es tanta la fuerza que emana, que te engancha. Como fotógrafo ha sido el summum y estoy satisfecho con el resultado y, como experiencia personal, también, es algo que te remueve. Las expectativas que tenía antes de ir las ha superado con creces; es algo que no puedo explicar".

Con miles de imágenes y vídeos en su haber, explica, le gustaría poder aportar su granito de arena a la causa y está pensando en algún proyecto como, por ejemplo, una exposición o algo similar a lo que aún tiene que dar forma, con lo que recabar fondos para enviar a La Palma. "Es una idea que me ronda la cabeza para tratar de echar un cable en la medida de lo posible". Con el recuerdo de esta experiencia aún muy presente, Marín ya piensa en nuevos proyectos, "la naturaleza impresiona mires donde mires. Al lado de tu casa puede haber algo especial y me gustaría que la gente conociese el paisaje y las bondades que nos ofrece el entorno más cercano. Me iré dejando llevar".

Emprendimiento

Aunque estudió Trabajo Social, fue en 2016 cuando monta junto a cinco amigos Navardron, algo que compaginó con su trabajo. Sin embargo, a finales del pasado año decide cambiar de rumbo y, tras pedir una excedencia, lanza MALONE - Producción Audiovisual, el lugar dónde la fotografía, el vídeo y el diseño gráfico se dan la mano para ofrecer una respuesta integral, explica, a pequeños Ayuntamientos, empresas o autónomos. No se trata de una agencia de comunicación sino que intenta acercar y hacer accesible el material audiovisual.

Aunque hay diferentes líneas de trabajo, la filmación de la naturaleza y el paisaje es una constante y, de hecho, "eso fue lo que me llevó a ir al volcán. Desde que entró en erupción supe que tenía que ir". Lo más difícil a la hora de emprender "es tomar la decisión, dar el paso al frente, pero ahora ya no miro atrás, solo para adelante", finaliza Marín que explica que algunos de sus trabajos los cuelga en las redes sociales para que los demás los puedan ver; en Instagram @malone.nature, en Facebook a través de Maloneaudiovisual, y en la página www.malone.es, que está en proceso de construcción.