La dimisión de Joxe Abaurrea como concejal del Ayuntamiento de Pamplona, aunque con efectos limitados porque seguirá como asesor del grupo municipal de EH Bildu, supone una importante pérdida para la izquierda abertzale en Iruña, donde ha sido un claro referente desde los años duros del plomo de ETA, violencia en las calles y represión policial.

Representa como pocos el tránsito -lento pero irremediable- que la izquierda abertzale emprendió hace tiempo para dejar atrás sus ataduras con el terrorismo y tomar la vía institucional para defender sus posicionamientos.

Hombre del aparato, de la línea dura cuando la estrategia del MLNV era de confrontación, Abaurrea siempre arrastrará no haber condenado el asesinato de Tomás Caballero, con el que compartió salón del Pleno durante un corto periodo de tiempo.

Se abstuvo en la sesión donde el Ayuntamiento de Pamplona debatió una iniciativa de repulsa por el crimen del concejal de UPN. Él acababa de llegar y no tomó la palabra en el Pleno; lo hizo su compañero Koldo Lakasta para defender lo indefendible, sin condenar el tiro en la nuca como método de acción política.

Hubo muchas voces que entonces salieron a criticar con dureza y sin tibiezas a ETA, como Joseba Asiron o Patxi Zabaleta, pero otros callaron. Abaurrea fue uno de ellos; decidió seguir fiel a la ortodoxia de Herri Batasuna y apretar filas.

Mucho han cambiado las cosas desde entonces. Él también lo ha hecho. Más de dos décadas después, Joxe Abaurrea simboliza esa profunda reflexión que ha permitido a la izquierda abertzale deslizarse desde las trincheras de la justificación de la violencia a los despachos institucionales.

Faltan pasos por dar, pero incluso los que fueron contrincantes acérrimos han terminado por reconocer su aportación en este proceso hacia la paz y la labor realizada como concejal.

Tiene 56 años y ha estado 11 como representante municipal en Pamplona en distintas etapas. Debutó en 1998, casi al final de la legislatura, formando parte de las listas de HB. Repitió en la siguiente legislatura, la de 1999 a 2003, como concejal de Euskal Herritarrok, siendo el portavoz de su grupo municipal.

Después ejerció como abogado y siguió como militante de base. No volvió a aparecer en las listas -entre medio hubo la suspensión de las candidaturas de la izquierda abertzale- hasta 2015, formando parte de la candidatura de EH Bildu encabezada por Asiron.

Por primera vez en la democracia, Pamplona tuvo un alcalde nacionalista gracias a los votos de Geroa Bai, I-U y Aranzadi, y Abaurrea acabó convertido en concejal delegado de Urbanismo y Vivienda.

Fruto de su experiencia y su conocimiento del consistorio se convirtió muy pronto en el gestor en la sombra del Ayuntamiento.

Se encargó de las áreas más delicadas y tuvo que buscar alianzas con Armando Cuenca y compañía, lo que no siempre resultó fácil, y tejer complicidades con el PSN pese a las profundas diferencias que mantienen.

Muy pegado a su barrio de la Txantrea, de él reconocen su capacidad para el trabajo, su memoria excepcional sobre los expedientes municipales y su firme decisión por alcanzar acuerdos y respetarlos después.

En estas andaba, buscando fórmulas para que las fuerzas progresistas hagan valer su mayoría en Iruña, pero ahora le toca dar un paso atrás.

Un forcejeo con varios policías municipales al intentar sacar una pequeña ikurriña durante el Chupinazo de 2019 le ha obligado a dejar su cargo. No deja de ser paradójico que tenga este final, por culpa de un símbolo.