- Le hubiera gustado hincarle el diente a otros temas como el agua o la transformación del monte, de forma consecuente con su filosofía vital, pero dedica su mayor esfuerzo a los residuos. Los entiende como recursos en lugar de deshechos. Un trabajo de 16 años que hace sin percibir remuneración. Cañada dice que es gracias a que su comunidad de Lakabe lo comparte como un servicio público y le apoya.

Además de su tarea en la Mancomunidad se suma su trabajo en el Ayuntamiento de Arce, ¿cómo es la convivencia en la gestión municipal?

-La convivencia es buena, a pesar de nuestras diferencias tanto de filosofía de vida como de género. Somos tres mujeres de pensamiento alternativo y cuatro hombres, ganaderos, con una visión más conservadora en la gestión. Nos gustaría modificar la gestión de los comunales o hacer una gestión más holística del territorio.

Usted llegó a Lakabe en 1980, ¿Los jóvenes se animan hoy a vivir en el medio rural?

-Estamos asistiendo en los últimos años, contra todo pronóstico, a que en este valle empiece a haber gente joven.

¿Tienen posibilidad de encontrar vivienda?

-Los concejos y ayuntamientos, desde la Mesa del Pirineo, estamos trabajando la posibilidad de dar forma legal a propiedades abandonadas. Contamos con casas y tierras deshabitadas desde hace décadas. Algunas son de la Iglesia, otras de gente que se fue y de algunas ni siquiera se conoce a sus propietarios.

El nuevo mapa local coloca al Valle de Arce en el Pirineo, ¿cómo lo valora?

-Es positivo en cuanto a la manera de hacer las cosas, de trabajar y de la voluntad que tiene la gente pirenaica de que los pueblos deben seguir estando vivos. Y para eso, las casas tienen que estar abiertas.

Como hicieron en Lakabe en 1980, ahora hay en Navarra otros pueblos ocupados por jóvenes.

- Sí, hay diez. Cinco de ellos en el Valle de Arce. Algunos tienen problemas para censarse en ellos. Esto es una contradicción con el discurso de la despoblación. No se puede entender que digamos que los pueblos se quedan vacíos y no dejar que la gente los habite de forma legal. Esperamos que en esta legislatura se dé cobertura legal a los pueblos ocupados. En la anterior se trabajó mucho en este sentido.

¿Ve lugar para una filosofía y ética como la suya y como la que implantan algunos de estos pueblos en la sociedad de hoy en día?

- Yo creo que hay espacio teórico. Lo que pasa es que a nivel político no se sabe cómo implementar esa ética. El sistema capitalista no tiene registro para esto, es un lenguaje que no entiende, y aunque a veces usa palabras, no pueden materializarse en ese sistema. Y mientras no se materialice, es agua de borrajas.

Después de décadas de trabajo ¿siente que los progresos son lentos?

-Sí, en esta incoherencia no se puede trabajar. Es una incoherencia macro. No se pueden llevar a cabo cuestiones como parte de la Agenda 2030, y muchas otras que se quedan en programas bonitos. Cuando se corre, se hacen la cosas mal. Por ejemplo, por una enmienda a los PGE se van a dar 3 millones de euros al Pirineo, que solo podemos utilizar en bonos de 5.000 euros para las personas con IAE. Este es un sistema cerrado que no permite la innovación y se queda en pequeñas ayudas a las personas autónomas que impide innovar y no permiten hacer algo más grande a largo tiempo. Es más de lo mismo, individualismo puro y duro.

¿Esto no le genera frustración después de tanto tiempo?

-No, al contrario. Me impulsa a seguir trabajando y hace que me sienta mejor persona.