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Bosnia-Lodosa: reencuentro 27 años después

Bosnia-Lodosa: reencuentro 27 años despuésMaría San Gil

Han tenido que pasar 27 años para que la lodosana Tere Lizanzu volviese a abrazar a Adis Hadziselimovic, el niño bosnio de 12 años, tal y como ella lo recuerda, que acogió en su casa los veranos de 1994 y 1995 tratando de huir de la guerra que azotaba su país. Aunque durante todo este tiempo han mantenido el contacto, al principio por carta y llamadas telefónicas y ahora por WhatsApp y videollamadas, el reencuentro en el aeropuerto, pese a una pequeña confusión con la puerta, no pudo ser más emotivo y digno de película, tal y como explican.

Tere recuerda que el Ayuntamiento de Lodosa echó un bando por las calles, en aquel entonces eran los propios alguaciles los que hablaban a través de un altavoz, informando de que buscaban familias para acoger a un grupo de niños que había llegado a Arnedo. “Cuando mi marido Javier y yo lo escuchamos se nos encogió el corazón. ¿Cómo íbamos a dejar a esos chiquillos en la calle teniendo nosotros dos hijos de 9 y 17 años? No lo dudamos. La verdad es que la gente de Lodosa y de los pueblos de los alrededores se volcó; todos aportaron ropa, calzado, fuimos al dentista, a la revisión médica, a la peluquería, etc. Ahora, y echando la vista atrás, lo cierto es que creo que la experiencia no pudo ser más enriquecedora”.

Tere Lizanzu, Isabel Martínez, Adis Hadziselimovic y Carlos Martínez han recreado este año la misma fotografía que se sacaron en 1994.

50 niños y niñas, la mayoría de Tuzla (la cuarta ciudad más grande del país) llegaron al Consistorio dispuestos a pasar allí 40 días. A cada uno de ellos le dieron un papel con un número y a las familias, que estaban dentro de la casa consistorial, explica Tere, también les entregaron un número que los emparejaba con uno de estos niños. En este caso, fue el 4 el que les unió para siempre.

Adis, comenta, “no sabía ni qué idioma hablaban aquí. Fue mi padre el que firmó un documento para dejarme venir pese a que al principio no quería. Llegó un momento en el que estábamos muy mal y escuchábamos constantemente el sonido de las granadas cayendo, era horroroso, así que me mandó a España. Para nosotros, en cierta medida, era como una aventura, pero para nuestros padres fue muy duro dejarnos marchar; estaban muy preocupados y fue una decisión muy, muy difícil. Fue un viaje muy largo, salimos de noche y con las luces apagadas porque si te veían, te podían bombardear. Tuvimos muchísimo miedo. Cruzamos por Croacia, Italia y, a los cinco días, llegamos aquí. Lo cierto es que no sabía qué nos esperaba y nunca podré olvidar la bienvenida de Tere y Javier; me abrieron su casa de par en par, me dieron todo lo que tenían, su amor, lo compartían todo conmigo. Era uno más de la familia, un hijo más, hacíamos todo juntos, no había distinciones.

La llegada: días difíciles

A Lodosa, recuerda Tere, Adis llegó con dos camisetas y un pantalón (y después se marchó con tres maletas que apenas podía cargar). “No hablaba ni castellano ni inglés y nosotros, tampoco. Nos dieron un pequeño libro con las palabras esenciales en su idioma; agua, comida, pan, quiero ir al baño, etc, pero fue muy, muy duro. Al principio lo hacíamos todo por señas”.

El antes y después de Tere y Adis en una fotografía en el balcón de casa en Lodosa.

Todas las noches, además, Adis hablaba con su madre por teléfono a pesar de que las conexiones en Bosnia no eran buenas. De hecho, en la actualidad, Tere y ella a veces se llaman y hablan aunque, ríe Hadziselimovic, “tengo claro que no se entienden ni una palabra”.

Para cuando empezaron a entenderse, tocó volver a Bosnia, y fue ahí cuando un grupo de vecinos de Lodosa implicados con la causa creó la Plataforma de Ayuda a Bosnia con la idea de que el siguiente verano, quienes quisieran, trajesen de nuevo a estos niños. Adis repitió y en esta segunda ocasión estuvo tres meses en los que gozó y disfrutó mucho más; “ya sabía dónde iba y estuve mucho más relajado”.

De su verano recuerda estar todo el día en bicicleta por el campo y los largos baños en la piscina con Carlos e Isabel, los hijos de Tere y Javier. Además, asegura que en fiestas se divirtió mucho salvo con los fuegos artificiales; en aquel entonces pasó muchísimo miedo puesto que ese sonido le evocó las explosiones de las granadas en su ciudad.

“Aprendí muchísimo. Todos tienen unos corazones muy grandes porque no me preguntaban nada y me lo daban todo, a mí, que no tenía nada. No sabría expresar mi gratitud porque en mi país no teníamos nada para comer y aquí el frigorífico estaba lleno. Sus amigos eran los míos y, de hecho, no puedo estar más contento de haberlos visto a todos de nuevo…no necesito nada más ahora mismo que saber que están bien”.

El verano concluyó y Adis, pese a que le ofrecieron quedarse, regresó a su país, que seguía en guerra. “Cuando me marché fue la última vez que abracé y vi a mi familia española, como les llamo. Lloré más de medio viaje y a ellos, los dejé en España llorando, por lo que aún sentí mucha más pena. A dónde voy, me decía, porque aquí era todo perfecto, pero mi familia estaba allá”.

Imagen de 1994 tomada en las piscinas de Lodosa con familiares de Tere y Javier.

27 años después: el reencuentro

Adis asegura que siempre había querido volver pero que por una causa u otra hasta ahora no había podido. “A mis amigos siempre les hablo de Lodosa y uno de ellos me dijo: este año es el año. Tienes que volver y encontrarte con ellos otra vez. Estoy muy triste porque Javier ya no está, pero es un sueño ver al resto de personas que tanto me ayudaron. No me puedo creer que este aquí de nuevo. Estoy feliz y tengo claro que no volverán a pasar 30 años sin volver a vernos”.

De hecho, aunque Tere no creía que se iba a acordar de tantas cosas, para Adis todos los recuerdos de su infancia volvieron de golpe: “me acuerdo del kiosko en la plaza con la música y de cómo disfrutaba comiendo chocolate caliente. No se me ha olvidado nada, ni siquiera dónde estaba la casa. Es como si hubiese dado un salto atrás en el tiempo”.

Sus amigos, que han visto a través de las redes sociales que está en Lodosa, no pueden estar más contentos por él. Como curiosidad, desvela Adis, con algunos de los niños y niñas de aquel autobús todavía mantiene el contacto y una de ellas, su amiga y vecina, le vio en Lodosa y enseguida le pidió que, por favor, visitase a la familia que le acogió y le mandase una fotografía.

Reencuentro en Lodosa con amigos y familiares.

Aunque se expresa con mayor fluidez en inglés, lo cierto es que el castellano, que no lo ha estudiado ni practicado desde el verano de 1995, lo entiende bastante bien e incluso se atreve a hablarlo. “Cuando en mi ciudad oigo a alguien que habla español, me acerco a escuchar y les pregunto que de dónde son; me gusta mucho todo lo que tiene que ver con este país, me hace sentirme bien. Lodosa es mi casa y me gustaría mucho que ellos viniesen ahora a Tuzla a conocer a mi familia porque les debemos mucho”.

Guerra de Ucrania: nada es lo mismo

Ahora, y con la guerra de Ucrania en boca de todos, Adis Hadziselimovic cree que son vivencias que nadie debería experimentar. “Nosotros no podíamos ir a la escuela porque la destrozaron; estudiábamos en sótanos pequeños que teníamos que limpiar y ordenar. No había ni agua, ni electricidad. Era muy, muy difícil vivir así. La guerra lo destroza todo; las casas, los trabajos, las vidas de las personas…Después, nada es lo mismo, y creo que nadie tendría que pasar por la situación de tener que vivir algo así, sobre todo en los tiempos que estamos y en Europa, otra vez. Espero que acabe cuanto antes y que todos los que están sufriendo puedan retomar sus vidas”.