Ayer a las once y media de la mañana se asomaba una cabeza por el balcón del Ayuntamiento de Barañáin al tímido grito de “¡Viva Barañáin!, ¡Gora Barañain!”. Fermín Montoya, de 10 años, fue el elegido para el chupinazo a cargo de la corporación infantil de la localidad. Confiesa que al principio estaba un poco nervioso, pero nada más empezar su discurso se dio cuenta de que “no tenía por qué”. Por eso su consejo para el niño o la niña que lance el cohete el año que viene sería “que no se ponga nervioso porque luego se dará cuenta de que si lo está, no habrá valido la pena. Lo importante es disfrutarlo”. Además, “es muy divertido ver a todo el mundo desde arriba”.

Tras el chupinazo las familias bailaron al ritmo de la Comparsa de Gigantes y Cabezudos.

La alcaldesa, María Lecumberri, explica que cada año se elige por sorteo a 21 niños empadronados en la localidad que vayan a cumplir 10 años y se les convoca en el ayuntamiento para decidir quién será el responsable del chupinazo: “Cuando vienen aquí metemos sus nombres en una urna y sacando un papel se elige al alcalde. Los niños lo viven con mucha ilusión, se lo pasan bomba. Es un día muy emocionante para ellos”.

Miembros de la corporación infantil preparan el cohete.

No lo es solo para los que lo viven desde dentro. En la plaza Consistorial decenas de familias siguen la marcha de los gigantes al ritmo de la comparsa. Los más fanáticos se disfrazan incluso de uno de ellos. Es el caso de Arai. A sus cuatro años sueña con hacer bailar uno algún día. Su abuela cuenta que la pasión del pequeño es tan real que “no se quita el disfraz de gigante en todo el año, en casa está siempre con él puesto”. Por eso a ella no hay nada que le haga más feliz que ver al niño bailar como si fuese uno más: “Yo creo que los ve y se piensa que es tan grande como ellos”. Aunque no es de muchas palabras, cuando se le pregunta cómo baila no duda en ponerse a dar vueltas haciendo la mejor de sus demostraciones.

Primeras veces

Para los padres son también días especiales. Jon y Óscar participan en el desfile con sus hijos y cuentan que después de dos años, tenían muchas ganas de volver a vivirlo, porque la última vez los niños eran todavía muy pequeños. “Al final tenemos niños que por la pandemia no han llegado a saber lo que son los gigantes, cabezudos… Ni lo que son las fiestas en sí. Lo que más ilusión nos hace que conozcan son las tradiciones, la fiesta de día”. Otro tipo de fiesta que, confiesan, ellos también están empezando a descubrir ahora: “Con hijos las fiestas se viven de otra forma, comparada a cuando éramos jóvenes es muy diferente, muchas cosas las descubrimos con ellos, que es divertido también”. Y aunque en cierto modo pueden llegar a echar de menos la fiesta sin niños, “las caras que ponen cada vez que ven algo por primera vez lo compensa”.

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