Que se rompa el aire acondicionado a más de 45 grados cruzando el desierto de El Sáhara o los amortiguadores tras el traqueteo de cientos de kilómetros soportando los continuos baches de las carreteras de Mauritania son solo dos de los percances con los que ya contaban los lerineses Carlos Yerro y Francisco del Río. Miembros de la asociación Lerín Solidario por las Aguas Potables, realizaron el mes pasado el viaje humanitario hasta Guinea Conakri donde llevaban varios proyectos de autosuficiencia energética hasta la pequeña población de Kawewol. Un viaje duro, a bordo de su camioneta Citroen Jumper cargada con placas solares, una potabilizadora, material escolar, ordenadores, ropa y medicamentos.

Jefes locales homenajearon a los lerineses. | FOTO: ZACARÍAS

No contaban con que la situación en las diferentes fronteras se hubiera deteriorado tanto con respecto a otros viajes anteriores. “Lo hemos pasado muy mal. Están las fronteras muy duras. Como no pasa nadie te tienen ahí parado pasando los perros a ver si detectan algo. En Marruecos sacaron las baterías cuatro veces y las pasaron por rayos X a ver si llevaban droga. “Esto da mucho miedo porque te meten cualquier cosa y comienzan tus problemas”. Aseguraba Carlos Yerro ya en Lerín, donde se reponía del estrés de un viaje de 11.500 kilómetros en su mayoría por las rutas del desierto de El Sahara, donde les robaron las pocas cervezas que llevaban y tuvieron que pagar varios cientos de euros extras en los controles de aduanas. “En la frontera de Senegal el jefe de la aduana me dio un cuaderno para que apuntase todo lo que llevábamos, así si nos encuentran algo no anotado te tiene pillado”.

Estudiantes de Kawewol con la indumentaria del Lerinés. | FOTO: ZACARÍAS

Tras Marruecos, atravesaron durante 1.000 kilómetros el Sahara Occidental antes de entrar en Mauritania, una punto peligroso en el que hay 4 kilómetros de terreno totalmente minado. La ruta prosiguió por Senegal donde se desviaron hacia Dakar para arreglar los abundantes desperfectos de su furgoneta, hasta llegar finalmente a Guinea Conatri, “la vida en este país es un retroceso respecto a sus vecinos, no hay cajeros, no hay internet, no hay nada”.

Parte del material trasladado desde Lerín.

El convoy de Lerín cruzó ya la última frontera antes de su destino “les engatusamos diciéndoles que la próxima vez les llevaríamos trajes de fútbol de Primera, los tengo a todos apuntados porque son jefes de aduana y la próxima vez que vayamos los estarán esperando, pero con tanto estrés nos dejamos allí la documentación del vehículo”.

Carlos y Francisco con una familia de Kawewol.

Ayuda a Kawewol

La llegada a la aldea de destino Kawewol, en Kagnoye en el departamento de Mamou, era otro de los retos del viaje y acceder a ella, muy dificultoso ya que se trata de una zona montañosa. En Pita la ciudad anterior a Kawewol, alquilaron un taxi: un Peugeot 504 con doble amortiguación que solo existe allí. Cargaron en ese vehículo el peso fuerte mientras ellos llagaron hasta el colegio que está en las montañas sin peso. “Una vez allí reunimos de nuevo todo el material y empezamos el trabajo”. Después de 6.000 kilómetros Carlos y Paco se pusieron manos a la obra. Eso sí, sus trabajos siempre los realizaban con la protección de algunos vecinos armados que vigilaban las instalaciones por temor a que los dos lerineses pudieran ser atacados por ladrones o terroristas “Alqaeda es muy fuerte y tiene amenazados a todos los europeos”.

Francisco de Ríos trabajó en el tejado montando los 12 paneles fotovoltaicos “nos costó 3 días por la situación del tejado que luego hubo que reconstruir”. Carlos realizó la instalación eléctricas: empalmes y el inversor que moviera los 5 kilovatios. “Lo probamos todo y funcionó a la primera y de maravilla”

A continuación afrontaron los trabajos en la potabilizadora y reparando la bomba del pozo de agua que no funcionaba: “tuvimos que meter otra más abajo donde encontramos ya el agua”. El éxito de los trabajos atrajo a numerosos jefes de la comarca que acudieron esos días a ver las instalaciones. “Nos traían mucha comida: mangos, aguacates, plátanos, piñas y nos hicieron un pequeño homenaje”.

Viaje de regreso

“En cuanto acabamos tuvimos que salir rápido de allí porque empezaban las lluvias y es una zona muy inundable”. El regreso fue muy rápido. “Íbamos sin peso conduciendo todo el día y durmiendo ya en algún hotel decente”. Eso no les libró de tener que pagar por pasar de Senegal a Mauritania o que la policía de aduanas de Marruecos les retuviera en Tánger durante horas antes de embarcar en ferry hacia la península: “finalmente llegamos con hora y media de retraso y todavía pudimos montar en el barco”, recuerda Carlos Yerro que junto a Francisco perdieron alrededor de cinco kilos de peso en estos días.

Con todo, este no ha sido el último viaje de los lerineses, el proyecto en Guinea es más ambicioso: ahora trabajan en conseguir financiación para que la aldea de Kawewol puedan renovar la casa del maestro, cuatro pozos de riego y contar con un pequeño hospital “que tenga los servicios mínimos porque allá no hay sanidad en cientos de kilómetros a la redonda. Estamos en ello”, comentó Yerro al que en pocos día ya se había olvidado de aquellos momentos críticos en los que tuvieron que jugarse la vida por atravesar 6.000 un enorme desierto y cientos de dificultades para que la ayuda de Navarra llegara a esta aldea de Guinea, una de las zonas más necesitadas del planeta.