La sala de exposiciones del Centro Cultural Iortia acoge hasta el 21 de mayo la exposición colectiva 30 años bajo la magia del arte-30 urtez artearen magiapean, una muestra del trabajo del alumnado del taller de Koldo Arnanz Zufiaurre. Pero la exposición de final de curso en esta ocasión es especial, con obra de 90 personas adultas que han pasado por esta academia a lo largo de tres décadas; un tiempo en el que decenas de personas han desarrollado una afición, algunas con maestría, al tiempo que para otros ha sido la forja de un oficio. No en vano, más de una decena siguieron sus pasos y estudiaron Bellas Artes, mientras otros se encaminaron hacia diseño gráfico y otras profesiones artísticas. “Cuando veo algunos trabajos que hacen me quedo alucinado. Algo habremos aportado”, comenta. 

Después de ejercer durante 11 años como profesor de plástica en la ikastola Iñigo Aritza de Altsasu, Koldo Arnanz puso en marcha su taller de arte en el curso 1992-1993. “Estuve tiempo dándole vueltas a la idea. En la enseñanza oficial estaba muy limitado, con grupos grandes. Tenía un local de la familia y me animé” recuerda, contento de haber tomado aquella decisión. “Estoy muy agradecido a todas las personas que han formado parte del taller. Les he dado todo lo poco que sabía pero también he recibido mucho de todas y todos. Ha sido un aprendizaje mutuo”, incide.

A lo largo de estos 30 años han pasado por la academia 130 personas adultas, algunas de la cuales llevan más de dos décadas. Asimismo, se han formado numerosos niños, niñas y jóvenes. “Han sido muchos grupos y contabilizarlos todos es imposible”, apunta, al tiempo que observa que hay jóvenes de 22-23 años que comenzaron con 6 años y todavía siguen. Y es que este altsasuarra puede presumir de contar con un alumnado fiel.

Tres décadas de docencia y creación

Koldo Arnanz destaca la importancia de estimular la capacidad artística desde edades tempranas, al tiempo que apunta que “hay personas mayores que si hubieran tenido la oportunidad de desarrollar esa capacidad de jóvenes, habrían apuntado alto”. 

Las clases son por la tarde, de 15.30 a 21.30 horas. Hasta 17 años, son de una hora, un día o dos a la semana. En el caso de adultos son dos horas, también un día o dos a la semana. Con la chavalería desarrolla una programación para trabajar diferentes técnicas y materiales así como la creatividad, cuestión que a su juicio es muy importante. “Cuando les planteo algún proyecto, hay un raudal de ideas. No tienen miedo y son más atrevidos. Este año hemos trabajado el cuadro del Gernika. Cogieron partes que les interesaban, con una composición propia, y jugaron con el color, nada de colores oscuros y tétricos. Han salido cosas muy interesantes”, apunta. Una muestra del trabajo realizado se puede ver estos días en Iortia.

La exposición se puede visitar hasta el 21 de mayo. N.M.

En el caso de las personas adultas, intenta que comiencen con el dibujo, sobre todo para tener un control de la mano, trabajar la perspectiva y las proporciones entre otras materias. Si bien hay personas que se pasan 2-3 años dibujando con grafito y carboncillo antes de pasar al color, hay otras que quieren coger el pincel desde el principio. Y Koldo Arnanz siempre se adapta, a sus gustos y a sus ritmos, con una atención personalizada que les facilite el trabajo a la hora de enfrentarse a un lienzo, a un cartón o al tipo de soporte que elijan y poder así jugar con los trazos y colores para que surja la magia.

 “Las personas de más edad suelen querer pintar con óleo básicamente. Cuando conocen otras técnicas más limpias y rápidas como los acrílicos, mucha se suelen pasar. Hay un abanico muy grande de técnicas y estilos a la hora de expresarse. Normalmente comienzan con copias de cuadros. Cuando aprenden la técnica y el color, se atreven con sus propias fotografías”, cuenta. Asimismo, da clases de dibujo técnico.

Con 62 años, Koldo Arnanz no piensa en la jubilación. “Se me han pasado estos 30 años casi sin darme cuenta. Igual de aquí a cuatro años cambio de opinión pero tengo ganas de continuar”, asegura. No obstante, reconoce que ha bajado algo el ritmo. “Siempre he trabajado con grupos pequeños, máximo de diez personas, pero estos últimos años los he reducido porque quiero trabajar más tranquilo”.

Desde siempre, Koldo Arnanz ha compaginado la docencia con la creación. Precisamente, una de las razones que le animaron a establecerse por su cuenta era que las mañanas eran para su profesión y pasión, la pintura. “Las mañanas son para trabajar en el taller particular y desconectar”, observa. Si bien le gusta jugar con diferentes estilos, confiesa que se siente más cómodo con el expresionismo. Pinta por etapas. La última fue sobre patrimonio industrial, una colección en la que trabajó con técnicas mixtas, con el óleo como pintura base pero jugando también con aguarrás, aceites, barnices o agua hasta conseguir interesantes efectos para realizar una mirada a un pasado reciente y reflexionar sobre los tiempos actuales. “De pequeño me fascinaban las fábricas viejas, los materiales viejos, retorcidos, cutres”, recuerda.

Ahora ha vuelto al óleo y a la naturaleza. No en vano, otra de sus pasiones es la montaña. “En este momento estoy investigando, rompiendo cosas y transformando, con la montaña como referente, con paisajes reales e inventados, un juego con la imaginación”, avanza este artista