El baile, las danzas, es junto al canto la más expresiva demostración popular de alegría y de fiesta. En el País del Bidasoa se ha comprobado estos días en los festejos patronales de la Ascensión, Salbatore para los euskaldunes, de Irurita en el Valle de Baztan y de Urdax en Xareta, los primeros del año en la comarca.

Mutildantzaris de Arizkun, y Mariano Izeta y Manuel Viguria que eran “como de casa”.

Todos los municipios cuentan con alguna danza particular que bailan en sus fiestas, sean Bordon dantza o Makil dantza en Bera, Makildantza con el espectacular Zubigainekoa en Lesaka, el felizmente recuperado Trapatan en Doneztebe y Mutildantza de Baztan, y otros, el Aurresku de honor y homenaje o los generalizados zortziko, muxiko o Larrain dantza, jotas y porrusalda. El caso es bailar, enseñar, igual que dicen escribió Voltaire, que “el vasco es un pueblo que baila al pie de los Pirineos”.

Danzas en la iglesia de Urdax, habituales en una época.

EL PLACER DE BAILAR

La danza es uno de las más expresivas muestras de nuestro patrimonio cultural, estudiado por muchos recordados folkloristas y ahora por las actuales generaciones integradas en Euskal Dantzarien Biltzarra. El sacerdote laburdino Pierre Lhande (1877-1957) describía como a los doce años (en Irurita desde los cuatro o cinco años) inicia el niño vasco su noviciado de la danza. “A la noche, terminado el trabajo, se reúne en casa de un vecino con otros muchachos de su edad”, hacen un espacio libre y aprenden los bailes típicos de su pueblo.

Hemos visto hacerlo por la noche, días antes de las fiestas de Elizondo, en el Trinquete Antxitonea, con el recordado txistulari Mauricio Elizalde y el veterano mutildantzari Mariano Izeta de enseñadores, y también trasladado a Almandoz a Mauricio llegado desde su caserío Martintonekoborda, en Aintzialde de Arizkun, los jóvenes a aprender, como en todas partes.

El cruel Pierre de Lancre, el cazador de brujas designado por el Parlamento de Burdeos para combatir en Laburdi a la brujería (en 1609 condenó a la hoguera a 700 vecinos que consideró brujos) dijo que en el juicio contra una pretendida bruja, al preguntarle por qué asistía al akelarre, confesó que lo hacía unicamente “por el placer de bailar”. Y en ese sentido, todos conocerán gente que en efecto disfruta como de pocas cosas bailando siempre que tiene oportunidad nuestras danzas tradicionales.

Como el mejor tesoro que se pueda exponer, Navarra llevó en 1929 a la Feria Internacional de Barcelona a sus dantzaris. “Concurre presentando los más interesantes aspectos’ de su rico folklore, los cantos, las danzas y los vistosos e históricos atavíos de la mujer navarra. No faltan en la aportación elementos de la Navarra del otro lado del Pirineo y concurre también el famoso Orfeón Pamplonés. La exhibición de las danzas de Navarra se realizará con las comparsas de danzantes de los valles del Baztan, Salazar y Valcarlos, de la Vieja Navarra y del Soule, y de las trompas del Beam, las cuales presentarán sus originalísimas danzas, las antiguas pastorales y los alegres aires de montería de la Casa reinante de Foix”, publicaba La Época.

IRURITA Y URDAX

En la localidad de Irurita, la “señorita de Baztan” como antiguamente se decía, lo primero que los niños aprenden es a bailar y a jugar a laxoa, la vieja modalidad pelotazale del guante. Los dantzaris, desde los cuatro años, interpretan bailes que enseñaron un anónimo soldado vizcaíno que cumplía servicio en los años 40 en los cuarteles de Meaka, el txistulari Tiburcio Almenar, el sacerdote Jesús Jaimerena y luego Maribel Sanjosé y Baztango Dantzariak. Es lo que hicieron el pasado jueves y lo volverán a hacer en su Dantzari Eguna.

Y otro tanto en Urdax, donde en la reinauguración de su iglesia parroquial, en el histórico monasterio, un grupo de chicas interpretaron dantzas que antiguamente se bailaban en el interior de los templos. San Basilio, Obispo de Cesárea en el siglo IV, decía a los cristianos: “¿Qué cosa puede haber más parecida a la bienaventuranza, que imitar en la tierra la danza de los ángeles?”. Vuelven aquellas danzas milenarias al interior de los templos, danzas sagradas que recogen los antiguos textos y vuelven a gozar del asentimiento y la bendición de las autoridades religiosas. Y es que cualquier tiempo y lugar es bueno para el baile.